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Algunas voces femeninas que impulsaron el jazz colombiano

Hacemos un recuento por algunas voces femeninas que le han dado impulso al jazz colombiano en las últimas décadas.
Luis Daniel Vega

A lo largo de varias publicaciones hemos intentado resaltar el papel de las mujeres en el devenir del jazz nacional como fue el caso de ‘Desde adentro: mujeres pianistas en el jazz colombiano’. En esta ocasión nos concentraremos en las voces. Antes de avanzar, hay que hacer una anotación pertinente: el desarrollo vocal del jazz colombiano es reciente. Solo hasta principios de los setenta, como bien nos informa el baterista Javier Aguilera en su ensayo ’30 años de música en la noche bogotana’ (2000), aparecen las primeras mujeres en los escenarios nocturnos. Marta Trujillo, Pilar Botero, Ana María González y Marta Patricia Yepes, son algunos nombres que aparecen en el recuento de Aguilera, quien, dicho sea de paso, nos advierte que fue esta última la que gozó de mayor protagonismo antes de ir a vivir a España donde se instaló definitivamente desde los ochenta.

Infortunadamente, no hay registros discográficos que den cuenta de la actividad de estas cantantes en aquellos años. Es por ello que nuestro punto de partida inicia a mediados de los noventa cuando, además de las primeras grabaciones, se manifiesta un estilo de jazz que se sumerge en las músicas tradicionales locales, especialmente las de las dos costas y el interior. Aunque breve, esta historia fragmentada tiene episodios emotivos, colmados de imaginación, inmersos en tristezas, exploraciones arriesgadas y alegrías antiguas.

Claudia Gómez

Nacida en Medellín en 1952, Claudia Gómez proviene de una familia arraigada en la práctica musical que se remonta a su abuelo Enrique Suárez, cofundador de una de las primeras agrupaciones de jazz en Medellín, y su madre, Ángela Suárez, quien fue una famosa cantante de boleros y baladas apadrinada en los sesenta por el sello Codiscos.

Claudia, por su parte, debutó desde muy niña en el ámbito del rock juvenil y consolidó la primera parte de su carrera en San Francisco, ciudad a la que llegó a principios de la década de los ochenta. Luego de su debut en 1989 y tres discos posteriores que grabó entre Estados Unidos y España, la cantante regresó de nuevo a Colombia en 2002. Un par de años más tarde, junto a músicos de Puerto Candelaria y el saxofonista Antonio Arnedo, editó ‘Majagua’ (2004), disco que recorre los cuatro puntos cardinales de Colombia. De allí se desprende un precioso bambuco original de la cantante y su versión de “Los sabores del porro”, una de las composiciones emblemáticas del compositor e intérprete cienaguero Pablo Flórez.

Urpi Barco

Otra de las canciones grabadas por Claudia Gómez en Majagua fue “Arrópame que tengo frío”, un romance tradicional del río Atrato. Recientemente la cantante bogotana Urpi Barco la incluyó en ‘Manglares’ (2020), su más reciente producción discográfica. Allí interactúa con la envigadeña, de quien dice es una de sus grandes referencias vocales. Barco, quien se instala en la tradición mestiza de cantautoras e intérpretes nacionales que han esculcado en los cancioneros populares, hunde raíces en esa nostalgia y la refresca desde el jazz como también sucede en su versión de “Ronca canalete”, aquella canción guapireña que en esta ocasión le hace guiños al flamenco.

Diana Tovar

Al igual que Urpi Barco, y perteneciente a la misma generación, la cantante Diana Tovar indaga en las rítmicas del Caribe y el Pacífico para encontrar su voz. Compositora, pedagoga, activista y consultora independiente en temas relacionados con derechos humanos y género, la cartagenera conjura nuestra propensión a la violencia, a través de canciones que intentan sanar esas heridas que a veces parecen irreparables. Buena parte de ‘Canciones de mar y río’, disco con el que debutó en 2020, está sintonizado con su tesis de maestría en Derecho titulada ‘Memorias, cuerpos y música, la voz de las víctimas en Colombia’. De allí a que sea un disco que no se escapa de la melancolía.

Junto a músicos como Nicolás Ospina, Adrián Sabogal, Santiago Sandoval, Julián Gómez, Leonel Merchán, entre otros protagonistas del jazz nacional, Diana Tovar abarca extremos como “Durumba”, una vieja canción de cuna de su autoría y “Luna que te coge”, un canto crepuscular que evoca al porro chocoano.

Lucía Pulido

En otra orilla más experimental se encuentra Lucía Pulido, quien luego de su debut epónimo en 1996, presentó ‘Cantos religiosos y paganos de Colombia, una grabación vinculada emocionalmente a Manuel Zapata Olivella, quien, a propósito, le puso nombre a un disco producido por el percusionista japonés Satoshi Takeishi.

Ocho años después, la cantante de sangre sogamoseña editó ‘Luna menguante’, un álbum nocturnal en el que interpretó algunas canciones que años antes Manuel Zapata Olivella le había “regalado” con la condición de hacer con ellas lo que le dictara su bendita intuición. Con los arreglos de Sebastián Cruz, este compendio taciturno de cantos de velorio y vaquería, tonadas llaneras, gritos de monte, sones chocoanos y bullerengues contiene una secreta correspondencia con ‘Por esos caminos’, disco de 2011 que evoca canciones tan iridiscentes como sombrías. Es el caso de la desgarrada versión de “Por qué me pegas”, original de Etelvina Maldonado.

Juanita y Valentina Añez

Fue precisamente el trabajo de Lucía Pulido lo que detonó hace más de una década el inicio del cuarteto Bituin. Desde ‘Paisaje abierto’, su debut en 2011, pasando por ‘Entre tu pueblo y mi pueblo’, de 2014, las hermanas Valentina y Juanita Añez –junto a los hermanos Daniel y Santiago de Mendoza- han hecho una de las lecturas más arriesgadas de los cancioneros populares latinoamericanos.

Más allá del recurso exótico, el gesto de Bituin es osado. En ‘Lluvia en el maizal’, su tercera producción discográfica publicada en 2018, saltan del contexto continental y se concentran en compositores colombianos como Lorenzo Márquez, de quienes interpretan “Ceguera”.

Gina Savino

En contraste a todas las cantantes anteriores, aparece Gina Savino, quien publicó ‘Un lugar’ (2007) junto al guitarrista Kike Mendoza. Del carácter terroso y acústico de ese primer disco, la bogotana pasó a un extremo más eléctrico y rockero con ‘Naoh’ (2010). Allí, con la compañía de Jaime Andrés Castillo en la guitarra, Juan Carlos Padilla en el bajo y Pedro Acosta en la batería, Savino se hunde en la introspección con piezas de lírica minimalista como “Luz de sal” y otras en las que el recurso técnico se alinea con una suerte de scat poco convencional.

Juanita Delgado

Al cierre de esta cartografía sonora de algunas voces femeninas del jazz en Colombia, encontramos a Juanita Delgado, una artista multifacética que ha desarrollado su carrera en el canto desde ámbitos como el teatro, la improvisación libre, el video experimental, la acción poética y la instalación. Su carrera discográfica inició hace dos décadas junto al Grupo Canto, con el que interpretó repertorio de música antigua latinoamericana.

Desde esos días ha incursionado en el folclor y la canción experimental como sucede en ‘Canciones internas y de otras partes’ (2016), un disco junto al pianista bogotano Ricardo Gallo en el que exploran libremente un repertorio variado que va desde Violeta Parra hasta Adolfo Pacheco.

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