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Reutilizar plástico: el arte de las segundas oportunidades

Esta es la historia de algunos santandereanos que buscan mitigar el impacto ambiental de este material.  
Fotos: cortesía.
Angélica Blanco

¿Se puede hacer arte con la basura que estamos desechando?, esa es la pregunta que le hago a Orlando Pérez Veloza, un santandereano que le apostó desde Piedecuesta, en el área metropolitana de Bucaramanga (Santander), a las segundas oportunidades, creando un lugar en el que las llantas, esas que por lo general desechan en talleres mecánicos y hasta en ríos; se convierten en las protagonistas, al ser transformadas en animales y en obras artísticas con las que busca enseñar a niños y adultos que debemos cuidar el planeta. 

Según la Greenpeace, una de las ONG ambientalistas más reconocidas del mundo, “el plástico es un material sintético que se produce a partir del petróleo y que por procesos de polimerización del carbono es altamente modificable a las necesidades requeridas. Sus características de resistencia, versatilidad, elasticidad y bajo costo lo hacen actualmente un material presente en casi todos los elementos cotidianos”.

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Lo tenemos en la ropa, en la alacena, en la nevera, en el bolso y si echamos una ojeada a nuestro alrededor, está en casi todo lo que tenemos cerca. 

“Yo era jardinero”, cuenta Orlando Pérez, quien enlaza su oficio inicial con el actual, que se liga con la conciencia de cuidado y amor que tiene por la naturaleza. 

“Debido a la pandemia me traté de rebuscar la vida haciendo animales con las llantas de los carros, porque veía que todos los días las dejaban tiradas y algo me decía que les podía dar otro uso. Recuerdo que la primera obra que hice fue un pájaro y lo vendí en 40 mil. Hoy me dedico a hacer obras de arte de lo que se me venga a la cabeza, pero siempre las relaciono con el planeta y sus especies: he hecho caballos, águilas, jirafas y, de hecho, ya me llamaron para hacer una exposición de mis creaciones en el Museo de Arte Moderno de Bucaramanga”, cuenta orgulloso.   

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Mientras conversamos, me expresa su preocupación por las cifras y la huella que el hombre está dejando en la tierra, pues desde la ropa, los empaques de alimentos, las bolsas, pitillos, vasos y demás materiales, tienen plástico y, preocupa, que su uso no se ha reducido, sino al contrario, va en aumento. 

Datos de un estudio publicado recientemente por Greenpeace, arrojaron que “en Colombia se consumen 1 millón 250 mil toneladas de plástico por año, el 74%  de los envases termina en rellenos sanitarios, cada hogar colombiano genera casi 4,5 kilos de basura al día y, cada 24 horas, solo en Bogotá se eliminan casi 6 mil 300 toneladas de residuos, justo en el momento en el que la mayoría de los rellenos sanitarios de los 32 departamentos, se han convertido en una bomba de tiempo, a la que no le han encontrado solución. 

Si embargo, cuando de soluciones se habla, aparece Óscar Javier Acosta Medina, un ingeniero mecánico que nació en El Socorro (Santander), donde fundó una empresa dedicada a la fabricación de madera plástica gracias a la recuperación y al tratamiento de materiales reciclables.

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Su baluarte es la sostenibilidad ambiental que puede generar con este modelo de negocio innovador y con el que ha logrado construir parques, y, próximamente casas. 

“Yo trabajo con plásticos, con los que diariamente tenemos contacto, pero que ya no sirven aparentemente para nada. Lo que pocas personas saben es que es un material que puede llegar a convertirse en postes, en paredes, parques, casas, sillas, mesas, pisos, ladrillos, corrales, cercas y en lo que queramos”, relata, mientras a su vez explica que, para construir un ladrillo reciclado, se necesitan casi ocho kilos de plástico y al mes están procesando actualmente 40 toneladas al mes. 

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Ambos, tanto Óscar, como Orlando,  sueñan con ver crecer a toda una generación consciente, que aproveche “desde los frascos de aceite, hasta los empaques de productos como el arroz, el azucar, las llantas que les cambian a sus carros. Por eso el mensaje es que antes de desechar se piense en que reciclando podemos salvar no solo un río, sino se puede ayudar a edificar un mejor futuro y hasta darle segundas oportunidades al arte”, concluyen.

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