“El cacao es el único cultivo que en el municipio de Tumaco ha logrado contener los distintos hechos de violencia, que por décadas llenaron de dolor a los hogares rurales de la costa Pacífica nariñense”, expresó Marina Castillo, una madre de familia quien desde hace 10 años se dedica a dicha actividad agropecuaria.
Marina afirma que el cultivo de cacao es “símbolo de paz, trabajo y hermandad entre los pueblos afrodescendientes”, que se encuentran en más de 30 veredas en los que se siembra este “encantador fruto”.
Para ella, la reconciliación de los territorios se empezó a sentir cuando el cacao comenzó a desplazar a los cultivos de uso ilícito. Ese sueño que parecía nunca llegar asegura que se empezó a cristalizar cuando las familias campesinas comprendieron que en el cacao está el buen vivir para sus hijos y vecinos.
“El cacao, aparte de mejorar las relaciones sociales, nos garantiza los recursos económicos que necesitamos para el diario sustento de nuestros hogares. Las más de 80 familias de los consejos comunitarios de Las Varas, Bajo Mira y Frontera, Alto Mira y Frontera y Chilví, entre muchos sectores más. Estamos felices, porque ya no sentimos ese temor que hasta hace unos años padecíamos por cuenta de esa verraca violencia que estaba provocando la coca”, indicó.
Mientras riega varios palos de cacao y los abona con fertilizantes orgánicos, que obtiene de los desechos de patos, gallinas y de otros animales de corral, Marina asevera que cada 4 meses obtiene excelentes ingresos económicos por cada kilo de cacao.
“Yo siempre empiezo muy bien el año, porque mis primeras cosechas de cacao inician en enero, luego continúan en agosto y terminan en diciembre. Es decir que durante los 12 meses mis arbolitos me garantizan la venta de sus frutos”, dijo.
Aunque indica que el precio del cacao no es estable, refleja su felicidad en el trabajo que en cada cosecha desempeñan sus familiares.
“Mientras mi esposo y yo cortamos del árbol la vaina o cabosse del cacao, mis hijos y nietos disfrutan chupando el mucílago, es decir aquella dulce y blanca membrana que cubre la almendra, mis cuñadas empacan el fruto que se venderá en el centro de acopio. Por Ahora, el kilo de cacao supera los $25.000 aunque hasta hace 4 meses, el precio oscilaba en $35.000”, expresó; al subrayar que Tumaco es uno de los municipios colombianos en el que se produce altas cantidades de cacao que tiene su mercado asegurado en las industrias nacionales de chocolate.
Desbordante felicidad
“Cuando las madres de familia llegan con sus cosechas a la asociación de productores y comerciantes de cacao de Tumaco, Comcacaot; se desbordan de felicidad cada vez que reciben el fruto de su trabajo. Esos momentos que las llenan alegría cuando tienen en sus manos el dinero de su cacao, también nos contagian de felicidad porque sabemos que aquellas madres de familia disponen de los recursos económicos que requieren para comprar los productos del hogar”, afirmó Fausto Montaño representante de la asociación de productores de cacao de Tumaco Comcacaot.
Para facilitar a las familias cacaoteras la venta sus cosechas, el representante gremial indica que en el sector de Chilví, la asociación cuenta con un centro de acopio de cacao en baba el cual procede de los consejos comunitarios de Las Varas, Bajo Mira y Frontera, Alto Mira y Frontera y del río Chagüí.
De igual manera acopia el cacao de las pequeñas productoras de las zonas de ensenada como Curay, río Mejicano, Gualajo, Imbilí, Rosario, Tablón Dulce y Tablón Salado. En Chilví, una parte del cacao se somete a un proceso de secado fermentado para la exportación de grano fino de aroma.
“El trabajo de las 800 mujeres que en Tumaco se dedican a la siembra de cacao es importnate para la región y por supuesto para el resto de Colombia. Por ellas, anualmente enviamos a casa Luker entre 560 y 600 toneladas de cacao corriente, así mismo entre 5 y 10 toneladas de cacao Premium”, dijo.
El cacao a diferencia de los cultivos de uso ilegal, es un producto que une a las familias porque lo siembra papá, lo cosecha mamá y los hijos chupan la pepa. Es una labor de relevo generacional que en el campo ayuda al sostenimiento de las variedades de cacao Tabloneño, Cabezón y Criollo.
‘Sueños de Mujer’
Danely Prado quien desde hace más de 20 años vive en el consejo comunitario rescate Las Varas e integra la Asociación de Mujeres Afro con Emprendimiento Empresarial - Las Varas ‘Afromuvaras’, también emprende a partir del cacao, cuyo resultado es el chocolate ‘Sueños de Mujer’.
“Esta iniciativa nació a raíz de las necesidades económicas que teníamos las mujeres de 15 veredas y miramos en el cacao la mejor opción para cambiar el rumbo de nuestra vida. Hoy, alrededor de 50 adolescentes y madres cabeza de hogar transformamos el cacao en un producto que no solo se disfruta en las mesas de Tumaco, sino también del municipio de Ipiales, sur de Nariño”, dijo Danely Prado integrante de la asociación comunitaria ‘Afromuvaras’.
Para ella, el cacao y sus derivados son productos que a diferencia de las plantaciones de uso ilegal, integran y llenan de esperanza a las comunidades rurales de Tumaco. “En cada sorbo de nuestro chocolate, los consumidores expresan su apoyo al trabajo que diariamente desempeñamos en el campo para la búsqueda de la paz”, dijo.
“Chocobarí, la esperanza en Catatumbo”
En la región del Catatumbo, un rincón de Colombia caracterizado por su biodiversidad y complejas dinámicas sociales, el cacao se ha convertido en un símbolo de esperanza y transformación.
Este árbol originario de América produce un fruto apreciado en todo el mundo, conocido por su uso en la fabricación de chocolate y otros productos derivados. Sin embargo, en el Catatumbo, el cacao ha asumido un rol aún más significativo: el de ser un motor de paz y desarrollo en una región marcada por la violencia y el desplazamiento.
Ismenia Alvernia Galván, una mujer rural del municipio de Hacarí, ejemplifica el impacto positivo de esta transición. Ismenia, quien ha experimentado de cerca las dificultades de la violencia y el desplazamiento forzado, decidió apostar por el cultivo del cacao. Ella forma parte de la Asociación Chocobarí, un grupo dedicado a la producción y comercialización de diversos derivados del cacao, como chocolatinas, arequipe, galletas y chocolate.
La elección del cacao no fue al azar. La tierra fértil del Catatumbo ofrece las condiciones ideales para este cultivo, que, a diferencia de la coca, requiere menos mano de obra para su mantenimiento y proporciona una fuente sostenible de ingresos. Además, la producción de cacao permite una amplia gama de procesamientos, lo que diversifica las oportunidades económicas para los agricultores locales.
A pesar de los desafíos, Ismenia y su asociación han logrado avanzar en su misión. A través de su trabajo, han dado a conocer su marca y representado a Hacarí en actividades y mercados campesinos, llevando el fruto de su esfuerzo a una audiencia más amplia. Aunque aún enfrentan limitaciones, como la necesidad de invertir en maquinaria adicional, su determinación por seguir adelante es evidente.
El cacao ha ofrecido a la región del Catatumbo más que su fruto en grano; ha brindado un camino hacia la reconciliación y el desarrollo. Para Ismenia Alvernia Galván y la Asociación Chocobarí, el cacao representa no solo un medio de vida, sino también una promesa de un futuro en paz. Cada producto derivado de este fruto lleva consigo la historia de resiliencia y esperanza de aquellos que, a través del trabajo arduo y la cooperación, buscan transformar su entorno y construir una comunidad más próspera.