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"Parlante", su misión hidratar a un pelotón en movimiento

Gonzalo Agudelo es el personaje de encargado de entregarles la hidratación a los ciclistas durante el recorrido de las etapas de la Vuelta a Colombia. Conversamos con él sobre la difícil misión de hidratar al pelotón en pleno movimiento de la #VueltaCOL2015.

Heredó el apodo de su hermano, quien tuvo que retirarse, y ahora sigue gritando con más fuerzas que antes.

Lea la anterior frase lentamente, divídala en tres pedazos y haga de cuenta que cada uno es un verso que rima de manera natural. Así son los diálogos con Gonzalo Agudelo, un hombre dicharachero, que sisea mientras habla con una sonrisa enorme que invita a la cordialidad. Involuntariamente versifica. Lo hace con tal espontaneidad que pareciera que sus palabras salen de manera automática antes de ser procesadas en la cabeza. No en vano se dedicó a la trova en la década de los 80 junto a grandes exponentes como Miguel Ángel Zuluaga, con quien compartió varios festivales nacionales en Medellín y Manizales

Cuando conversa lo más seguro es que ponga su mano en el hombro de quien lo escucha para generar confianza. Así se hace en Ciudad Bolívar, Antioquia, con el forastero, así se le hace sentir como amigo de la casa. “Hágale, papá. Pregunte lo que quiera que lo que le tengo son respuestas”. No sería loco decir que ‘Parlante’ es el hombre más conocido del pelotón. Y no precisamente por ser un referente con sus pedalazos. “Mijo, yo fui muy malo, un novatico. Con decirle que en vez de soporte para caramañola llevaba cenicero”. Nació hace 64 años pero charla con la chispa de los 15 manteniendo esa agudeza que parece acompañar al paisa de cepa hasta la tumba.

-Parlante, ya estás viejo.

- Ave María. No estoy viejo sino ‘curaito’.

Heredó el apodo de su hermano Hernando cuando este se retiró del ciclismo, y pasó de ser ‘Parlantico’ a ‘Parlante’. También la voz gruesa, como si tuviera un megáfono en la garganta que amplificara cada sonido que producen sus abultadas y bastante templadas cuerdas vocales. “Es que yo tengo el FM descompuesto al hablar. Eso no es culpa mía, papá”. No es necesario buscarlo con la vista. Bastan con cerrar los ojos, dejar que el oído afine, y seguir la baja frecuencia de sus sonidos.

De todas maneras, si oír cuesta trabajo, hay que mirar por todo lado hasta encontrar un hombre vestido de rosado, de pies a cabeza, al lado de una moto KLR Kawasaki de cilindraje 600, imposible de pasar inadvertida. “Es una máquina viajera y muy serena para manejar a pesar de la potencia. La tengo bien disfrazadita para que se vea muy linda”, dice Gonzalo como si se tratara de un caballo de paso de los que acostumbraba ver en las muestras de callejón en su pueblo.

A cada lado de lo que parece una especie de híbrido entre motocicleta y auto hay dos neveras en las que ‘Parlante’ lleva agua, gaseosa y squash para los pedalistas. Es uno de los hombres que más se mueve en la carrera y de los más importantes ya que tiene la misión de hidratar a un grupo que supera los 160 corredores. Su experiencia como entrenador le permite leer la prueba, entender los momentos y descifrar gestos que para otros pasarían como desapercibidos. No abastece en subida porque corta la respiración del ciclista y la acción de competencia. Tampoco en bajada porque puede generar un accidente. Normalmente espera por el llano, donde la calma relativa le facilita el trabajo.

“Modestia aparte, no basta con tener una moto grande si no sabés moverte e interpretar lo que sucede. Uno ya conoce las necesidades básicas, térmicas y elementales de ellos y así vas cumpliendo la tarea”. Modestia aparte, así blinda las frases que podrían hacerlo pasar como presuntuosos. Pero no lo es. Todo lo contrario: es humilde y sencillo, pues prefiere que los hechos hablen por él.

Sin su ayuda la cuarta jornada de esta Vuelta a Colombia, que se disputó por la Ruta del Sol con Guaduas como punto de salida y llegada, hubiera sido un completo infierno. “Yo tengo cientos de competencias encima y nunca había vivido un calor tan bravo como el de ese día. Íbamos en un cañón sofocante a más de 42 grados y sin una brisa que refrescara la cara. Hice siete viajes de recargas y repartimos cerca de 600 botellas de agua, independientes a las que cada equipo da a sus corredores. La costa es muy caliente, sobre todo entre Sincelejo y Cartagena, pero Guaduas le ganó”.

No siempre ha tenido su compañera de alto cilindraje para esta labor. En sus comienzos, lo hacía desde tierra adelantándose al grupo y tomando un punto de referencia. Cogía como podía ocho bidones con ambas manos y corría casi a 20 kilómetros por hora para poder entregar el líquido. Cuando la fatiga se interponía apelaba a su puntería y arrojaba las caramañolas al pelotón para que los corredores las tomaran en el aire. “Eso se podía hacer cuando éramos jóvenes y fuertes”, cuenta un hombre que a sus 64 años luce tan firme como un roble centenario.

Pero su vigor no se limita a la parte física. Su vehemencia va de la mano con su corazón. Hace tres años en una etapa del clásico RCN, entre Caucasia y Santa Rosa, se fue al piso por culpa de un ciclista. Dice que nunca había visto que una moto fuera derribada por un pedalista de tal manera. Se fracturó la cabeza del húmero y la cabeza del fémur. Su motocicleta terminó en la grúa y él en la ambulancia. Pasó la noche en cuidados intensivos en Medellín aporreado por el golpe.

Al otro día, en un ataque de terquedad, fue y buscó su moto, y continuó la carrera hasta Tunja. Su brazo izquierdo no obedecía por lo que fue necesaria la ayuda del derecho para poner la mano en el manubrio y poder apretar el clutch con los dedos. A la mitad de carrera, el brazo derecho ayudaba a bajar el izquierdo para que descasara por unos minutos sobre una de las neveras frías. Así llegó hasta Boyacá después de siete días en los que negó el dolor con tal de cumplir su tarea de manera sacrosanta.

***

Gonzalo lleva 30 años buscando nuevas promesas del ciclismo por todo el país. Ha levantado cuatro generaciones de escarabajos y ha encontrado estrellas como Héctor Iván Palacios, Héctor Manuel Castaño, Óscar de J. Vargas, Carlos Mario Jaramillo, Reynel Montoya ,entre otros. Esos son los que recuerda al instante pero de seguro en el archivo recóndito de su memoria hay cientos más. Así como no le falla el ojo con los caballos tampoco se equivoca con los pedalistas. El más reciente: un bogotano flaquito, pecosito y con una risita espontánea igual a la suya.

“Conocí a Esteban Chaves hace seis años en un torneo de novatos que hicimos en el suroeste antioqueño. Un corredor guapo, ‘metelonsito’ que le gustaba irse a la fuga sin miedo de que se le acabaran las fuerzas. Lo llevamos a nuestro equipo y ganó la Vuelta al Cauca, la contrarreloj en la Vuelta a Marinilla y ahí me di cuenta de que iba a ser un fuera de serie”. El agradecimiento del ciclista del Orica GreenEdge es tanto que aún hoy lo sigue llamando para darle las gracias cuando obtiene un buen resultado. “Desde que ganó el Tour de l’Avenir siempre me marca. Es un pelao agradecido que aprendió muy rápido los pormenores del oficio. Lástima la caída que tuvo sino estaría peleando las grandes carreras”.

‘Parlante’ también intentó que la vena del ciclismo tocara otra generación de su familia. Articulando tuerca y tornillo formó a Elizabeth y la convirtió en una de las mejores ciclistas del país. A pesar de que su hija corrió en Europa, fue campeona Panamericana y nacional de pista, no tuvo la difusión que demandaba su talento. Su pecado: nacer en la misma época de María Luisa Calle. Así como Javier ‘El Ñato’ Suárez estuvo a la sombre de Cochise o Fabio Parra a la de Lucho Herrera, Elizabeth estuvo eclipsada por la medallista olímpica. “Mi nena era una tesa. Ganaba en todo lado. Pero María Luisa siempre fue la consentida. Esas cosas pasan”.

Su búsqueda continúa. Y mientras siga siendo andariego (porque las fuerzas sí que le sobran) recorrerá cuanto municipio pueda para encontrar los nuevos talentos del ciclismo colombiano. Tiene el toque del Rey Midas y sabe que no lo puede desaprovechar en beneficio de una estirpe que se ha ganado el respeto del mundo entero. Al terminar la charla, Gonzalo se despide de la mejor forma posible: coordinando palabras con la lucidez de quien no hace algo por primera vez.

“Pues quiere que yo le trove y me mira a simple vista, mi Dios le pague, dice ‘Parlante’, por esta buena entrevista”.

Por: Camilo G. Amaya, enviado especial Vuelta a Colombia. Vía Señal Deportes

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