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Una década sin Chiqui Tamayo, de Cuba para Colombia

En libro a propósito de los 20 años del espacio cultural bogotano Casa de Citas, el investigador musical César Pagano escribió una semblanza del cantante cubano radicado en Colombia Tomás Cristóbal Tamayo, con un curioso título: “Hablar, fumar y cantar”. Decía a propósito el inicio de esa nota: “Esos tres verbos eran los que más conjugaba en su extraña vida nuestro inquieto personaje cubano. La mayoría de sus acciones las encaminó a agotar con salvaje devoción esa tríada del gozo”.

En libro a propósito de los 20 años del espacio cultural bogotano Casa de Citas, el investigador musical César Pagano escribió una semblanza del cantante cubano radicado en Colombia Tomás Cristóbal Tamayo, con un curioso título: “Hablar, fumar y cantar”. Decía a propósito el inicio de esa nota: “Esos tres verbos eran los que más conjugaba en su extraña vida nuestro inquieto personaje cubano. La mayoría de sus acciones las encaminó a agotar con salvaje devoción esa tríada del gozo”.

Nacido en La Habana en 1931, Chiqui Tamayo se hizo parte de la escena musical colombiana desde mediados de la década del 70, después de llegar a Bogotá como vocalista de la célebre orquesta venezolana Los Melódicos. Antes había hecho lo propio en el país hermano en célebres agrupaciones como La Tremenda y Los Satélites, pero al llegar a Bogotá y conocer los sonidos colombianos, decidió quedarse para siempre.

Desde ese entonces se incorporó a proyectos como la orquesta de Pacho Galán, La Tropibomba, Los Guapos, el Combo Colombo y su propia agrupación, bajo la dirección de Ramón Ropaín. En Bogotá, Chiqui Tamayo se sintió en su propia patria, y era común encontrárselo en vivo como cantante de la orquesta del Club Candilejas, y en lugares en boga a partir de la década del 80 dedicados a la difusión de los sonido afroantillanos y a la canción de autor, como Salomé Pagana, Salsa Camará, Galería Café Libro y Casa de Citas.

Poco a poco Tamayo se ganó un prestigio entre sus colegas. Pagano recordaba: “en estos bares o tabernas lució su voz, su humor negro, sus constantes coqueteos, sus sombreros, su modulación amplia e inconfundible de vibrato natural y ejerciendo la solidaridad con sus amigos”. Pero su carácter férreo y complejo, y su gusto por la bohemia, terminaron por convertirlo en uno de esos músicos de leyenda negra que trashumaban por las barras y las tarimas de bares y cantinas.

Tras su paso por aquellas orquestas de acento bailable, el cantante dio un giro a su repertorio para dedicarse casi que exclusivamente al bolero. En la década del 80 se mantuvo vigente con la agrupación El Escuadrón del Bolero, en la que participaron músicos como la percusionista Bertha Quintero y el bajista Gustavo Castelar, y en sus últimos años era común encontrárselo en diferentes establecimientos de la noche bogotana, cantando el género romántico con su orquesta, el Son Trucupey o al lado del piano solista de Fernando Linero. Sus últimos meses los pasó en Cali, donde estaba trabajando en un contrato y donde falleció, en 2011.

El pasado 11 de febrero conmemoramos 10 años de la desaparición de Tomás "Chiqui" Tamayo, bolerista y salsero cubano que se quedó entre nosotros. Por eso es nuestro Artista de la Semana.

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