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Un lumbalú para Rafael Cassiani, por Jaime Andrés Monsalve

Un infarto se llevó a Rafael Cassiani Cassiani en la mañana del sábado 4 de junio.
Foto: Facebook Sexteto Tabalá.
Jaime Andrés Monsalve, jefe cultural

El 29 de noviembre de 1934, día en que nació Rafael Cassiani Cassiani, a lo lejos un cortero estaba acompañando sus labores en la zafra en compañía de un canto. Mientras la comunidad se preparaba para recibir a su nuevo miembro con el rigor ceremonial que se estila entre los raizales de San Basilio de Palenque, población a una hora y 10 minutos de Cartagena. Los hombres del lugar iban cortando la caña mientras repetían la vieja tradición del work song, tan arraigada en las plantaciones de algodón cercanas al río Misisipi en Norteamérica como en el primer enclave liberto de América, donde desde la década del 30 había llegado la industria azucarera, oportunidad de trabajo para los palenqueros.

Los ingenios llegaron con trabajadores expertos desde Cuba. Y con ellos llegó, además, la novedad del son. El primer repertorio, aquel que en la isla se habían encargado de popularizar el Sexteto Habanero, el Trío Matamoros y el Septeto Nacional de Ignacio Piñeiro, caló hondo en el hombre y sus labores. El trabajo físico se paliaba consecuentemente con música y, llegada la noche, esos mismos himnos cubanos eran repetidos, mezclados con canciones propias, en jornadas festivas en los que los trabajadores, sin mucho entrenamiento musical, golpeaban la clave y experimentaban con esa suerte de bajo cuadrado, de láminas metálica en vez de cuerdas, llamado marímbula. Fue el origen del género musical conocido como sexteto palenquero.

En su ‘Historia de la música en Colombia’, monseñor José Ignacio Perdomo va más atrás en el tiempo a la hora de contextualizar la música del lugar. “El esclavo, tras doliente éxodo de sus tierras africanas, atravesó por un largo período de adaptación al ambiente a las tierras mortíferas donde vino a proporcionar su fuerza de trabajo. En virtud de las encomiendas otorgadas por el gobierno peninsular, se importaron negros con el fin de emplearlos en las faenas agrícolas y mineras. El Bajo Sudán no dista mucho del puerto de Mombasa, donde los barcos negreros llenaban sus bodegas con destino a América. Esas tribus negras guerreaban entre sí para hacer prisioneros y venderlos a mercaderes de esclavos. Buena parte de ese material humano fue introducido por Cartagena (…) Con la raza de color vinieron los cantos dolientes, la fuerza rítmica de las danzas frenéticas, las supersticiones, una poesía llena de sugerencias y rebeldía”.


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De todas esas fuentes bebió Rafael Cassiani Cassiani, quien desde pequeño fue criado por sus tíos, músico gaitero uno y líder del llamado Sexteto Habanero Palenquero otro. Fue el momento en que apellidos como Salgado, Valdés, Tejedor, Salinas y el suyo empezaron a convertirse en sinónimos de música. El siempre olvidado poblado de San Basilio de Palenque, territorio de necesidades económicas inveteradas, ahora era, un meridiano musical de la costa Caribe.

Cassiani Cassiani ingresó a las filas de la agrupación del sexteto de su tío, Manuel Valdez Simancas, ‘Simancongo’, primero como maraquero y luego como compositor de más de un centenar de sones y años después como director de esa misma agrupación, llamada ahora y desde hace varias décadas, Sexteto Tabalá.

A partir de su reconocimiento entre el gran público en la década del 90, entre otras gracias al trabajo del sello Palenque Records del productor bogotano Lucas Silva, el Sexteto Tabalá se convirtió en una institución sonora que podía codearse de tú a tú con todo el fenómeno de la música global. Para Cassiani y compañía fueron tiempos pródigos en grabaciones, de viajes nacionales e internacionales y de descubrimientos que ahora se le posibilitaban, en el otoño de su vida.

Un infarto se llevó a Rafael Cassiani Cassiani en la mañana del sábado 4 de junio. Hoy, con la tristeza de la despedida, pero con la alegría de la trascendencia hacia otros ámbitos, un tambor pechiche está siendo preparado en la comunidad para despedir, en clave de lumbalú, a un referente sonoro que se nos va. Quedan por siempre sus composiciones, su voz temperamental y su amplia sonrisa con visos de eternidad.

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