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En los zapatos de los zapateros nariñenses

En Pasto, hace más de cuarenta años un núcleo familiar empezó a fabricar alpargatas: tejidas en hilo y con la suela de cabuya. Así nos lo cuenta Pedro Pablo Paz.

Fotos: Juan Marcelino Unigarro.

De generación en generación se heredan conocimientos, técnicas y, en muchas ocasiones, también la clientela. En Pasto, hace más de cuarenta años un núcleo familiar empezó a fabricar alpargatas: tejidas en hilo y con la suela de cabuya. Así nos lo cuenta Pedro Pablo Paz, propietario de la remontadora Jonny.

Una de esas curiosidades propias del oficio, es que se haya designado el día lunes como el día del zapatero, ya que los dueños de los talleres se dedican a la compra del material. Así los cortes están listos para ser guarnecidos y soldados a partir del martes, cuando arranca el trabajo. Este proceso requiere de habilidad y de máquinas especializadas.

Juan Marcelino Unigarro, abogado, especialista en Derecho Público y funcionario público.

Desde tiempos remotos el zapato ha tenido más significado que el de un simple accesorio. En civilizaciones como la egipcia, solo el faraón y su séquito, accedían a esta distinguida prenda. En Grecia los zapatos eran de uso exclusivo de los hombres libres, mientras que a los criminales se les calzaba con unos enormes y pesados elementos de madera.

El zapato se usa para ensalzar las virtudes o tapar los posibles defectos de los pies. Se cuenta que el rey Carlos VIII de Francia se ponía puntas cuadradas para cubrir sus seis dedos y que Luis XIV buscaba el tacón, con el fin de disimular su baja estatura.

Hasta hoy en día, los juanetes, el empeine y otras características físicas requieren de la esmerada atención de los expertos en la materia, como lo hace el señor Hernán Urbano, en el municipio de La Unión, al norte de Nariño.

“Uno de los errores aprende y trata de colocar todo el empeño que puede”: Hernán Urbano, zapatero en la Unión Nariño.

Actualmente, la continuidad de la zapatería artesanal se está viendo amenazada por las grandes fábricas, que ofrecen variedad y bajos precios, además los jóvenes, hijos y nietos ya no quieren aprender y aunque la capacitación académica nunca está demás, quienes empezaron cortando y armando, conservan el amor a un arte al que le deben su profesionalización en diferentes áreas.

“En mi taller el requisito era estudiar y quien daba el ejemplo era yo”: Juan Marcelino Unigarro.

Refranes como: “Zapatero a tus zapatos” o “Primero póngase en los zapatos del otro”, demuestran la sabiduría tradicional y popular que encierra este noble oficio, donde sus actores deben permanecer a la vanguardia de las tendencias en cuanto a estilos, modas y materia prima.

Los zapatos se convierten en una fascinación para damas y caballeros, que define su estilo, todo gracias a los saberes milenarios de personas que han dedicado su vida a aprender un oficio tan antiguo.

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