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La visita a los monumentos, una tradición que pervive en Bogotá

Las iglesias, principalmente las del centro de la capital colombiana, son los lugares más visitados durante la Semana Santa para acompañar a Jesucristo en su viacrucis.
Semana Santa Bogotá
Foto: Tomada de Facebook del IDPC
Yaneth Jiménez Mayorga

“Recuerdo que de niño, hace unos cuantos años (voy a cumplir 70), el viernes santo era uno de los días más especiales y solemnes para mi familia. Era el día de estar en silencio, de no jugar, de no correr, de no reír; el día de la vigilia, de guardar el duelo por Jesús; y, en mi caso en particular, era el día que, aunque no me gustaba mucho, tenía que estrenar ropa: traje de paño  (que debía ser oscuro), camisa blanca, zapatos de charol, y algo que no me disfrutaba:  ponerme corbatin, porque era el día, según la tradición familiar, de visitar los monumentos en las iglesias del centro de Bogotá”, evoca Daniel Morales, un devoto católico.   

Una costumbre que, aunque ahora con unos hábitos distintos, continúa en su familia y que posee una larga historia, según explica Efraín Sánchez, doctor en Historia de la Universidad de Oxford, y asesor de la Red de Bibliotecas del Banco de la República. 

Iglesia de las Nieves
Iglesia de las Nieves. Foto: Facebook IDPC.

“Esta es una tradición que tanto en el mundo occidental como en el oriental está estrechamente relacionada con las procesiones. En las arquitecturas persa, griega, romana, egipcia, por ejemplo, había avenidas que estaban dispuestas específicamente para realizar procesiones en ocasiones especiales, una costumbre que se conservó en la tradición cristiana durante la Edad Media, que luego pasó a España y de allí a América Latina, y que tenía que ver con las procesiones que se celebraban especialmente en tres ocasiones especiales: Semana Santa, en la fiesta de Corpus Christi, en junio, y en Navidad”.  

Otra historia le atribuye el origen de la tradición a San Felipe Neri, la que dice que en 1552, en Roma, el sacerdote inició la visita a las iglesias, realizando una procesión pública en las principales siete iglesias históricas romanas (las cuatro Basílicas principales: San Pedro, Santa María Mayor, San Pablo extramuros y San Juan de Letrán), y las iglesias de San Lorenzo, Santa Cruz y San Sebastián mezclando en ellas canciones y sermones, una costumbre que fue secundada por obispos, cardenales y prelados de la corte romana. 


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En Colombia, señala Sánchez, sus inicios se pueden remontar a la época de los centros doctrineros, que eran los lugares donde los españoles concentraban a los indígenas para evangelizarlos. “En esos pueblos, alrededor de las plazas principales había lo que se llamaban las capillas posas, que eran cuatro capillas, las que recorría la Virgen de San José en un burro solicitando alojamiento. De ahí surgió y se reafirmó la costumbre de ir de un lado a otro a ciertos sitios especiales”, apunta el historiador. 

Ya durante gran parte del siglo XIX y del siglo XX, se tenía la costumbre de que las procesiones pasaran de un sitio a otro o de una iglesia a otra en una ruta determinada, donde se hacían altares, a los que se les dio el nombre de monumentos. “Estos altares se hacían generalmente en la calle y no entraban a la iglesia. Posteriormente, se impuso la costumbre de hacerlos al interior de los templos, que no son necesariamente siete como se cree, sino que son de un número indeterminado, y recuerdan específicamente los 14 pasos del viacrucis”, acota Sánchez.  

Capilla del Sagrario
Capilla del Sagrario. Foto: Wikimedia Commons

El recorrido 

En Bogotá los devotos suelen visitar las iglesias más emblemáticas del centro de la ciudad como la Catedral Primada, la Capilla del Sagrario, Nuestra Señora de Las Nieves, San Francisco, la Orden Tercera- también llamada Iglesia de los Estigmas-, de la Veracruz, San Diego, Nuestra Señora de la Candelaria, Nuestra Señora del Carmen, el Templo de San Agustín, Nuestra Señora de Egipto y Nuestra Señora de las Aguas, recorridos a lo largo de los cuales los fieles realizan sus oraciones, otros agradecen favores recibidos, otros tantos hacen peticiones especiales o pagan penitencias, meditan, y otros siguen y acompañan a Jesús en su viacrucis, pasos que se representan en cada uno de los templos. 

Generalmente, y por costumbre, se visitan siete iglesias, en memoria de las siete estaciones del viacrucis que hizo Jesucristo desde el Cenáculo hasta el Monte Calvario, siendo estas: desde el Cenáculo hasta el huerto de Getsemaní; del huerto hasta el palacio de Anás; del palacio de Anás al tribunal de Caifás; del tribunal de Caifás al pretorio, o palacio de gobierno, de Pilatos; del pretorio de Pilatos al palacio del rey Herodes; del palacio del rey Herodes (de vuelta) al pretorio de Pilatos; y del palacio de Pilatos al Monte Calvario.


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Un monumento natural 

Una tradición que se ha arraigado también en los barrios de la ciudad, donde los fieles se reúnen en torno espacios de reflexión y recogimiento colectivo, como el caso de Cerro Seco, en Ciudad Bolívar, un corredor ambiental de una enorme riqueza natural, histórica y cultural, donde hay un árbol de eucalipto que se ha convertido en símbolo de fe, sacrificio y resistencia. 

Palo del Ahorcado Semana Santa
Foto: Oscar Dìaz - IDPC

“Allí existe el Palo del Ahorcado, un árbol alrededor del cual los habitantes, en un proceso de apropiación del territorio, empezaron a celebrar la Semana Santa, al escogerlo como la última estación del viacrucis, uno de los viacrucis más multitudinarios de la ciudad, que ha logrado congregar a más de 10.000 personas”, comenta Blanca Cecilia Gómez Lozano, coordinadora de patrimonio cultural inmaterial del Instituto Distrital de Patrimonio Cultural -IDCP-.  

El peregrinaje inicia en la parroquia de Candelaria la Nueva y culmina en lo alto del Cerro Seco hasta donde los devotos cargueros llegan para ubicar la gigantesca cruz que llevan a cuestas-que permanece durante todo el año, y que en la víspera de la procesión la bajan repitiendo el ciclo cada año- en uno de los recorridos más largos e intensos de la capital, mientras los demás feligreses dejan pequeñas cruces con sus nombres hechas con palitos de paleta, con las que piden milagros. 

Semana Santa Ciudad Bolívar
Foto: Oscar Dìaz - IDPC

“Detrás de este ritual están esos procesos de organización donde tanto creyentes como otras familias del sector y los jóvenes se reúnen en torno también a la reivindicación de sus luchas. Es una celebración muy bonita porque trasciende un poco ese sentido de lo católico, para ser el epicentro de un encuentro familiar, lleno de simbolismo y de protección ambiental, en el que desde el IDPC estamos trabajando para declararlo como bien de interés cultural”.     

Hoy por hoy, este “monumento natural”, al que otros llaman también ‘Árbol de la Vida’, es uno de los más tradicionales y visitados de la ciudad mostrando que a pesar de las dificultades y el tiempo, la fe sigue viva.   

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