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Las nuevas voces de la narración oral en el Caribe

Cada año en el marco del Caribe Cuenta, la Fundación Luneta 50, convoca a narradoras y narradores de la región.
Crédito: Luneta 50
Rodolfo Rodríguez

Cada año en el marco del Caribe Cuenta, la Fundación Luneta 50, convoca a narradoras y narradores de la región. El objetivo es identificar a quienes se encuentran en tránsito de convertirse en profesionales, para proyectar el talento de nuevas figuras de la oralidad.

La idea surgió en 2006 invitando a mayores de 18 años. Hace 13, convocando a niños, niñas y adolescentes y esta versión 2.021, por tercera vez, el turno fue para cuenteros universitarios.

“Lo hicimos con el propósito de abrir un espacio para que los jóvenes levanten sus voces, compartan con la comunidad sus anhelos, sus sentires, y cuenten las historias que les interesan o conmueven”, nos dice Zoila Sotomayor, la directora de la Fundación, que organiza el Caribe Cuenta.

Las nuevas voces

Alejandra Marín, es una joven que pronto se graduará como maestra en Arte Dramático de la Facultad de Bellas Artes en la Universidad del Atlántico.

“Mis recuerdos de infancia, son sonoros, los tambores, los desfiles del Carnaval de Barranquilla, mirando, sentada en un bordillo, sobre un cojincito, la alegría y la algarabía de la gente. A eso se suman, los recuerdos de mi padre, él es de Medellín, era, como dicen, un culebrero. Esa diferencia sonora, generó en mí la inquietud para, de una u otra forma, en la edad adulta, ser una narradora oral”, expresa.

Mientras camina por una calle de Barranquilla, Alejandra, en medio de risas, dice que siempre he sido la contadora de la casa. “He sido la que cuenta las historias, en medio de las reuniones, a la que le pasa de todo, la que todo le parece mágico, incluso, mis hermanos me dicen: ¡oye! a ti te pasa de todo”.

“La verdad, a todos nos pasa de todo, pero algunas personas cuando vemos esas cosas tan minúsculas o tan grandes, las identificamos y se convierten en el material para crear, y al contarlo en historias, eso parece fantasía. Yo siempre he contado cosas, pero hasta ahora estoy descubriendo o reconociendo que mi inclinación está enfocada en la narración, explica la joven.

Y añade: “mi primer texto surgió a partir de los cuentos que escuchó que he escuchado mi papá, de mis vivencias y la imaginación. Así creé una de las obras que narré en el Caribe Cuenta, se llama Nostalgia de un carnaval, es un homenaje a una mujer que vivió por las fiestas”.

Alex Tilano Molina, es comunicador social de profesión, narrador oral de vocación.

“Soy alguien, como digo yo, quien tiene una bipolaridad, en la que como periodista habla uno de la objetividad, de información y de pronto, el swiche se cambia de chip a cuentero. En mi personalidad como cuentero es narrar la historia más larga, con más detalle, ponerle más folclor”, dice Tilano, egresado de la Universidad Autónoma del Caribe y quien ejerce el periodismo en medios comunitarios en el municipio de Barona, Atlántico, donde reside con su esposa e hijos.

Para Tilano todas las etapas de la vida son productivas. “Esto queda ilustrado, recientemente, con el logro de ser escogido como uno de los nuevos narradores orales”.

“Debemos continuar por el camino de la profesionalización del artista, formarnos, pulirnos, aprender, compartir. Para que prevalezca la tradición oral, como un oficio, no como un trabajo remunerado, hay que valorarlo como un oficio, como una vocación”, subraya Alex Tilano Molina.

Tilano Molina se autoreconoce como narrador, lo dice en medio de una sonrisa, mientras recuerda que “desde los 12 años, mi faceta del arte era contar chistes, en la casa, en el barrio y en eventos del pueblo. Yo soy de pueblo, de un corregimiento que se llama Chorrera, jurisdicción de Baranoa. Un lugar, que es cuna de músicos y narradores”.

“En mi adolescencia, durante el bachillerato participaba en cuanto evento cultural había. Después, cuando inicio mi carrera de comunicador, gracias a la crónica, leyendo a García Márquez, a Héctor Rojas Erazo, comienzo a descubrir que este género es un cuento largo, con más detalles. Eso me ayudó mucho y me permitió identificar mi parte artística y descubro a los cuenteros del pueblo”, enfatiza.

Viendo mi vida en retrospectiva, “yo era un cuentero en potencia y no lo sabía. Lo ejercía por intuición. Mi papá era un cuentero, que la gente pese a conocer una historia, se la pedían una y otra vez, sólo para escucharlo”.

El caribe colombiano es una de las regiones en las que la oralidad es la esencia de sus habitantes. Es una tradición en la que la palabra tiene mayor importancia, incluso, que un papel. Al menos, eso recuerdo que decían mis abuelos, y a su vez, ellos lo escucharon de sus abuelos. Es un proceso que viene de generación en generación.

 

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