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Kalimán y las radionovelas, una historia de amor

En Colombia, la radionovela tuvo al radioteatro como punto de partida. Con voces, música y efectos sonoros, se adaptaban obras de escritores clásicos y contemporáneos.
Ana María Lara

Marcaron a varias generaciones. Los recuerdos de muchas de ellas siguen vivos. Son las radionovelas. Aunque ya muy poco se escuchan, son reconocidas por ser uno de los géneros radiales de mayor popularidad en la radio colombiana. Desde 'El derecho de nacer' y 'Chan Li Po' hasta 'Kalimán', la historia de la radionovela en Colombia ha sido rica y variada.

En América Latina, Cuba y México fueron semillero de grandes radionovelas. Este género, que tuvo gran fuerza entre los años cincuenta y ochenta, apelaba a imágenes e ideas que despertaban emoción en niños, jóvenes y adultos. El poder de la radio logró que, aun a pesar del paso del tiempo, en la memoria de quienes tuvieron la oportunidad de escucharlas se quedaran grabados personajes, tramas, e incluso efectos sonoros que ambientaban las escenas.

Kalimán y las radionovelas, una historia de amor
Foto: Unsplash

En Colombia, la radionovela tuvo al radioteatro como punto de partida. Con voces, música y efectos sonoros, se adaptaban obras de escritores clásicos y contemporáneos. Luego, la emisión de radionovelas como 'El Derecho de Nacer', de origen cubano pero adaptada con voces y radioactores colombianos, estimularon la producción de lo que se volvió casi una industria. Con las radionovelas, las emisoras se disputaban la audiencia estableciendo franjas de emisión para ampliar su público.


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Cursilería, estereotipos, mujeres esperando un golpe de suerte para encontrar a su galán, amores prohibidos, traiciones y mentiras. Pero también aventuras. Todos esos elementos atravesaban la trama de las radionovelas. Unas, de historias fantásticas; y otras, inspiradas en situaciones reales, contribuyeron a reforzar los estereotipos, a la vez que se valían de ellos para definir y subrayar roles y rasgos de las mujeres y los hombres, de los niños y de los viejos.

Para los años cincuenta y sesenta, cuando inicia el auge de este género, la radio era el medio de comunicación de mayor audiencia. La televisión, aunque llegó en 1957, tomó tiempo para instalarse en los hogares. 

Entre tanto, la radio ocupaba un lugar de honor en la sala de la casa, en donde a la hora de la radionovela se reunían los distintos miembros de la familia, a veces con amigos a escuchar aquello que la pequeña caja sonora iba relatando. Los oyentes tomaban partido por alguno de los personajes; el suspenso, la tensión, la sorpresa provocaban una atenta escucha y luego conversaciones, se lanzaban hipótesis sobre lo que sucedería en el capítulo siguiente.

Los amores imposibles, las angustias de las “madres solteras”, el abandono de los padres, la búsqueda de un destino mejor, eran algunas de las tramas que se repetían. Pero también hubo radionovelas que lograron despertar la fantasía y llevar a los oyentes a lugares desconocidos y exóticos. Kalimán y Arandú fueron, entre otras tantas, las radionovelas de aventuras.

Cayendo la tarde, la escucha de Kalimán era el premio para niños y adultos luego de la jornada diaria. A la vez, la radionovelas jugaban un papel en la socialización; pasaban a ser el momento de compartir una escucha colectiva.

Los oyentes tuvieron la fortuna de ver a Kalimán y Arandú en folletines que se vendían o alquilaban en tiendas y kioscos. Así como no se perdían capítulo al aire, muchos coleccionaban las pequeñas revistas. Era la manera de tener la imagen de los protagonistas.

Kalimán y las radionovelas, una historia de amor

El apuesto Kalimán y el pequeño Solín tenían así, un rostro. A la vez, los radioactores con sus voces le imprimían el carácter a cada personaje y con gran maestría lograban que la imaginación de los oyentes definiera claramente cómo eran, cuáles eran los rasgos y gestos de sus más queridos personajes. 

Muchos de los actores que alcanzamos a ver en la televisión colombiana venían de ser radioactores. El radioteatro y la radionovela fueron una valiosa escuela de formación actoral. La exigencia del trabajo con la voz para mostrarle al oyente sin imágenes todo lo que pasaba requería de entrenamiento, de cuidado, de leer una y otra vez el libreto. Además, por lo general se grababa de una sola vez, sin que hubiera lugar a errores. 

Tener poderes, volar, leer la mente, paralizar o hipnotizar al enemigo. Todo aquello se hacía con la magia del sonido. A la voz se sumaba la magia de los efectos sonoros, producidos a partir de objetos con texturas y formas diversas. Con cáscaras de coco se imitaba el galope de los caballos; con una lámina de aluminio las tormentas. Había siempre en los estudios de grabación arena, chapas, papel celofán, piedras, vasijas con agua, hojas secas, baldosas, palos, y muchos otros recursos para imitar los sonidos de la naturaleza, las puertas o los pasos de personas y animales. 

Hacer efectos requería de precisión y mucha habilidad manual. Hoy algunos formatos de producción radial toman elementos de la radionovela. Los efectos sonoros, ya sin la cajita en la que había cocos y demás objetos están disponibles en internet. Hay bancos sonoros cada vez más completos y sofisticados. 

El drama sonoro sigue vivo. Las posibilidades que ha abierto la producción de podcasts les ha dado vida a nuevas series de ficción que cuentan historias con un lenguaje contemporáneo; muchas de ellas van más allá de los estereotipos; de hecho, los cuestionan y buscan derrumbarlos. 

Kalimán y las radionovelas, una historia de amor
Foto: Unsplash

Hoy, la oferta es inmensa y se escucha “a la carta”. La difusión pasa menos en la radio y más por plataformas digitales. Probablemente aquello implique una manera distinta de apropiarse de los contenidos y no es equivocado decir que esas formas de socialización que ocurrían en torno a las radionovelas de antaño se han transformado. En cualquier caso, seguimos disfrutando del placer de ir a otros mundos y espacios, gracias a la buena combinación de voz, música y efectos sonoros.

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