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Richard Wagner, banda sonora de pasiones políticas

Hubo quienes encontraron en su música un sentido afín a sus ideologías, como Adolf Hitler, pero también tuvo grandes detractores que la rechazaron por razonas políticas.
Richard Wagner, banda sonora de pasiones políticas | Compositores alemanes
Foto: Franz Hanfstaengl, Public domain, via Wikimedia Commons
Ana María Lara

El 11 de septiembre de 1865, el compositor Richard Wagner (1813 – 1883) se describía a sí mismo en su diario como “el más alemán entre los alemanes”. Esto no pasa desapercibido si consideramos el enorme valor que el músico germano y su obra tuvieron y tienen para movimientos políticos que en la historia contemporánea hallaron en su ópera una banda sonora. Tal es el caso del nazismo, en cabeza de Adolf Hitler, un afiebrado fanático del festival de Bayrouth. Este festival tuvo origen en 1876 con la fundación, en cabeza de Wagner, de un teatro que desde entonces se ha dedicado a la interpretación de los extensos dramas épicos escritos por él mismo.

Hubo quienes encontraron en su música un sentido afín a sus ideologías, también ha habido grandes detractores que la rechazaron por razonas políticas, como en el caso de los nacionalistas franceses, quienes tras la derrota de Napoleón III en Sedán (1870) frente a Prusia y sus aliados (1870), consideraban antipatriótico interpretar sus piezas.

¿Pero a qué se debe el gran valor político que unos y otros le han asignado a Wagner? Sencillamente podríamos decir que a su vida y obra, pues como bien lo muestra la manera como él mismo se describió en su diario, su compromiso con la sociedad iba más allá del arte y abordaba el universo social que lo rodeaba.

Ya en 1848, durante la Primavera de los Pueblos, antes de ser un reconocido compositor y libretista, Wagner tomó parte en la revolución de Dresde, la cual buscaba instaurar una monarquía constitucional en Alemania, así como la unificación de la nación germana (entonces dividida en varios reinos).


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El fracaso del levantamiento lo llevó al exilio en Francia y posteriormente en Suiza, desde donde publicó una serie de ensayos sobre cultura y sociedad, al tiempo que redactaba sus primeros éxitos operísticos.

El concepto más tratado por Wagner es el del valor del arte para la sociedad, sugiriendo la importancia de esta como canalizadora del sentimiento colectivo entre los sujetos de un mismo pueblo (volk, en alemán). Para él, la comunidad reunida en una nación permitía el desarrollo humano a partir de las necesidades colectivas, la cuales eran expresadas a través de la creación artística, por lo cual era necesaria una fraternidad entre sujetos y pueblos (volksgeist).

Una unidad que algunos movimientos antisocialistas en Europa verían como promotora del comunismo dentro de la música, llagando a criticar su obra. Para otros, y apoyados en los mismos artículos del compositor, dicha idea implicaba una unión europea contra pueblos considerados extranjeros, como es el caso de los judíos, a quienes Wagner criticó de manera contundente en su texto ‘El judaísmo en la música’, donde expresa su repudio a la influencia de dicha comunidad por ser desarraigada del pueblo y desviada del sentimiento nacional.

Pero más allá de sus ideas, casi siempre redactadas bajo pseudónimos, es la dimensión dramática y el carácter revolucionario de sus óperas lo que realmente pesó a la hora de tomar a Wagner como símbolo político. Por una parte, él insistía en la importancia de representar espectáculos magistrales que dejaran una impresión sólida del espíritu alemán, haciendo uso de recursos musicales innovadores como la fusión entra arias y recitativos, así como el uso de la orquesta como elemento protagonista que excedía el acompañamiento de la acción. A esto se suman libretos en alemán, poco usados por los compositores que lo antecedieron, pues la tradición operística estaba sentada en el francés y el italiano como las lenguas esenciales del género.


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Se evidenciaba pues su nacionalismo insistente, asunto que explotó la maquinaria mediática nazi a cargo de Joseph Goebbels, quien veló por el uso de sus obras en grandes manifestaciones y producciones cinematográficas como la película ‘El triunfo de la voluntad’, de 1935 (dirigida por Leni Riefenstahl), donde se coló un extracto de ‘Los Maestros Cantores de Nuremberg’ (obra de 1867). También hay que señalar que las temáticas empleadas por Wagner rompieron con la tradición operística pues buscó llevar grandes épicas de la mitología germana a la escena, dejando de lado la historia grecorromana y la epístola medieval concentrada en tragedias y comedias.

Eran el drama y el héroe los elementos esenciales de su trabajo, puntos que Hitler consideró admirables y propios del espíritu alemán. Aquí hay que destacar su tetralogía, ‘El Anillo del Nibelungo’ (compuestas por las óperas ‘El oro del Rin’, ‘La Valquiria’, ‘Sigfrido’ y ‘El Ocaso de los dioses’), una historia basada en la mitología germana donde dioses y héroes se enfrentan por el oro del Rin en un drama épico que explota el carácter romántico de la pasión humana, revolucionaria ésta frente a la racionalidad moderna y la moral cristiana que sostenían una pugna al interior de los grandes debates políticos del siglo XIX. Vemos entonces una entrada al siglo XX, donde el fervor y la pasión se unieron al nacionalismo en ideologías de corte fascista que hallaron en Wagner una fuerza artística que comulgaba con su visión del mundo.

Para terminar, es importante señalar que Wagner fue uno de los fundadores de la industria cultural, comentada y criticada por el filósofo Theodor Adorno, pues desde la fundación de su propio festival en Bayrouth, inició lo que llegaría hasta nuestros días como la explotación comercial y masiva de su figura. Razón por la cual en muchos ámbitos su música aparece como representativa del poder y el drama, como lo muestra la película ‘Apocalipsis Now’ (dirigida por Francis Ford Coppola) con su uso de “La cabalgata de las Valquirias” o el uso de su nombre por parte del grupo paramilitar ruso que actualmente combate en Ucrania, el Grupo Wagner.

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