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Luis Enrique Martínez: el juglar que innovó y dejó escuela en el folclor vallenato

Para muchos Luis Enrique Martínez fue el papá de los acordeoneros. Además de innovar con la introducción de los bajos en la música vallenata, dejó escuela con sus estructuras, estilo y manera de componer.
Luis Enrique Martínez, el 'Pollo vallenato' | Historia y legado
Foto: Colprensa
Tatiana Orozco

El intercambio de saberes y la oralidad que tanto reinan en la costa Caribe colombiana fueron dos componentes fundamentales para el nacimiento de uno de los grandes de la música vallenata, como lo fue Luis Enrique Martínez, el ‘Pollo’ Vallenato.

Luis Enrique Martínez Argote nació el 24 de febrero de 1922 en el corregimiento El Hatico, jurisdicción de Fonseca, La Guajira, y murió el 25 de marzo de 1995.

Desde pequeño se interesó por la música, gracias al ejemplo que le dio su padre, el también acordeonero Santander Martínez, quien conformó un conjunto aficionado en el que Luis Enrique muy joven empezó tocando el redoblante y las maracas.

Luego de la separación de sus padres, el ‘Pollo Vallenato’ se quedó con su madre Anatividad Argote en Fundación, Magdalena. Fue en ese municipio donde empezó su curiosidad por el acordeón.

Mientras fue creciendo, Luis Enrique Martínez también inició su recorrido por el Magdalena Grande, se paseaba los pueblos del Magdalena, pero fue en El Copey, Cesar, donde se casó con Rosa Elvira Serrano y empezó a salir de su labor de agricultor para tomarse en serio la música. Su carrera artística empezó en 1947, después de escuchar a Abel Antonio Villa, quien le aconsejó que tocara en varios escenarios y confiara en su talento.

En sus viajes se encontraba con otros acordeoneros con los que hacía intercambio de saberes, al hacer sus propias conclusiones y agregarle creatividad organizó lo que se llamó la estructura para interpretar el acordeón.

“Es que él fue un pionero de nuestra música vallenata, creó la ruta para interpretar una canción haciendo la melodía en la introducción, adornos, giros para dar entrada a la letra, el acompañamiento armónico cuando el cantante estaba interpretando la melodía y letra de la canción, él acompañaba con los bajos, adornos o conectores melódicos. Lo mismo en el intermedio. Organizó las rutinas, la digitación, la sabrosura, el remate, el contrarremate, la entrada a la segunda estrofa y la final”, asegura emocionado el profesor Roberto Ahumada, acordeonero, investigador cultural y docente.

Y como no hablar con tal emoción, sí pudo constatar la grandeza del juglar cuando éste llegaba donde su papá Miguelito Ahumada, que tenía un taller para arreglar acordeones: “Yo lo recuerdo como una persona bonachona, siempre me decía que le sirviera el trago lleno a cambio de buenas canciones. Tenía una digitación perfecta”.

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Luis Enrique Martínez era zurdo y un fiel convencido de la teoría que había que usar todo lo que contenía el acordeón. En ese tiempo no usaban los bajos y él fue quién innovó haciéndolos sonar.

“Muchos músicos como Calixto Ochoa y Alejo Durán sabían que quién empezó con ese estilo de los bajos en el acordeón fui yo. Eso es inevitable, porque el acordeón se hizo con los bajos para tocarse. Una vez tuve un pique con Abel Antonio y verseando le pregunté porqué no usaba los bajos, entonces él decía que no se usaban”, dijo Luis Enrique Martínez en una entrevista al locutor Jaime Pérez Parodi.

Su versatilidad e influencia en los demás acordeoneros y músicos hizo que poco a poco Luis Enrique Martínez se convirtiera en leyenda, por eso fue ganando varios alumnos que seguían su estilo y, por ende, se acercaban a él para aprender sobre esa digitación perfecta para interpretar paseos, merengues, sones y puyas.

Oigan muchachos, yo soy Enrique Martínez

que nunca tiene miedo si se trata de tocar.

Y Luis Martínez, ‘El Pollo Vallenato’

es candela lo que van a tomar

oigan muchachos, oigan la nota

como toca el vallenato.

Esta célebre estrofa hace parte de una de las canciones más reconocidas de Luis Enrique Martínez, se llama ‘El Pollo Vallenato’ y de ahí proviene su apodo. En todos sus escritos siempre dejaba claro que era diferente a los demás, un músico completo porque interpretaba el acordeón, cantaba, componía y verseaba.

“Fue el más grande acordeonero porque marcó historia, lo conocí cuando estaba pequeño cuando iba a parrandear con mi papá, cuando venía a Valledupar lo llevaba a la casa, él hizo una escuela, y acordeonero que se respete lo sabe. Una pulsación exquisita en el acordeón, fue creativo, abrió el camino para otros, cantaba muy bonito, era un juglar completo”, aseguró el cantautor Gustavo Gutiérrez Cabello.

El ‘Flaco de oro’ además contó una anécdota: “Recuerdo que en el ‘Café La Bolsa’ de Petra Arias estuvo en una parranda con Alfredo Gutiérrez, Darío Pavajeau y Colacho Mendoza, eso fue extraordinario, pero Luis Enrique era único, su estilo se notaba ante a cualquier otro. Además, un gran compositor, a mí me gustaba la forma como cantaba y digitaba”.

El investigador cultural Juan Rincón Vanegas, también coincide en que Martínez fue un juglar que le sacó todo el jugo al acordeón, “inicialmente se tocaba el acordeón de una hilera y con paciencia les sacó la nota perfecta a los cuatro aires, de eso dejó una escuela. Lo único que le faltó fue desbaratar el acordeón para conocerlo por dentro”.


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Foto: Colprensa

El innovador acordeonero que aprendió del maestro Francisco ‘Pacho’ Rada y el Mozart del vallenato, ‘Chico’ Bolaño, se diferenció de los demás por tener una nota es más sentida, acentuada y alegre al mismo tiempo. Compuso más de 120 canciones, entre ellas se destacan: ‘La tijera’, ‘Jardín de Fundación’, ‘El hombre divertido’, ‘Mi despedida’, ‘No me hagas sufrir’, ‘La vaciladora’, ‘La cita’, ‘El gallo jabao’, ‘La tengo dominá’, ‘Qué dolor’, Saludo cordial’, ‘Amor irresistible’, ‘La cordobesa’, ‘Morenita’, ‘El rico pobre’, ‘Sin consolación’, y también fue coautor de ´La cumbia cienaguera’.

En 1973, Luis Enrique Martínez se coronó Rey del Festival de la Leyenda Vallenata junto a Juan Calderón en la caja y Víctor Amarís en la guacharaca. En esa ocasión derrotó a Julio de la Ossa y a Andrés Landero tras una buena calificación que le hizo el jurado conformado por Alejandro Durán, Nicolás Elías ‘Colacho’ Mendoza, Calixto Ochoa, Alberto Pacheco y Miguel López.

Ese gran día para su carrera estuvo adornado con buenas notas de canciones como el paseo ‘El Cantor de Fonseca’ de Carlos Huertas, y el merengue ‘Alcirita’, el son ‘El jardinero’ y la Puya ‘Francisco El Hombre’, todos de su autoría.

El papá de los acordeoneros

Sin duda alguna, Luis Enrique Martínez fue el papá de los acordeoneros. Además de innovar con la introducción de los bajos en la música vallenata, dejó escuela con sus estructuras, estilo y manera de componer que siguieron grandes del folclor vallenato.

Su gran talento y creatividad influenciaron a muchos, por mencionar a algunos: Emiliano Zuleta Díaz, Nicolás Elías ‘Colacho’ Mendoza, Israel Romero Ospino, Alfredo Gutiérrez Vital, Orangel ‘El Pangue’ Maestre Socarrás, Gonzalo Arturo el ‘Cocha’ Molina Mejía y Alberto ‘Beto’ Villa Payares.

Y así, estos a su vez fueron pasando esa información a otros alumnos dejando una extensa cadena de acordeoneros permeados por el estilo propio del ‘Pollo Vallenato’.


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Las nuevas generaciones lo siguen

Las notas, estilo y canciones de Luis Enrique Martínez permanecen presentes en todos los festivales vallenatos que se realizan a nivel nacional e internacional, por eso su legado permanece vigente entre grandes y chicos.

El Rey Vallenato 2021 de la etnia arhuaca, Ricardo Villafañe, reconoce que el ‘Pollo Vallenato’ “es el símbolo, la génesis de muchas de las estructuras musicales que hoy conocemos en la música vallenata, pese al tiempo, él sigue marcando un estilo dentro de la cultura vallenata, todos aquellos que somos acordeoneros hoy en día tenemos un poco de él. Fue una persona luchadora”.

Por su parte, la actual Reina Mayor, María Sara Vega, indicó que el juglar “es leyenda, un maestro que ha sido un referente, yo me he identificado a través de sus notas musicales, nota prodigiosa y majestuosa. La nota es más sabrosa, más precisa y sentimental”.

Actualmente hay muchas escuelas en honor a Luis Enrique Martínez, algunas reconocidas son las que llevan su mismo nombre y están en municipios como El Copey en el Cesar donde vivió mucho tiempo, y Fonseca en La Guajira.

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Casa Luis Enrique Martínez/Foto: Alcaldía de Fonseca, La Guajira 

Los restos permanecen en su pueblo natal

Si bien la muerte de Luis Enrique Martínez ocurrió en Santa Marta tras padecer de diabetes y allí lo sepultaron en 1995, su cadáver fue exhumado y llevado hasta El Hatico, jurisdicción de Fonseca en La Guajira, lugar donde nació. Sus restos permanecen en un mausoleo desde el 2003, donde es visitado por propios y visitantes.

En ese mismo corregimiento pusieron al servicio de la comunidad la casa memoria histórica de Luis Enrique Martínez, lugar que adecuaron para preservar y promover su legado. La iniciativa fue de la fundación que lleva el nombre del juglar con el apoyo del Fondo Mixto de la Cultura y las Artes, además de la Gobernación de La Guajira. Se trata de una casa de madera con paredes de barro en el mismo lugar donde vivió el ‘Pollo Vallenato’.

El dominador del fuete, el de la voz potente para cantar, el de la pluma costumbrista y gran querendón, permanecerá siempre en el registro de la cultura colombiana como uno de los más sobresalientes exponentes de la música vallenata.

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