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¿Cómo impactó la firma de la paz a las comunidades indígenas en Mesetas, Meta?

De la mano del PDET los pueblos indígenas de Mesetas le apuestan al fortalecimiento de procesos en su “UMA KIWE”, como ellos llaman a la Madre tierra.
Pedro Pablo Arias

Desde que se firmó el Acuerdo final entre el Gobierno nacional y las extintas FARC, las comunidades indígenas Nasa presentes en Mesetas, Meta desde los 70, afirman que volvieron a vivir en tranquilidad y sin miedo por combates en su territorio.

En los resguardos comentan que la firma de la paz mejoró su calidad de vida, ahora pueden andar tranquilos tanto de día como de noche, niños y niñas parten cada mañana a sus escuelas sin temor alguno y hubo un notorio crecimiento en su economía y cultura ancestral, muchos regresaron a su terruño, el mismo que un día tuvieron que abandonar desplazados por la guerra.

“Solo los que vivimos en el campo podemos decir que el Proceso de paz sí ha servido mucho y lo más importante es que ya no se vive con la zozobra de los bombardeos o los enfrentamientos armados, lo que más impactó psicológicamente a nuestras familias, especialmente a los niños”, manifestó Jorge Rivera líder indígena del Resguardo Ondas del Cafre. 

De la mano del Programa de Desarrollo con Enfoque Territorial (PDET), los pueblos indígenas de Mesetas le apuestan al fortalecimiento de procesos  en su “UMA KIWE”, como ellos llaman a la Madre tierra, desde su autonomía hacen un llamado a las instituciones para articular el trabajo  directamente con los resguardos y las juntas de acción comunal en el camino a la construcción de paz.

Hoy en día son cerca de 200 familias indígenas las que están radicadas en esta región del país, las mismas que han sido resilientes pese a los que vivieron por más de tres décadas. Esta etapa, ya es parte del pasado, ahora con la firma del Acuerdo de  paz, buscan fortalecer su cultura y su lengua  materna como lo afirmó Jorge Rivera Corpus líder indígena del resguardo de Ondas del Cafre, así mismo potencializar su principal economía, tales como el Café,  la caña de azúcar, el plátano hartón, la yuca y el maíz nativo.  

Las comunidades trabajan por unificarse, crecer y que se les reconozca como pueblos ancestrales. Su trabajo, ha logrado el reconocimiento legal de dos resguardos indígenas, el de Villa Lucía en el año 1995 y el de Ondas del Cafre en 1999 por la resolución 00014 de ese año, firmada por el Incora.

Un pasado que no debe repetirse

“Se acabaron los hostigamientos, el confinamiento, señalamientos, bombardeos, reclutamiento de menores para la guerra y los campos minados, hay tranquilidad de día y de noche desde que se firmó el Acuerdo de paz”, afirmó también Virgilio Campo, líder indígena del cabildo Sol Naciente.

Hasta el 2016, el Ejército Nacional y las guerrillas mantuvieron enfrentamientos en esta región. Ahora, según las comunidades,  tomaron el camino del perdón y la  reconciliación, algo que nadie se podía imaginar, pues de vez en cuando miembros del Ejército, Policía, exguerrilleros e indígenas juegan microfútbol o celebran fechas importantes entre otras actividades de reintegración, como muestra de que el perdón sí es posible. 

Hechos como la operación “Casa Verde”, a inicios de los 90 ocurridos en los sitios conocidos como Cerro Pescuezo, Casa Cuña y EMBO viejo, en donde se vivió una guerra psicológica por aire y tierra que obligó a indígenas y campesinos de la región a abandonar sus parcelas y refugiarse en los colegios del casco urbano, son parte de esa historia que no quieren repetir

Hasta el año 2015 los frentes 26, 53, 51 y el Urías Rondón, hicieron presencia sobre el piedemonte llanero de la cordillera Oriental, fue así como reclutaron a 26 jóvenes indígenas, de los cuales 21 no regresaron a sus hogares, pues murieron en enfrentamientos con tropas del Ejército Nacional sin que estas familias sepan en donde fueron sepultados sus seres queridos.

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