Pasar al contenido principal
CERRAR

Un disco bien envejecido: cuarenta años de Reuniom

Hacemos un breve repaso por la historia de la grabación de ‘Reuniom’ de Humberto Monroy.

Por: Luis Daniel Vega.

Sin la popularidad de los dos discos que lo precedieron, Reuniom de la agrupación colombiana Genesis pasó desapercibida. Cuarenta años después es un registro que desnuda la faceta más cruda de la emblemática agrupación que Humberto Monroy lideró durante dos décadas. Acá un breve repaso por la historia de esta grabación.

Entre 1964 y 1968, la agrupación bogotana Los Speakers fue una de las cabezas más visibles del rock en Colombia. Uno de los fundadores, que se mantuvo firme hasta su disolución, fue Pedro Humberto Monroy Gil, un chico inquieto nacido en la capital el 14 de noviembre de 1945.

Si bien la guía musical de Los Speakers fue el español Rodrigo García, Monroy –quien en los cinco discos que grabaron tocó el bajo, cantó e hizo algunas percusiones- empezó a mostrar tímidamente sus dotes como compositor con “Tendrás mi amor”, de la primera grabación, y la innovadora “Niebla”, incluida en Tuercas, tornillos y alicates de 1967.

Para 1968 la cosecha de Monroy fue generosa y sorpresiva. De la ingenuidad de sus primeras canciones pasó a la introspección existencial, la ironía, el humor cáustico y la ensoñación surrealista, elementos líricos que, posteriormente, saldrían a relucir en sus poéticos alegatos pacifistas y su inclinación por la religiosidad y el misticismo. Dan cuenta de su giro inesperado ‘Un hombre triste’, ‘Reflexiones’ y ‘Después de tanto amor’ –contenidas en el disco Los Speakers (1968)-, y “Hay un extraño esperando en la puerta”, ‘Si la guerra es buen negocio invierte a tus hijos’, ‘Niños’ y ‘Un sueño mágico’, incluidas en El maravilloso mundo de Ingesón, obra maestra de la sicodelia latinoamericana.

Tras el fin de los Speakers, Humberto Monroy, quien ya para esa época era apodado Humo, se convirtió en uno de los agitadores más entusiastas del movimiento hippie en Bogotá. Incursionó infructuosamente en el negocio discográfico, organizó festivales de rock al aire libre e hizo parte de la efímera agrupación Siglo Cero.

Inspirados por el revolcón ideológico de los hippies a finales de los años sesenta en ciudades como San Francisco y Nueva York, los similares bogotanos quisieron vivir el sueño utópico de una vida asceta, alejada de las reglas y en conexión profunda con la naturaleza. En Lijacá, que en ese entonces era una zona rural, se ubicaron las primeras comunas hippies de Colombia.

Una de ellas perteneció a Humo y a Tania Moreno, su novia. La fantasía duró muy poco. Desengañada, la pareja emigró a Usme por invitación de Sibius, el poeta hippie de esa generación. Allí fueron acogidos en el monasterio de unos monjes benedictinos que se entusiasmaron por el cristianismo primitivo promulgado por Humo y sus amigos. La ventura duró un año. Monroy se separó de Tania y abandonó el monasterio donde, a la par de la experiencia mística, Monroy había empezado a componer algunas de las canciones que en 1972 harían parte del debut discográfico de Génesis, su nueva aventura musical.

Junto al flautista Jaime Echavarría y el pianista Édgar Restrepo –quienes lo visitaban esporádicamente en el monasterio- Humberto Monroy inició los ensayos oficiales de la nueva banda en una parcela de Cota donde Restrepo vivía con su familia. A pesar de su retiro voluntario, Humo seguía siendo un referente en el ambiente musical. Por eso no fue difícil que los promotores de Discos Bambuco patrocinaran el primer disco de Génesis. Entre julio y octubre de 1972, en los estudios Ingesón, se grabó A-Dios, registro que contó con la complicidad, entre otros, del bajista Guillermo “Marciano” Guzmán, el guitarrista Ernie Becerra, el baterista Roberto Fiorilli, Tania Moreno y el artista Jaime Rendón, quien pintó la llamativa portada.

El entusiasmo posterior al debut vino acompañado de viajes iniciáticos que Humo, Echavarría, Restrepo y Sibius emprendieron a lo largo de la geografía colombiana. El contacto con sonoridades tradicionales andinas y costeras fue asimilado en los dos siguientes discos: Génesis (1974) y Yakta mama (1975), ambos editados por el sello Codiscos de Medellín.

A partir de estas tres primeras publicaciones, muchas cosas inusitadas comenzaron a pasar alrededor de la banda: fueron teloneros de James Brown el 28 de agosto de 1973 en el Coliseo el Campín; el día de su presentación oficial al público –el 4 de agosto de 1974- llenaron tres veces el Teatro Jorge Eliécer Gaitán. A los pocos meses de ese mismo año, emprendieron una gira nacional en la que recorrieron 22 ciudades, incluida una visita a Quito, Ecuador. De ese momento vertiginoso quedan las palabras del poeta Gonzalo Arango insertas en el afiche promocional: “Guerreros del amor, la onda de GÉNESIS es la onda de David, la onda Divina. Lo tienen todo para ser invencibles: juventud, arte, generosidad, idealismo, pureza, y una vocación que se confunde con la propia vida. ¡Salud juglares de la era atómica!”. En el ámbito musical, Génesis –con la impronta de Humo- se incrustó en la memoria colectiva con tres canciones entrañables: “Quiero amarte”, Don Simón” y “Cómo decirte cuánto te amo”, versión del clásico “How can I tell you” de Cat Stevens.

Si tenemos en cuenta la naturaleza frugal de Humo, llama la atención que fueron algunos asuntos financieros los que suscitaron los primeros abandonos. Molestias frente a los supuestos malos manejos de quien era por ese entonces el mánager de Génesis, Armando “El Chupo” Plata, determinó la división. A esto hay que sumarle las crecientes diferencias musicales y filosóficas de algunos miembros de la banda con Monroy. Uno a uno se fueron despidiendo los personajes que habían sido determinantes en el umbral de la agrupación: Jaime Rendón y Tania Moreno –pareja en esos días- tomaron cada cual su rumbo, Édgar Restrepo regresó al mundo de la radio y Sibius se dedicó a la docencia. Quedaron solamente Monroy, Juan Fernando Echavarría y su novia Betty Vargas.

Junto a la pareja, un nuevo percusionista llamado Rubén Jaramillo y Ángela Patricia Guerrero –compañera de Monroy que hizo las veces de sonidista- emprendió otro periplo musical por el Valle, Cauca, Nariño y Ecuador que se extendió hasta marzo de 1977. En Quito, Echavarría y Vargas tomaron una decisión crucial: dejaron Génesis para darle vida a Los Viajeros de la Música, un grupo con el que se dedicaron a explorar la música indígena en Latinoamérica. Por su lado, Humo regresó a Bogotá y se encontró con el éxodo masivo de muchos de sus colegas músicos De cero, como en aquellos días en el monasterio, Monroy se empeñó en mantener viva la llama. Se sumó el percusionista Jorge Latorre ‘Kché’, quien años atrás había tocado ocasionalmente con Génesis y había sido el roadie de Los Speakers. A esta depurada formación llegó Claudia Guerrero –cuñada de Monroy- en las voces y la percusión menor.

Después de los ensayos preliminares llegó la idea de hacer un nuevo disco. Armados con un arsenal de instrumentos acústicos, y si un peso en el bolsillo, pactaron una curiosa transacción con el ingeniero de sonido Isaías Cuervo: cambiaron varias horas de grabación los sábados en la mañana en los Estudios Suramericana por un perro Pastor Alemán. Al término de un par de meses, el cuarto disco de Génesis estuvo listo.

Con la grabación bajo el brazo fueron a tocar las puertas de las disqueras. A ninguna le interesó un disco que, evidentemente, no era una gema comercial. Solo el sello Daro Internacional mostró algún interés. Con algo de ingenio desesperado, Humo y su gallada dijeron que había sido grabado en Lima, durante alguno de sus viajes. La mentira terminó por convencer a los directivos del sello. Así, en 1978, Reuniom vio finalmente la luz.

En Reuniom brilla la artesanía y la exploración profunda de instrumentos pertenecientes a las músicas raizales colombianas. Las flautas, los tiples, los cuatros, las ocarinas, los sonajeros y percusiones artesanales como bombos y cununos nos llevan de viaje al Macizo Colombiano, al Caribe y a al Altiplano Cundiboyacense. Las letras, depuradas, continúan la senda del amor bucólico, la búsqueda espiritual y el compromiso con las raíces del folclor latinoamericano como ‘Amor indio’, ‘Llega la lluvia’ y ‘Los campos están solos’ y ‘Anocheció en la mitad del día’, esta última, basada en un poema de Ernesto Cardenal.

La tosquedad premeditada de Reuniom alcanza gran altura con ‘Cucaita’ y ‘Taminaca’, dos piezas instrumentales que evocan, con gran tino, aires musicales del bambuco y la rumba campesina. Culmina la grabación con la simulación de una sesión en concierto donde el trío interpreta –además de la bella y premonitoria “Cuando me muera, incluida en Sol y luna (1975), único trabajo en solitario de Monroy- cinco canciones conocidas de Genesis.

El disco es escueto, crudo y conciso. De la exuberancia y la estridencia roquera de los primeros discos, acá hay un tránsito apacible a lo básico. Se podría decir que esta es la versión de Génesis más cercana a la idea primordial forjada años atrás Lijacá, Usme y Cota. Como si Humo se hubiese sacudido y purgado, al mismo tiempo.

ETIQUETAS