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Mujeres en Pasto cambiaron los ladrillos por las agujas

La costura les cambió la vida. Hoy, buscan a más mujeres que se unan al proyecto.
Diego Burgos

El corregimiento de Jongovito, ubicado en la zona rural del municipio de Pasto, Nariño, se caracteriza por tener la tradición en la fabricación de ladrillos, la mayoría de sus habitantes se dedican a esta labor. Desde muy pequeños trabajan en las ladrilleras familiares.

Es la historia de Doris Adriana Criollo, quien desde niña, hizo parte de esta tradición junto a su padre, donde tenía que medirse en labores diarias igual que los hombres, en actividades como picar la tierra, hacer el barro o cargar los ladrillos a las volquetas.

Hace 10 años, Doris decidió dejar el trabajo en ladrilleras e iniciar con otro oficio como es la costura. De él aprendió todo lo relacionado para influenciar a otras mujeres que se dedicaban a la elaboración de ladrillo. Tiempo después las convenció y comenzó un emprendimiento.

“El trabajo en las ladrilleras es muy duro, siempre se buscó cambiar de oficio, por eso decidimos con un grupo de 29 mujeres que trabajaban en la fabricación de ladrillos, emprender una empresa que no solo de dinero, sino, además, tiempo para estar en la casa, por eso nació la Asociación Cosiendo Sueños de Mujer”, precisó Doris Criollo.

A través de un proyecto con la alcaldía de Pasto de reconversión laboral, lograron adquirir maquinaria y tener su propio taller de confecciones, pasando de la fabricación artesanal de ladrillo a coser sudaderas, camisetas, chaquetas, entre otros productos.


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“Lo más gratificante de hacer parte de la asociación es haber brindado a mis compañeras formación relacionada con la confección, de lo que yo aprendí con mi papá; para hoy tener como meta ser más reconocidas y pasar de la línea deportiva que hoy tenemos a otros productos de confección”, señaló Doris Criollo.

Mariela Omaira Nichoy, quien recibió como herencia el galpón para la fabricación de ladrillos, y junto a sus hermanos continuaron con esta tradición que es bastante dura, donde se salía de la casa a las 7 de la mañana y se volvía tipo 8 de la noche.

“Que nos tocó más duro antes es verdad, todo era manual, hoy ya hay más infraestructura y maquinaria para realizar el trabajo, lo que no ha bajado son los riesgos en la salud que esta actividad puede generar por el humo que ocasiona la leña”, señaló Mariela.

Aunque el gusto del trabajo en los galpones era de estar con su padre, a Mariela le llegó el día en que por un accidente tuvo que dejar esta actividad, a esto se le sumó el fallecimiento de su padre, lo que le hizo perder el interés por las ladrilleras.

Luego de esto decidió dejar este oficio y empezar a recuperar ese gusto por la confección que tenía desde niña.
“Entrar a la asociación ha sido una de las grandes experiencias que he tenido y es una manera de enseñarle a otras personas que hay más posibilidades de trabajo y dejar la fabricación de ladrillos y enfocarse en otras actividades que mejoran la calidad de vida”, manifestó Mariela Nichoy.

Hasta el momento no han tenido un gran contrato, sin embargo, esperan con el pasar de los meses ir fortaleciendo su emprendimiento, donde las mujeres que hoy dejaron atrás una vida con muchos dolores, hoy laboran con risas y construyendo una familia, donde se comparte y se ríe. 

Hoy, como asociación, se proyectan en tener más mujeres que decidan salir de las ladrilleras.

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