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Así se hizo el documental ‘Yo Soy la Cumbia’

El realizador Ebiru Ojaba cuenta las diferentes etapas que marcaron la producción de esta pieza fílmica.

Mauricio Martínez, más conocido como Ebiru Ojaba, es un realizador audiovisual que hace varios años le sigue la pista a la cumbia y sus diferentes manifestaciones en el continente americano. De allí parte “Yo soy la cumbia”, un documental que demoró bastante tiempo en tomar forma y que próximamente podremos ver. El realizador le contó a la Radio Nacional de Colombia su larga aventura.

Por: Ebiru Ojaba

La historia comienza en el 2008 cuando utilicé una canción para musicalizar la escena de un documental en el que trabajaba. Era el porro ‘Fiesta de Negritos’ de Lucho Bermúdez. Mientras contemplábamos la escena con el editor sentimos que involuntariamente nos movíamos al ritmo de la música. La escena que preparábamos adquirió un aura de luminosa alegría.

Durante el proceso de edición tuve que ver esta secuencia varias veces y la magia de la música siempre me envolvía. Cuando el documental se exhibió, a los espectadores se les dibujaba una sonrisa en el rostro apenas veían la secuencia: no había duda que esa música tenía el misterioso poder de despertar la alegría en quien la escuchaba.

Como a muchos colombianos, la música de Lucho Bermúdez me acompañó desde la infancia: fue la banda sonora de bailes, festejos y celebraciones; siempre me recordó los momentos de regocijo y unión familiar. Al crecer lo olvidé. En esa época se apilaron en mi discoteca personal músicas extrañas y sofisticadas, pero no poseía ni una sola cumbia, ni un porro, ni otra variedad de música tropical colombiana. Volver a descubrir a Lucho Bermúdez fue una revelación.

Con un colega de trabajo, Jorge Silva, empezamos a investigar acerca de la cumbia y nos encontramos algunos ejemplos muy diferentes a la colombiana pero que conservaban algo de la inconfundible sonoridad tradicional. Descubrimos a Celso Piña y a Ska Cubano; también hallamos algo más inusual: la cumbia digital del sello argentino ZZK Records, que en ese momento incursionaba con fuerza en la escena electrónica mundial.

Una segunda revelación vino cuando escuché el coro de ‘Danza Negra’, que dice “Todo el mundo está cantando esta cumbia colombiana”. Y eso era exactamente lo que estaba pasando: la cumbia colombiana se había convertido en un ritmo universal que se bailaba en diferentes versiones nacionales alrededor del mundo. Lucho Bermúdez lo había profetizado.

En ese momento supimos, Silva y yo, que debíamos profundizar en el asunto así que iniciamos el blog “Cumbia poder y porro”, que en su nombre le rinde homenaje a ‘Cumbia poder’, una célebre canción que Celso Piña interpretó junto a El Gran Silencio. “Luna llena mi alma de cumbia/ saca de mí la locura y llévame a la luz y a la paz”, cantó el regiomontano. Esas estrofas, que bien pudieron ser el lamento del indio o del negro en las épocas coloniales, nos hicieron caer en cuenta de que la cumbia es una delicada mezcla de tristeza y felicidad.

Así fue que empezamos a seguirles la pista a bandas colombianas contemporáneas que estuvieran influenciadas por la cumbia. Nos encontramos a Bomba Estéreo, Systema Solar, Frente Cumbiero, Pernett y Papaya Republik, entre muchos otros que se movían en pequeños nichos de los circuitos alternativos de las capitales colombianas. Muchos de ellos quedaron registrados en entrevistas y clips de conciertos que nos inspiraron a soñar con una gran serie documental que recogiera las diferentes transformaciones de la cumbia en el mundo. Incluso fantaseamos con el capítulo final de la hipotética serie: un apoteósico concierto en Bogotá que se llamaría ‘Cumbia al Parque’.

Fuimos demasiado ambiciosos e ingenuos así que continuamos con nuestra pequeña red de comunicación cumbiambera que, tiempo después, empezó a recibir retroalimentación desde Argentina, Chile y México. Lentamente todo empezó a girar en torno a la cumbia y nuestros conocimientos al respecto fueron creciendo. Sin embargo, nadie parecía interesarse por el documental que todavía seguía en nuestra cabeza.

En el 2010 mi interés se desplazó de la cumbia contemporánea a la más añeja, la que se había producido en Colombia a mediados del siglo XX. Buscamos financiación para proyectos más grandes como un documental biográfico de Lucho Bermúdez. Contactamos a su hija menor, Patricia Bermúdez, quien nos permitió conocer el archivo personal de Lucho y digitalizar su álbum fotográfico. El plan fue rechazado. Un año después tocamos las puertas de un canal privado que nos rechazó aduciendo que la vida del clarinetista no era lo suficientemente atractiva para un público masivo.

Irónicamente, dos años más tarde, el 2012, fue declarado, por decreto presidencial, el año Lucho Bermúdez, una idea que había surgido durante una conversación con Patricia ¿Cómo llegó esa idea a oídos del presidente? Todavía es un misterio para mí. El caso es que el centenario de Lucho Bermúdez se convirtió en un acontecimiento de interés nacional y la televisión estatal realizó un documental similar al que habíamos propuesto nosotros desde el 2010. Sin embargo, no desistimos. Como contábamos con un buen material de archivo y recursos técnicos profesionales editamos ‘Lucho Bermúdez de Colombia para el mundo’, un documental de 44 minutos que, a su vez, fue nuestro primer trabajo grande.

Este documental también nos abrió un panorama más amplio para enfocar nuestras investigaciones: Lucho Bermúdez había sido el músico más popular de su generación en Colombia y en el ámbito internacional. De él y su obra se encontraba información, artículos de prensa, datos, fotos y hasta fragmentos de piezas audiovisuales. Pero existían otros músicos que, no obstante, habían contribuido en gran medida al desarrollo de la cumbia colombiana, infortunadamente, se encontraban olvidados.

Entonces nos impusimos la misión de buscar a estos personajes, muchos de los cuales ya habían muerto o estaban incapacitados para ser entrevistados y además estaban desperdigados en diferentes puntos del país. Encontrarlos era una tarea que requería una gran inversión de recursos financieros, tiempo y esfuerzo. Aunque entendimos que habíamos llegado a esa idea diez años tarde, muchas de las entrevistas que logramos nutren conceptualmente ‘Yo Soy la Cumbia’.

Paralelo a estos acontecimientos empezamos a recorrer el Caribe colombiano donde se anida la cumbia más raizal. Visitamos y grabamos en diversos eventos que se relacionan directa e indirectamente con ella: el Festival Nacional de la Cumbia en el Banco, Magdalena, el Festival Nacional del Porro en San Pelayo, Córdoba, el Festival Nacional del Bullerengue en Puerto Escondido, Córdoba y el Carnaval de Barranquilla. Asimismo, en el año 2013, en compañía de mi productora, viajé al sur del continente.

Fueron cinco semanas en la que contamos con la complicidad de varios amigos que en Santiago, Buenos Aires y Valparaíso estaban, como nosotros, obsesionados por las mutaciones continentales de la cumbia.

En Buenos Aires conocimos a Pablo Ignacio Coronel, otro cineasta que estaba realizando un proyecto muy similar al nuestro: el documental ‘Cumbia la Reina’. Él había grabado gran cantidad de material en países como Argentina, Chile, Perú, Bolivia e inclusive Brasil, donde la cumbia estaba empezando a penetrar con gran fuerza. Se nos ocurrió la idea de juntar esfuerzos para robustecer el músculo económico y creativo. La alianza no se concretó como tampoco se cristalizó una posible financiación estatal del proyecto.

Aunque las grabaciones no se detuvieron y seguíamos firmes en nuestro empeño, el poco dinero con el que contábamos se acabó y tuvimos que abandonar el anhelo. Hacer una serie como la que habíamos contemplado al principio era una quimera. Aún así, en marzo de 2016 tomé una decisión definitiva: renuncié a toda distracción, tomé el riesgo e inicié el montaje de lo que es hoy ‘Yo Soy la Cumbia’.

Las etapas del montaje duraron un año completo, aunque hubo periodos de varias semanas donde se tomó distancia frente al material para descansar y después retomarlo con ideas frescas. Constituyó un gran trabajo de síntesis debido a la gran cantidad de horas de grabación. La gran cantidad de material visual dificultaba su manipulación y mantener una visión global de todo el conjunto, así que este proceso se hizo lento y prolongado. El montaje tuvo alrededor de seis versiones que se fueron puliendo hasta lograr la final.

Luego de ir y venir, de golpear muchas puertas y de ganarle la batalla a la resignación, me llena de felicidad presentar ‘Yo soy la cumbia’, un documental de una hora que relata cómo este ritmo mestizo se ha propagado desde el Caribe colombiano no solo a lo largo del continente americano sino, también, en los lugares más inusuales del planeta.

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