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El carpintero de La Candelaria: madera y legado que perduran

Un recorrido por el trabajo de carpintería de quienes restauran el patrimonio arquitectónico del centro de la capital.
Nicolás Sastoque - Radio Nacional de Colombia
Richard Hernández

Las fachadas del histórico y pintoresco barrio de La Candelaria de Bogotá son como un álbum colorido de imágenes que atraen al visitante. Unos elementos importantes que les dan notoriedad son sus portones, ventanas y balcones. En esos objetos se encuentra plasmada la mano artesanal de carpinteros de este sector de la ciudad.

Carlos Eduardo Cardona es uno de los pocos carpinteros que quedan en el barrio La Candelaria. Hace 48 años llegó, de Manizales a Bogotá, con sus padres. Luego de terminar el bachillerato en el Instituto nocturno de San Juan Bautista de la Salle, hizo una semicarrera de educación física gracias a la cual, trabajó en varias instituciones. En sus ratos libres se dedicaba a la restauración de muebles.

Empezó con un pequeño negocio haciendo arreglos a los amigos: taburetes, sillas y sofás. Así se fue formando en el arte de la madera realizando labores de tapicería, pintura y el envejecimiento de muebles para darles esa textura, y para que conservaran su estética antigua. Luego en el barrio empezaron a requerir sus servicios.

“Así empecé a darme a conocer y comenzaron a salir grandes contratos como la restauración de la Corporación Luis Carlos Galán en la calle 10 con carrera 4. También hice la restauración del International House, un centro de idiomas que funcionaba en esa misma dirección y que pertenecía a las hermanas Rodríguez Fonnegra. Esta casa colonial fue famosa porque allí almorzaban, con ajiaco, los presidentes colombianos que se acababan de posesionar”, cuenta.

Otro de los trabajos importantes que ha realizado don Carlos, fueron los pulpitos de la iglesia de La Candelaria, en donde se demoró un año y dos meses. Para esa restauración utilizó pino romerón, y tuvo que laborar sin ayuda, porque los religiosos le permitían entrar solo a una sola persona. Don Carlos también aportó con su conocimiento a la restauración del Museo de Bogotá, una casa que data de 1636. Allí hizo algunas pequeñas labores. Además, viajó a la población de Icononzo (Tolima) en donde sirvió de intermediario para que se utilizara la teca, una madera que abunda en esa región y es resistente al sol y al agua, por lo que se trabaja mucho con ella.

Generalmente don Carlos acostumbra a trabajar con su esposa Esther. Ella aprendió el oficio al lado suyo, viéndolo trabajar en el taller que tienen en la casa que perteneció al famoso y controvertido abogado de los artesanos José Raimundo Russi, y que Doña Esther heredó de sus padres, quienes la habían comprado. La puerta de esta casa es rústica porque lleva mucha forja. Los botones son en puro bronce, pero pintados de negro para que no se los roben, como pasó con el golpeador.

Cuando se hacen restauraciones en estas casas antiguas, dice don Carlos, hay que conservar la misma madera, que en la mayoría de los casos es pino romerón. Otros inmuebles han utilizado el cedro, caoba y roble. Por lo general las fachadas se retocan para dejarlas originales tal como son. Si se realiza alguna renovación más profunda es porque el IDCP otorgó el permiso.

“Hace 10 años el trabajo era muy bueno. Se mantenía uno muy ocupado, hasta con tres casas a cargo. En esa época éramos muchos, pero fuimos pocos los escogidos. Me he dado a conocer por mi buen trabajo. Me dedico mucho a mi familia y a mi labor. Soy muy cumplido, eso ha hecho que adquiera mucho prestigio. Me conservo entre los poquitos que quedamos (unos tres) en este sector. En el barrio Belén la mayoría de talladores han muerto”, afirma.

Don Carlos siempre ha preferido la madera natural que la prensada. Él no va con ese tipo de materiales modernos que la gente utiliza. Por eso dice que, el que tenga muebles en pura madera, es como tener oro en su casa. Además, señala que por eso hay gente que conserva sus muebles de generación en generación y prefieren mandarlos a restaurar.

Cuando se le pregunta sobre la importancia de su trabajo, comenta: “ver las obras plasmadas por mis propias manos, porque yo también hago la talla, es una forma de permanecer por siempre. Por eso le digo a mi hija, cuando hace recorridos, que muchas de las ventanas, portones y balcones de esas casas fueron hechas y restauradas por mí. Ella le va a decir lo mismo a mi nieta, y ella también a sus hijos y amigos, y así me recordarán”.

Los portones de La Candelaria

Muchas de esas puertas han sobrevivido al paso del tiempo gracias al tipo de madera con que fueron elaboradas. Asimismo, cuando han tenido que ser restauradas, han contado con la mano experta de los carpinteros del barrio Belén que, durante muchos años, aportaron con su arte a la conservación, al igual que sus colegas del barrio La Candelaria.

“En el centro se evidencian diferentes tipos de carpinterías. Generalmente para las casas coloniales y republicanas, sobresale la madera principalmente, con trabajos de ornamentación en metal” señala el arquitecto Diego Martin Acero, del equipo de Intervención de fachadas de la subdirección de protección e intervención del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural (IDPC).

También señala que, dependiendo de la carpintería, ellos hacen la intervención, que es muy superficial. Generalmente la mediación está orientada en hacer una limpieza y un enlucimiento. Para los trabajos de restauración por parte de los propietarios, se tiene que presentar un proyecto que explique el tipo de intervención: ¿cómo se va a realizar? ¿con qué productos?

“Si en algún momento a un propietario le da por cambiarla porque está en mal estado o porque tiene algún problema, tiene que responder a unas formas, a unas dimensiones y al tipo arquitectónico del inmueble. Eso es lo principal: que todo sea un conjunto de la lectura general de la fachada. Generalmente para hacer esos trabajos técnicos tiene que haber una experticia; no se puede contratar a cualquier carpintero. Nosotros no tenemos carpinteros”, comenta entre risas.

Dentro de los procedimientos que el IDPC hace, aparte de ese enlucimiento, también está la limpieza de los elementos metálicos. Es decir, la limpieza de los estoperoles que, generalmente, en las carpinterías coloniales se encuentran como elementos de ornamentación y como elementos estructurales de las puertas. Además, señala el arquitecto, que hay muchas portadas en el centro fabricadas en ladrillo, piedra e incluso cemento, y otros elementos que sobresalen del plano de la fachada y que ayudan a resaltar la importancia de la carpintería.

Las carpinterías, a pesar de que el IDPC intenta intervenir y que están siempre en el radar de esta entidad, a veces no pueden controlar que los propietarios las intervengan. Muchas veces hacen modificaciones que no son las apropiadas, aunque generalmente, tienden a cuidarlas y a mantenerlas. Por esa razón, señala el experto, se pueden identificar las carpinterías en el tono natural de la madera.

Hay muchas que están enlucidas de verde o caoba que son como los colores principales y que responden también a una época arquitectónica en donde se daba un tono y sólo aquel era el que tenía que usarse. También resalta que hay carpinterías muy simples y hay otras más complejas por su diseño y en la forma en que se elaboran, pero eso no quiere decir que unas tengan más valor que otras, sino que a veces también responden a una simpleza en las fachadas y en su composición.

“Por eso hay carpinterías que son solo el tablero, o el tablero está dividido en dos, pero si uno mira en conjunto, la fachada responde al estilo arquitectónico representado, generalmente el colonial. En el republicano ya se empieza a ver una cosa más elaborada, con más ornamentos como los boceles, con más objetos metálicos y también empieza a aparecer el vidrio”, concluye el arquitecto Diego Martín Acero.

Foto: Nicolás Sastoque - Radio Nacional de Colombia

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