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Tradición panelera, esperanza entre las montañas de Ituango, Antioquia

Por: Wilson Cartagena Colorado - Radio Nacional de Colombia Ituango

Por: Wilson Cartagena Colorado - Radio Nacional de Colombia Ituango

Foto: Julián López.

Es viernes, el amanecer está cerca, los pájaros cantan y el sol raya el horizonte. Don Arturo Posada, le indica a Robinson, que encienda el motor. Son ocho caballos de fuerza los que se activan. Lentamente, el humo se apodera del lugar y todos están listos para iniciar la molienda. El fogón está encendido, las llamas se visualizan dentro de lo que se denomina la tronera, es el sitio más tibio del lugar, que aún no entra en calor.

El sonido crujiente de la caña se mezcla con el retumbo del motor; este pareciera hacer una pausa, ante los dulces jugos de las cañas trituradas en los molinos de este trapiche.

Don Arturo Posada es de baja estatura, moreno, delgado, en su cara se dibuja el cansancio, usa un sombrero blanco, botas de caucho y carga siempre un machete; es el dueño del trapiche y aún confía en las bondades del campo.

“Vea la tranquilidad, el campo es lo mejor que uno tiene, desde por la mañana escuchar los pájaros, todo, los vecinos. La gente del campo es como muy humilde y muy servidora, uno nunca tiene problemas por aquí, no hay problemas de nada, entonces aquí uno vive muy tranquilo, como el ambiente, todo. Entonces, yo aquí me amaño mucho”, comenta.

Luis Alberto López García lleva más de 6 años trabajando con la panela, él es todero, es decir, hace todas las funciones del trapiche panelero.

“Yo dentro de la molienda sé de todo y me toca hacer de todo, he estado allá en la máquina, he estado aquí con la panela, he estado allá limpiando guarapo y he estado allá horneando”, explica.

Este campesino confía en la panela como una fuente indispensable para el sustento de su familia. De allí, saca los recursos económicos suficientes para la manutención de los suyos, él también vive en la vereda Chontaduro, es vecino de don Arturo el propietario, con quien trabaja desde hace varios años.

Foto: Gloria Morad.

Esta zona está ubicada en Ituango (Antioquia) a una distancia de 30 kilómetros aproximadamente de la cabecera municipal, es considerada el territorio más dulce de Ituango, como lo denomina Néstor el Poeta Úsuga, un docente de esta vereda, que utiliza la rima de la trova y la poesía, como elemento pedagógico.

“Vea hermano, la tierra más dulce de Ituango es Chontaduro, pero lo dulce es algo contagioso, es el mayor atributo de las personas que habitan este territorio, la hospitalidad, eso es lo mejor, y claro, las bellas montañas, el sonido de las aves, y sobre todo la tranquilidad”, asegura.

El sonido del motor no para, las mieles se confunden en un difuso paisaje de vapores y humo, el dulce impregna todo el lugar.

Los paneleros de Chontaduro están organizados, quieren mejorar sus prácticas productivas y están dispuestos a hacer una producción más limpia, con el fin de ofrecer su producto alimenticio a otros mercados del departamento o el país.

Ellos confían en los Planes de Desarrollo con Enfoque Territorial PDET, para fortalecer su asociación, creen que las cosas van a mejorar en temas de vías, proyectos productivos, acompañamiento y asesoría, para sacar sus familias adelante y aportar a la construcción de la paz territorial, con la que han soñado por años.

“Los PDET en Ituango se construyeron con la comunidad, aquí están inmersos todos los sectores del municipio y vamos a cumplir con las comunidades. Ya se han realizado intervenciones en pequeñas obras de infraestructura comunitaria denominadas PIC, en las que se incluyen casetas comunales, aulas escolares, puentes y otros”, señala Jorge Raúl Gallo Machado, director Agencia para la Renovación del Territorio ARN en Ituango, quien además puntualizó que el campo será prioritario en estos planes, en los cuales también cuentan los entes territoriales.

La panela sale en varios ciclos, se arruma en un costado del trapiche, allí esperan a que rebaje su temperatura, la empacan, y luego la transportan en camión de escalera al pueblo. En la cabecera, don Arturo la vende, y luego le paga a sus trabajadores, entre estos a don Luis, quien espera ansioso con su familia para comprar el mercado, sus dos hijas también están ansiosas, pues saben que en el mercado nunca faltan los dulces y galletas.

El olor a panela de otro trapiche llega a varios kilómetros a la redonda, viaja como el sonido del motor, viaja como la nube de humo que se ve en el horizonte. En esta, van las esperanzas de don Arturo Posada y su comunidad.

Solo le piden al Estado que les brinde las garantías para trabajar, eso es lo que piden, que los dejen trabajar; que los grupos armados los respeten, que no los mezclen en el conflicto, que ellos, ya están construyendo su territorio de paz.

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