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Pianomóvil: caminos de partituras, música y paz

Creado en 2016, Pianomóvil es un proyecto que busca recorrer los caminos de Colombia con el objetivo de facilitar el acceso a la música.

Por: Ángel Batista. Andemos.

Creado en 2016, Pianomóvil es un proyecto que busca recorrer todos los caminos de Colombia con el objetivo de facilitar el acceso a la música de las comunidades apartadas de las grandes ciudades.

El piano no es un instrumento fácil de trasladar. Se requiere de una verdadera técnica para lograr mover los cerca 300 kilos de maderas, cuerdas y percusiones que pesan algunos de los pianos más ligeros.

Es necesario saber montar y desmontar las piezas de gran tamaño sin que estas se averíen, mientras se procura que se desafine lo menos posible el instrumento. Así, se plantea como una hazaña digna de cantos épicos el haber recorrido los 1097 kilómetros que ha transitado el Pianomóvil.

Adicionalmente, el piano es comúnmente asociado a la interpretación de la música clásica, ese género que carga el lastre de ser considerado elitista y de difícil acceso, por eso es tan simbólico que Diego Franco y un equipo de pedagogos musicales haya escogido este instrumento como bandera para llevar convivencia y paz a través de la música.

“La música les permite a las personas expresarse sin palabras. En los estudios que hacemos, hemos visto que los niños que han vivido la guerra en Colombia tienen sentimientos de venganza, pero al acercarse a los programas musicales tienen una forma de liberar esos sentimientos de odio y resentimiento. Están manejando la situación de trauma muchas veces sin darse cuenta” asegura Andrea Rodríguez, directora de eventos de Pianomóvil.

Un intercambio cultural y generacional

La música que trae Pianomóvil crea lazos entre la destrucción que dejó el conflicto y la belleza de la composición artística. Sin embargo, no intenta ser una estética aislada de las particularidades que visita, por lo que integra las particularidades culturales de cada municipio que visita.

En esta ocasión, los municipios de Rovira (Tolima), Yurayaco (Caquetá) y Belén de los Andaquíes (Caquetá) fueron el escenario en que los pobladores empaparon de folclor y tradiciones locales las notas del piano.

Los estudios de Chopin entraron en diálogo con el sonido de los grillos, los ríos, la música andina y los cantos de las matronas locales, de forma tal que cada habitante se sintiera tocado por la necesidad de hacer parte de esa creación colectiva y dejarse llevar por la magia musical.

“En diferentes lugares del mundo en donde se han vivido situaciones difíciles, como en Kosovo o en Irlanda, ha ocurrido que mientras ocurrían los eventos violentos, las personas acudían a la música como resistencia. Los habitantes continuaron manteniéndose unidos y creando belleza porque consideraban que era una forma adecuada de resistir”, afirma Rodríguez.

Las partituras, talleres, conciertos e intercambios fueron la oportunidad para que niños, jóvenes y adultos mayores dialogaran e interactuaran entre sí de una forma que otras actividades no logran, pues les permitía acercarse al diálogo y entendimiento mutuo necesarios para crear buenas piezas musicales.

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