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Hungría: el entramado de la ley contra la pedofilia y la homosexualidad

Para el Parlamento Europeo, la Ley es un nuevo instrumento de restricción a los derechos de la población LGBTIQ, que se suma a campañas de desinformación y homofobia.
Foto de referencia: Pixabay
Carlos Chica

La Ley húngara contra la pedofilia, que además terminó prohibiendo hablar de homosexualidad en las escuelas y en los medios de comunicación durante horarios infantiles, ha comenzado a regir en medio de un entramado político electoral interno, y en un escenario de creciente tensión con la Unión Europea (UE).

El Parlamento Europeo aprobó, con 459 votos a favor, 147 en contra y tres abstenciones, una Resolución que condiciona el acceso de Hungría a 7.000 millones de euros para los planes de recuperación pospandemia.

Según la Resolución, Hungría solo podría acceder a esos recursos cuando se verifique que no van a ser usados activamente para la violación de los derechos fundamentales.

Para el Parlamento Europeo, la Ley es un nuevo instrumento de restricción a los derechos de la población LGBTIQ, que se suma a campañas de desinformación y homofobia, con tintes de censura política, promovidas por el Primer Ministro, Víctor Orban y el partido de gobierno (Fidesz).

El alcance de la Ley

La norma prohíbe publicar contenidos sobre homosexualidad y cambio de sexo; la “presentación arbitraria” de la homosexualidad; cualquier tipo de publicidad o “propaganda” referente a estos temas; y delega la enseñanza sobre la sexualidad a organizaciones autorizadas por el Estado.

Además, la Ley crea una base nacional de datos sobre delincuentes sexuales; endurece las penas por los delitos sexuales cometidos contra menores, aunque no las precisa; y excluye de ciertos trabajos a las personas que han cometido delitos sexuales contra menores.

Tensión creciente con la Unión Europea

Cuando la Ley fue aprobada en junio con 157 votos a favor y solo uno en contra, la primera reacción de alto nivel fue la de Úrsula Von Der Leyen, presidenta de la Comisión Europea.

La funcionaria habló sin rodeos. Dijo que era una “vergüenza” porque va en contravía de los valores fundamentales de la UE y vulnera los derechos de las personas con identidades sexuales diversas. Además, Von der Leyen planteó que deberían tomarse medidas contra Hungría si no “corrige” la Ley.

El Gobierno de Orbán respondió que está preparado para defenderse con todos los recursos legales posibles y para impedir que los “autoproclamados apóstoles de la democracia liberal” sean quienes suplanten a los padres en la educación de los niños.

Poco después, diecisiete jefes de Estado o de Gobierno, en el marco de una reunión del Consejo Europeo, pidieron abrir un procedimiento de infracción ante el Tribunal de Justicia de la Unión Europea.

Mark Rutte, primer ministro de los Países Bajos, consideró que por ser la Unión Europea “un club de valores, que no son negociables”, Hungría debería irse si no da marcha atrás con la Ley y los países miembros deberían actuar para no resignarse a ser tan solo un bloque comercial.

Judit Varga, la ministra de justicia de Hungría, interpretó las palabras de Rutte como otro episodio del “habitual chantaje político” de países con pasado colonialista, ante los cuales los húngaros lucharán para no tener que arrodillarse y para salvar a Europa de los hipócritas.

En el debate mediático intervino también el Primer Ministro de Luxemburgo, Xavier Better quien, como homosexual, se dirigió a Orbán en estos términos: “Si de verdad piensa que por ver una película o por hablar en una clase sobre orientación sexual te haces gay, realmente no ha entendido nada”.

Por su parte, el Presidente de Hungría, János Áder, explicó que la Ley no les dice a las personas mayores de dieciocho años como deben vivir su vida, ni se mete en su vida privada.

Y Orbán insistió en que no puede ser considerada homofóbica una ley que tan solo otorga a los padres el derecho exclusivo a decidir los contenidos de carácter sexual que consideren pertinentes para sus hijos.

En un análisis publicado en el portal ‘Sinpermiso’, la antropóloga cultural y activista Rita Beres-Deak, subraya que el carácter homofóbico de la Ley se desprende del texto introductorio en el cual se afirma que “el Estado debe garantizar el derecho de los niños a una identidad acorde con su sexo de nacimiento”

Esa concepción es compatible con lo establecido en la ley “ómnibus” de 2020 que impuso en todos los documentos oficiales la casilla “sexo de nacimiento” en lugar de la de “género”, con lo cual se hace imposible reconocer legalmente a las personas trans.

Para Beres-Deak son sorprendentes las similitudes con la ‘Ley de Propaganda Gay’ vigente en Rusia desde 2013 para “proteger a los niños de información que aboga por la negación de los valores tradicionales” y con la ‘Sección 128 del Reino Unido’ que en la década de 1980 prohibía promover la enseñanza de la homosexualidad como “si se tratara de una relación familiar”.

Los entretelones políticos en Hungría

Para entender por qué la Ley logró 157 votos de respaldo en el Parlamento y solo uno en contra, consultamos a Ildikó Szegedy-Maszák, doctora en Sociología Jurídica e Instituciones Políticas, investigadora de la Facultad de Ciencias Jurídicas de la Universidad Javeriana de Bogotá y profesora del Instituto de Economía Mundial de la Universidad Corvinos Budapest.

Según ella, el respaldo abrumador se puede explicar desde tres ópticas: la política, la geopolítica y la cultural.

Hungría tiene un sistema parlamentario en el que el partido Fidesz, el partido de gobierno del Primer Ministro Orbán, controla el 75 por ciento de los escaños.

La oposición está conformada básicamente por los socialistas y el Jobbik, partido de ultraderecha y, de lejos, el más popular en el espectro contradictor del Gobierno.

Jobbik y los socialistas comparten el propósito de sacar a Orbán del poder en las elecciones parlamentarias del próximo año, a pesar de los antecedentes extremadamente homofóbicos de Jobbik, partidario de prohibir las marchas del orgullo gay.

En Hungría, explica Ildikó, “ya tenemos las llamadas ‘Ciudades Libres’, es decir, aquellas donde la oposición pudo controlar las alcaldías, en las últimas elecciones locales; y entre ellas, la de Budapest.

Las ‘Ciudades Libres” son indicativas de que hay una puja fuerte por cambiar el sistema y sacar a Orbán y a Fidesz del poder, tarea nada fácil porque han instalado en el imaginario social la narrativa de que, sin ellos, los húngaros no pueden vivir y el país puede ser conducido al caos.

Con la Ley contra la pedofilia, Orban y Fidesz desarrollaron una jugada política magistral: forzaron a los socialistas y a la ultraderecha a competir por los votos de quienes piden castigos severos para los pederastas

Aquí es preciso mencionar un antecedente que para Beres-Deak es relevante. En 2020, Dóra Dúró, vicepresidenta del partido de extrema derecha ‘Mi Hazánk’ (Nuestra Patria) destrozó públicamente el libro infantil ‘El País de las maravillas es para todos’ porque algunos de sus cuentos de hadas muestran a parejas del mismo sexo. El acto fue de buen recibo en el espectro de la extrema derecha húngara y Orbán aprovechó para calificar el libro como “propaganda homosexual”.

De ese modo, el Gobierno debilitó la frágil alianza estratégica de la oposición para las elecciones de 2022. Si socialistas y ultraderechistas votaron igual que el partido gobernante contra los pederastas, Fidesz podría agarrar votos de la ultraderecha pues el electorado de ésta podrá decirse: “¿Si ves?, de todas maneras, Fidesz también nos representa”.

Beres-Deak sostiene que la Ley fue una trampa también para las izquierdas porque al votar normas que restringen y amenazan los derechos LGBTIQ pusieron en riesgo sus votos cautivos en esta población y, al mismo tiempo, buscaron salvar su imagen votando el articulado contra la pederastia, para no ser percibidos como protectores de violadores y abusadores sexuales.

Los entretelones sociales y culturales en Hungría

En Hungría cohabitan dos visiones sobre la familia. La visión liberal clásica que invoca la protección de los niños y niñas como condición necesaria para revertir las bajas tasas de natalidad y preservar la población, y la visión conservadora del padre-madre-hijos, a los cuales hay que proteger de los pederastas y homosexuales porque desdibujan el modelo de la “familia húngara”.

Para Ildikó, Orban juega el rol del protector y del líder que contrapone el orgullo nacional húngaro al orgullo gay. Es un tema difícil, anota, porque socioculturalmente el discurso en prohúngaro: “tenemos derecho a ser diferentes y a estar en la Unión Europea sin que nos digan lo que tenemos que decir o pensar”.

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