CEPAL y UNICEF advierten que el cambio climático podría empujar a 17,9 millones de niños y jóvenes de América Latina a la pobreza en 2030
El cambio climático no es solo una amenaza ambiental, es también un factor que puede definir el futuro de la niñez y la juventud en América Latina y el Caribe. Así lo revela el informe El impacto del cambio climático en la pobreza infantil y juvenil de América Latina, presentado por la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF). Según el documento, millones de niños, adolescentes y jóvenes enfrentarán un retroceso en sus condiciones de vida como consecuencia directa del calentamiento global y de la respuesta insuficiente de los gobiernos.
Las proyecciones son contundentes: hacia 2030, al menos 5,9 millones de personas menores de 24 años caerán en la pobreza en el escenario más optimista, en el que los países logren aplicar políticas ambiciosas de mitigación y adaptación climática. Sin embargo, si las acciones llegan tarde o son demasiado limitadas, el número podría escalar hasta los 17,9 millones de afectados, una cifra comparable al impacto que tuvo la pandemia de COVID-19 en la región, que empujó a la pobreza a unos 11 millones de niños y jóvenes.
Los expertos de la CEPAL y UNICEF alertan que esta amenaza no se limita a la pérdida de ingresos familiares: se trata de un impacto estructural que puede comprometer el desarrollo cognitivo y físico de toda una generación, limitar el acceso a educación, salud y nutrición, y perpetuar los ciclos de desigualdad.
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Escenarios de riesgo
El estudio plantea tres escenarios posibles:
*“Net Zero 2050”, el más ambicioso, en el que se implementan políticas firmes de reducción de emisiones, muestra un incremento de 5,9 millones de niños pobres debido a eventos climáticos extremos.
*“Políticas actuales”, en el que se mantienen los compromisos ya anunciados sin mayores esfuerzos adicionales, eleva el impacto a casi 10 millones de menores afectados.
*“Muy poco, muy tarde”, en el que la acción climática es insuficiente, dispara el número hasta los 17,9 millones de niños, adolescentes y jóvenes que caerían en la pobreza hacia 2030.
Los autores subrayan que estos escenarios, más que proyecciones estadísticas, plantean señales de alerta sobre un futuro que puede evitarse o agravarse dependiendo de las decisiones que se tomen en el presente.
Infancia desprotegida en el financiamiento climático
Una de las conclusiones más inquietantes del informe es que, pese a ser el grupo más vulnerable, la infancia y la juventud no están siendo priorizadas en la financiación climática internacional.
Actualmente, solo el 3,4 % de los recursos multilaterales destinados a la región se canalizan hacia servicios esenciales como salud, educación, nutrición, agua y saneamiento, en su dimensión de resiliencia climática. Se trata de sectores clave para que los menores puedan resistir el impacto de inundaciones, sequías o fenómenos extremos, y sin embargo no ocupan un lugar central en las agendas de inversión.
La CEPAL y UNICEF advierten que los recortes en cooperación internacional y financiamiento coinciden con un momento de necesidad crítica: millones de niños y jóvenes requieren ese apoyo para mitigar el impacto desproporcionado que el cambio climático tiene sobre su vida cotidiana y sus oportunidades de futuro.
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Desigualdad en aumento
El informe también plantea un escenario agravado por la desigualdad social. Si la región experimentara un aumento sostenido de un 1 % anual en el coeficiente de Gini —que mide la desigualdad de ingresos—, la cantidad de niños empujados a la pobreza por el cambio climático podría duplicarse respecto a las proyecciones iniciales.
Esto significa que, además de los riesgos asociados a los desastres naturales y a la crisis climática, los patrones de exclusión social y económica amplifican la vulnerabilidad de la niñez. Los más pobres, que menos contribuyen a las emisiones globales, son quienes terminarán cargando con las consecuencias más graves.
Recomendaciones de CEPAL y UNICEF
El informe plantea una serie de recomendaciones urgentes:
Fortalecer la resiliencia de los servicios sociales básicos, garantizando que escuelas, hospitales y sistemas de agua potable estén preparados para enfrentar emergencias climáticas.
Aumentar el financiamiento climático sensible a la infancia, de manera que los programas de adaptación y mitigación incluyan explícitamente los derechos de los niños y jóvenes.
Diseñar sistemas de protección social adaptativos, capaces de responder de forma inmediata a crisis como inundaciones, sequías o desplazamientos.
Incorporar la educación climática en los currículos escolares, fomentando la participación activa de niños y jóvenes en las políticas de respuesta y adaptación.
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Una advertencia para la región
La CEPAL y UNICEF concluyen que el impacto del cambio climático sobre la pobreza infantil y juvenil de América Latina será tan profundo como las decisiones que se tomen hoy. Sin una acción inmediata, el continente se expone a un retroceso histórico en el bienestar de su población más joven.
“Estamos hablando del futuro de una generación entera”, señala el informe, que insiste en que el costo de no actuar será mucho mayor que la inversión necesaria para adaptar las economías y proteger a los más vulnerables.
El mensaje es claro: el cambio climático ya no es una amenaza abstracta, sino un factor real que puede condenar a millones de niños y jóvenes a una vida marcada por la pobreza y la desigualdad.