Nerly Anaya: “La búsqueda es un acto de amor, de resistencia y de memoria. Nadie debe morir dos veces: en la violencia y en el olvido”
Nerly Anaya nació en una familia campesina, trabajadora y humilde, creció entre labores del campo y el deseo de estudiar para salir adelante. A los 10 años comenzó a mostrar su vocación de liderazgo, organizando actividades en su escuela y su barrio.
“Siempre me gustó ayudar, organizar, servir, creo que uno nace con ese don”, cuenta sonriente.
A los 20 años, ya convertida en una joven con visión comunitaria, empezó a liderar grupos sociales y a apoyar causas de mujeres y personas con discapacidad, pues ella misma convive con una condición física, que nunca ha sido obstáculo para su compromiso con los demás.
Convencida de, cuando el amor se convierte en motor de lucha, puede resistir al olvido, al dolor y hasta al paso del tiempo y así ha sido para Nerly del Carmen Anaya Henao, una mujer de 51 años que, desde el municipio de Santa Bárbara de Pinto, Magdalena, ha dedicado gran parte de su vida a buscar a sus dos primos: Pedro Enrique Anaya y Rodolfo José Torres Anaya, desaparecidos en medio del conflicto armado.
Entre lágrimas y cansancio, sostenida por la esperanza, esta mujer decidió no rendirse. Durante cuatro años tocó puertas, llenó formularios, pagó trámites, enfrentó rechazos y un par de desilusiones que no fueron más fuertes que su propósito: encontrar a sus familiares.
“Es como si fueran mis hermanos”, dice con voz serena pero firme, mientras nos cuenta lo que se prometió: no descansar hasta encontrar a dos personas que fueron esenciales en su niñez y que sigue recordando “porque nadie debe morir dos veces: una en la violencia y otra en el olvido”.
💛Desde Santa Bárbara de Pinto, Magdalena, Nerly Anaya busca hace más de 25 años a sus primos Pedro y Rodolfo, desaparecidos en el conflicto.
Su fuerza y amor convirtieron el dolor en liderazgo y esperanza.
Porque nadie debe morir dos veces: en la violencia y en el olvido. 🕊️… pic.twitter.com/rh8zKaZcNc— Radio Nacional CO (@RadNalCo) October 23, 2025
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De víctima a lideresa buscadora
El liderazgo de esta hija adoptiva de Santa Barbara de Pinto tomó un nuevo rumbo cuando los hechos victimizantes tocaron su vida. Desplazamientos, pérdidas y la desaparición de sus dos primos en Córdoba, Bolívar, marcaron su camino.
“Ver el dolor de mi tía, de esas madres que eran engañadas una y otra vez, me dio más fuerza, me puse en sus sandalias, porque yo también vivía ese lazo roto de la desaparición”, relata.
Desde hace más de una década, esta mujer lidera una asociación de víctimas del conflicto armado, conformada por mujeres, jóvenes y familias que buscan a sus seres queridos, ahí ha acompañado a madres, hermanas y abuelas que al igual que ella se niegan a rendirse.
“Algunos aún sueñan con encontrar a sus familiares vivos, otros solo piden poder darles cristiana sepultura. En ambos casos, la búsqueda es un acto de amor, de resistencia y de memoria”.
La lideresa de Pinto, recuerda cómo la perseverancia y el apoyo de algunas personas y autoridades locales fueron claves para alcanzar el sueño de ver la asociación legalizada.
“El alcalde en ese tiempo Luis Rivera y el personero Edgardo Rada me ayudaron a no rendirme. Yo ya estaba cansada, había gastado dinero, tiempo, y hasta lloré en una oficina en el municipio de Plato, porque me habían devuelto los papeles otra vez, pero en este camino también me he encontrado con personas que se solidarizan con esta causa y me ayudan a resolver, cuando eso pasa lloro, pero de alegría”. Como el día que el proceso que llevaba culminó, con la formalización del nombre “Asociación de Víctimas Camino hacia la Prosperidad”, una organización que hoy agrupa a personas afectadas por desaparición forzada, desplazamiento, violencia sexual, discapacidad y a representantes de comunidades indígenas y jóvenes. Aquí hay de todo un poquito”, cuenta la líder entre risas. “Y aunque ha sido duro, seguimos firmes, si no es por nosotras, esto no camina”.
Nerly hace parte de esa lista de familias que tienen una historia de desaparición y con esto el recuerdo de la infancia, convive con la ausencia que dejó la violencia: dos primos que crecieron juntos, que compartieron pozos, caña y tardes de pesca, hoy son rostros que la familia no ha dejado de buscar.
Nerly aún tiene grabado el rostro de Rodolfo José y Pedro Enrique sus primos hermanos, con los que tiene en común recuerdos de una niñez que pudieron disfrutar.
Según los relatos familiares, Rodolfo fue detenido por la guerrilla en algún momento en que lo tildaron de informante; dicen que fue llevado después de salir a trabajar y que nunca más volvieron a saber de él. El pasado 27 de septiembre se cumplieron 25 años desde su desaparición, un cuarto de siglo de búsqueda y preguntas sin respuesta.
Pedro Enrique, a quien le gustaba de jugar fútbol y trabajaba como jornalero, la familia lo vio por última vez cuando salió en su bicicleta a ganarse el día, fue en diciembre de 2000, según el testimonio, y desde entonces su paradero es desconocido.
En ambos casos, los rumores sobre lo que realmente sucedió circulan en el pueblo: unos dicen que fueron llevados a fincas y enterrados; otros, que los grupos armados los habrían asesinado, y así, entre rumores se va pasando el tiempo.
Nerly relata cómo la familia buscó en fincas señaladas, llegaban a cada lugar que les indicaban, incluso con la presencia de la Fiscalía, pero los hallazgos fueron insuficientes y las búsquedas no continuaron con la profundidad que esperaban.
“Nos dijeron que lo habían enterrado en una finca del pueblo, la Fiscalía llegó a encontrar restos de dos personas, pero no eran los nuestros y ya no siguieron buscando, mientras tanto nosotros seguiremos preguntando hasta saber la verdad”.
El valor de las buscadoras
El trabajo de personas como Nerly representa una de las expresiones más profundas del amor y la dignidad humana. En cada búsqueda hay una historia que se niega a desaparecer, una familia que se aferra a la verdad y un país que debe mirar de frente sus heridas.
“Les digo siempre a las familias: sí se puede lograr. Aunque el camino sea largo, no debemos perder la esperanza. Buscar es una forma de mantener vivos a los nuestros”, dice con una sonrisa que se mezcla con dolor y coraje.
A través de reuniones, asambleas y jornadas de acompañamiento, la Asociación se ha convertido en un espacio de encuentro y fortalecimiento, en el que las víctimas no solo exigen sus derechos, sino que también reconstruyen la confianza y la esperanza en medio de las heridas que dejó la guerra.
“A veces quiero descansar, pero mis compañeras me dicen: ‘usted no puede renunciar, porque si no es por usted, esto no camina’. Y eso me da fuerzas para seguir”.
El trabajo de la Asociación no se queda solo en el municipio de Pinto, gracias a su labor constante, han logrado dignificar a familias de otros municipios del Magdalena que aún buscan a sus seres queridos desaparecidos. De hecho, este año, la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas hizo entrega de restos de víctimas en el municipio de Santa Ana, un hecho que representa esperanza para muchas familias que aún esperan respuestas.
“Todo esto se ha logrado gracias a la ardua labor de las mujeres buscadoras, de los hombres y mujeres que no se rinden en la búsqueda de sus seres desaparecidos”, expresa la líderesa.
Resalta la labor de la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas, “no nos abandonen en el camino, sigan luchando como lo han venido haciendo por las búsquedas de esas personas desaparecidas. A todas aquellas lideresas empoderadas, lideresas buscadoras, a esas redes de apoyo, mujeres que buscan a sus familiares, que no se rindan, que sigan persistiendo”.
Hoy, en Santa Bárbara de Pinto, Nerly del Carmen sigue caminando por los senderos del Magdalena con una sola convicción: no descansar hasta encontrar a los suyos y ayudar a otros a hacer lo mismo. Porque para ella, la búsqueda no es solo un acto de justicia, sino una forma de amor eterno.
Heridas abiertas de familias
La espera tiene consecuencias visibles: los padres envejecen con la incertidumbre. Nerly cuenta la angustia del padre de Pedro, quien, con 94 años, teme morir sin enterrar a su hijo; y la fragilidad de otras madres que ya no tienen fuerza o salud para seguir esperando el desenlace.
“Hay una abuela de 86 años con dos hijos desaparecidos; ella me dice: ‘Con tu ayuda, traeré a mis hijos para enterrarlos aquí’. Esa esperanza es lo que nos empuja a no detenernos”.
La historia de Rodolfo, de Pedro y de tantas otras personas desaparecidas en la región no es solo una cifra: es el relato vivo de familias que aún reclaman verdad, justicia y memoria.