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Nueve serenatas guajiras en la caravana de adiós al maestro Romualdo Brito

El compositor guajiro fue despedido de una manera notable, tan nostálgica como icónica.

Por: Andrés Llamas - Valledupar, Cesar

Sin que nadie lo esperara, el compositor guajiro, Romualdo Brito López, partió a la eternidad mientras el éxito y el ajetreo de las producciones musicales lo ponían a moverse de un lugar a otro. Precisamente, cuando se desplazaba desde Valledupar a Bogotá sufrió un aparatoso accidente que le costó la vida en carretera nacional, jurisdicción de Chiriguaná, Cesar.

Dicen que estaba escribiendo un libro de sus travesías en la música tradicional vallenata, que estaba pletórico por el Grammy Latino de Jorge Celedón y Sergio Luis Rodríguez, pues en el álbum que le valió el codiciado reconocimiento, ‘Sigo cantando al amor’, tiene su canción ‘Esta noche sí’; jocosa, alegre, picaresca, como fue él, hasta su último aliento.

El compositor de ‘Yo soy el indio’, ‘El santo cachón’, ‘Esposa mía, ‘La difunta’, y otras 1.500 canciones vallenatas, fue despedido de una manera notable, tan nostálgica como icónica. Desde los homenajes en cámara ardiente en Valledupar, el juglar guajiro fue acompañado con serenatas en cada población por donde pasó el coche fúnebre, desde la región del valle del río Cesar hasta Riohacha, capital de La Guajira.

En el auditorio Consuelo Araujo Noguera, de la Biblioteca Departamental Rafael Carrillo Lúquez, en Valledupar, se escucharon sus canciones en la voz de Ivo Díaz, el acordeón del rey vallenato Almes Granados, la guitarra del compositor Deimer Marín y también la voz y coros del maestro Sergio Moya Molina.

Es curioso que el destino trágico, macondiano, los reuniera el 21 de noviembre para velar al ‘indio Romualdo’, pues ese mismo día, pero de 1994, murió en un accidente aéreo Juancho Rois en compañía del bajista Rangel ‘Maño’ Torres y el técnico de acordeones Eudes Granados, cuando se dirigían hacia el estado de Anzoátegui, en Venezuela. También, hace cinco años, velaban al maestro Calixto Ochoa en la tarima Francisco ‘El Hombre’, pues había fallecido el 18 de noviembre en Sucre.

Deimer Marín, hijo del maestro compositor Hernando Marín, quien falleció el 5 de septiembre de 1999, también en accidente de tránsito en Los Palmitos, Sucre, no dudó en llamar a la reflexión a los artistas vallenatos, pues son muchas las vidas que se han perdido en las carreteras.

“Si bien es cierto que muchos han escrito que cada quien tiene su día, no es menos cierto que algunos seres humanos adelantan el tiempo. En el caso de Hernando Marín, mi padre, ese no tenía por qué ser su día. Se de muchos que, trasnochados, cansados, después de una ardua noche de trabajo, salen corriendo a casa manejando un carro”, dijo Marín, y cerró con la canción ‘Amaneceres del valle’, de Romualdo Brito.

En Villanueva, los músicos con guitarra y acordeón los condujeron hasta la tarima ‘Escolástico Romero’, padre de esa dinastía de músicos y cantantes. En ese emblemático escenario celebran el festival Cuna de Acordeones. La viuda Indira De la Cruz salió al paso para agradecer, entre lágrimas y sollozos, la serenata guajira que apenas comenzaba.

En El Molino, con el acordeón de Osmel Meriño, la gente le cantó sus canciones al juglar, que a esa hora continuaba su travesía con destino a Treinta o Tomarrazón, el pueblito donde nació, jurisdicción de Riohacha.

En San Juan del Cesar, La Guajira, fue recibida la caravana en plena vía con guitarras y cantos que la acompañaron hasta la tarima ‘Juancho Rois’. Allí un trío de músicos sanjuaneros y mucha gente recibió el cortejo y despidió al fallecido compositor que ahora debía llegar a Fonseca.

En el monumento a Carlos Huertas, el ‘Cantor de Fonseca’, y también una escultura a Luis Enrique Martínez, ‘El Pollo Vallenato’, los músicos fonsequeros hicieron lo que mejor saben con sus cantos y guitarras en honor a Romualdo.

En Barrancas, cuna de Leandro Díaz, como si se tratara de un propósito común en toda La Guajira, la comunidad recibió en la vía la caravana que transportaba al compositor y en el parque La Identidad le brindaron serenata, flores, gritos de adiós y lágrimas de duelo.

En Hatonuevo, en plena calle, se interpretaron sus canciones. El camino hacia Riohacha era, hasta entonces, un peregrinaje por el alma guajira, festiva hasta en la muerte.

Antes de llegar a Riohacha, en el corregimiento Villa Martín o Machobayo, jurisdicción de la capital guajira, las serenatas continuaron en honor del compositor de ‘Llegó tu marido’, ‘Parranda ron y mujé’, ‘Mi lamento’.

En Machobayo reposan los restos del juglar Francisco Antonio Moscote Guerra, o Francisco ‘El Hombre’, como se le conoce desde la Provincia de Padilla hasta la Patagonia y otras latitudes del mundo donde ya saben qué es el vallenato.

Y en la capital de La Guajira, donde se decidió sepultar al compositor, se le rindió homenaje solemne en la catedral Nuestra Señora de Los Remedios de Riohacha, y no faltó la música. Como en otras ciudades, incluida la capital del Cesar, los gobiernos le entregaron notas de estilo a la viuda y a la familia, que resaltan el inmenso legado cultural que deja Romualdo para los departamentos del norte del país.

Romualdo Brito fue sepultado en el cementerio de su pueblo Treina o Tomarrazón, como fue su deseo. Allí, entre sus canciones y los lamentos de su gente, fue bajado al sepulcro. Como lo dijo alguna vez: “Mis hijos musicales son mis canciones, ahí es donde me refugio cada vez que tengo cualquier alegría, cualquier gloría, cualquier tristeza”.

“Compadre yo soy el indio, compadre yo soy el indio, que tiene todo y no tiene nada. Trabajo para mis hijos, trabajo para mis hijos, quemo carbón y pesco en la plaza. Yo soy el indio guajiro de mi ingrata patria colombiana, que tiene todo del indio…”

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