Nohemí Agudelo: una madre que teje luz en medio de la oscuridad de la desaparición
Con cada palabra un hilo imaginario une instantes, sensaciones, sentimientos y hechos que tejen la dolorosa historia de la desaparición en Colombia. La voz punzante, como aguja, que se siente en el pecho es la de Nohemí Agudelo, una mujer caqueteña, lideresa buscadora en el sur del país y madre de Cristian Camilo Josa Agudelo, desaparecido en la ciudad de Florencia.
¿Cómo es posible recordarlo todo? Quizás, se deba ser madre, padre, esposa, esposo, hija, hijo o sencillamente familiar de una de las 132.877 personas desaparecidas en el contexto y razón del conflicto armado hasta agosto de 2025, según la Unidad de Búsqueda de Personas dadas por Desaparecidas (UBPD). Es el caso de doña Nohemí quien guarda en su memoria aquellos segundos eternos de la vida palpitante de su hijo antes de sentir el vacío de su entrañable cercanía.
“¿Dios mío qué pasó?”
Con tono pausado recuerda aquel 28 de agosto del año 2006, cuando su hijo Cristian salió por última vez de la casa con el torso desnudo llevando una camiseta en el hombro, luego de haberse aseado tras colaborar a una vecina en la fumigación de una habitación, y minutos después de regresar de la galería Satélite de Florencia, donde su padre era celador y aseador. “Era un lunes”, relata sin titubear Doña Nohemí.
Ese día Cristian no almorzó en casa (pues había comido con su padre), no prendió el carbón dispuesto en el asador de las arepas, no probó la masa, no regresó. “Él siempre probaba la sazón me decía mami le falta sal, mami mejore aquello, y a él le encantaba prender el carbón”, cuenta a detalle la señora Nohemí.
“Entonces, ese lunes, el asador quedó frío en la puerta, el reloj avanzó aumentando las horas de la tarde noche con cada tic tac, mientras el pecho de la madre de Cristian sentía la presión del tiempo: seis de la tarde, seis y media, siete, siete y media, ocho. Yo era con una vaina aquí (se señala el pecho) como con ese apretón ¿Dios mío qué pasó? Y me agarro a buscar a Cristian por todas las calles, me miraban llorando y me decían qué pasó, para mí era muy raro porque Cristian no era de salir a la calle, una sabe qué hijo tiene”, narra.
En los acontecimientos que rodean la desaparición de Cristian Camilo Josa Agudelo, el relato de su madre Nohemí Agudelo conecta dos situaciones: En un primer momento ella rememora encontrarse en la sala de su vivienda mirando televisión, cuando observa el arribo de un vehículo tipo taxi en inmediaciones de una farmacia. El automóvil gira y se devuelve, sin que ella logre observar quién aborda el taxi. El segundo relato de la señora Nohemí sobre la misma situación basado en la observación de vecinos, da cuenta de que a mitad de la cuadra descienden del carro dos hombres y luego lo abordan junto al joven.
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“Una sabe qué hijo tiene”
¿Qué sucedió con Cristian? ¿Dónde está? Son preguntas que la mujer y madre buscadora Nohemí Agudelo ha tratado de resolver con cada una de sus fuerzas durante diecinueve años sin el cálido abrazo de su hijo.
“Cristian era un muchacho en la edad de 17 años, con las locuras de su juventud y todo, pero era muy comprometido en la casa, para donde saliera él me decía (…) él no estaba enseñado a irse por mucho tiempo, estudiaba y no tenía problemas con el papá. Le encantaba bañarse en la quebrada ´El Dedo´ porque cuando recién llegamos a la Ciudadela Habitacional Siglo XXI en el año 2001 -reubicados luego de una emergencia de avalancha- eso eran unas aguas cristalinas, limpias”, dice sobre su hijo.
Sin conocimiento del rastro de Cristian en la calle, en el barrio, en la ciudad, pero con las huellas de él en su corazón, la señora Nohemí empezó a agotar todas las instancias. Desde la denuncia al día siguiente ante la Policía, hasta la espera de las 72 horas para formalizar la búsqueda por parte de las autoridades.
Fruto de su propio esfuerzo, en 15 días el nombre de Cristian Camilo ya estaba en los medios escritos, sonaba en la radio y su imagen figuraba en la televisión. La voz de la madre buscadora no sólo solicitaba información sobre su hijo, su llamado era a cuidar a los jóvenes de los grupos armados que al parecer se los estaban llevando: “pilas, cuídenlos, algo está pasando”, dice la señora Nohemí al recordar los primeros días de sufrimiento y búsqueda.
Su llamado por la verdad con la esperanza del encuentro la llevó a conectar su historia con la de las madres de Soacha, cuando se enteró que, en Ocaña, Norte de Santander, habían sido hallados los cuerpos que posiblemente eran de los hijos de ellas. Un capítulo que dio visibilidad nacional a la sistematicidad de los asesinatos extrajudiciales mal llamados falsos positivos. Allí tampoco halló respuesta, pero su camino no se detuvo y la llevó a regiones como Mesetas en el Meta, Medellín en Antioquía.
“Con hilos y paciencia tejo mi anhelo”
Con el lienzo del tiempo ausencias que duele,
hilos de memoria puntadas de olvido,
bordando la historia verdades que mueren,
en cada puntada un grito escondido,
agujas que buscan en vano consuelo,
en telas vacías rostros que ya no están.
Con hilos y paciencia tejo mi anhelo,
uniendo los fragmentos de un cruel desmán,
como un mapa roto la vida se quiebra.
En cada color la esperanza perdiste,
bordando el dolor la memoria se celebra,
para que nunca más la historia se repita.
Nohemí Agudelo
Caminar sola no era necesario, concibió que juntarse para buscar, para sanar, para pintar y tejer dio un nuevo aliento a esta madre buscadora que junto a su familia vivían el silencio doloroso de la desaparición.
“Llegué a la asociación de ´Los que Faltan´, salí como representante y ya mantenía en foros, cuando el proceso de paz fuimos las y los primeros que estuvimos en ese proceso de paz en Villavicencio exigiendo que dijeran la verdad. En ese espacio de reconciliación encuentro muchos comandantes del Ejército involucrados en falsos positivos, yo mostraba la foto, contaba y me decían: señora, esto aquí y en cualquier parte es un falso positivo, no lo busque por el lado de las Farc, búsquelo como falso positivo”, expresa la señora Nohemí Agudelo, destacando que por la línea del tiempo, por el año en que perdió el rastro de su hijo, todo coincidía con ese flagelo que dejó 6.402 civiles sin vida según la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP.
¿Quién dio la orden? ¿Volver a empezar la búsqueda? El arte a través de la creación de murales y posteriormente tejidos ha guiado el proceso de resiliencia y búsqueda incansables de Nohemí. Con el apoyo de la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas la madre buscadora cuenta que pudieron acceder a capacitación virtual en bordado y tejido con la Casa Cultural Feminista MOIRAS que en Cúcuta acoge a mujeres buscadoras de víctimas de desaparición forzada, transformando el duelo en resistencia, arte y unidad.
Actualmente en el chaleco blanco que porta con orgullo se puede leer la frase “Desaparecidos, pero no olvidados” en letras rojas. También sobre otra tela se encuentra el rostro de su hijo y la fecha en la que empezó todo.
"Se aprendió a bordar y se aprendió a hablar con el alma, porque cada hilo y cada puntada es recordar, es como uno ir al pasado y recordar sin dolor, sanar, bordar ese dolor y volverlo como arte. Por lo menos cuando yo estaba haciendo la foto de Cristian, me levantaba tipo dos de la mañana, no podía dormir y me paraba a bordar”, narra con calma.
“No me voy a cansar de buscar a mi hijo”
“Por nuestros hijos ni un minuto de silencio, toda una vida de búsqueda”, es otra de las frases tejidas a pulso por esta mujer y madre buscadora que hoy simboliza fortaleza para el departamento del Caquetá.
Una historia de búsqueda que encarna junto a su familia y su comunidad, y que incluso ha sido protagonista en el teatro. La historia de Cristian ha recorrido varios territorios como un ejemplo de lo que nunca debió pasar, dejando un mensaje de esperanza.
“Todas tienen una historia aberrante porque todas son historias de vida duras. Detrás de mí hay muchas buscando a sus hijos o las esposas buscándolo el marido. Entendí que con mi historia podía ayudar a otras”.
El mensaje de Nohemí Agudelo es contundente: hay que tejer en colectivo para contar, construir memoria, no olvidar, sanar y que no se repita.
“Porque yo siempre estoy ahí, me dicen: Ay Noemí, ¿usted no se cansa? Y les digo, por qué me voy a casar si yo estoy buscando a mi hijo”, finaliza la mujer madre que guarda en su memoria la imagen vivida de su eterno hijo Cristian Camilo Josa Agudelo, que hoy le da la fortaleza suficiente para continuar caminando con un legado colectivo que exige justicia desde el sur del país.
Actualmente, como lo destaca Yolima Jurado, coordinadora en Caquetá de la Unidad de Búsqueda de Personas Dadas por Desaparecidas, cada mujer buscadora es una luz en medio de la oscuridad de la desaparición y Noemí Agudelo, como víctima acreditada, no solamente ha iluminado su propio camino a través de la perseverancia y la esperanza de poder encontrar a su hijo desaparecido, sino el de otras víctimas.



