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La historia detrás de las emisoras clandestinas del 9 de abril

Desde sitios desconocidos transmitieron decenas de emisoras que de un momento a otro empezaron a llamar a los colombianos a la revolución, tras el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán.
Foto: Señal Memoria.
Ana María Lara

Eras voces masculinas. Voces sin rostro que desde micrófonos e improvisadas consolas transmitían incendiarios mensajes que reflejaban indignación, dolor y rabia; a la vez que indicaban que en muchos sitios de Colombia había gente dispuesta a que el legado de Gaitán continuara en pie.

Se conoce evidencia de emisoras clandestinas liberales. Pero probablemente también hubo radioaficionados conservadores que estimularon la violenta dinámica que se dio tras el asesinato del líder.  El hecho de que hoy podamos conocer fragmentos de los mensajes enviados desde las emisoras clandestinas liberales responde a la decisión que se tomó desde el gobierno central de controlar a toda costa los posibles desmanes que desde la radio se podían provocar dada la capacidad de convocatoria que tiene este medio.

La radiodifusión había vivido la presión de la censura desde 1944, cuando ocurrió el famoso “Golpe de Pasto” liderado por el coronel Diógenes Gil contra Alfonso López Pumarejo. Desde ese momento, las emisoras empezaron a ver controlada su labor informativa. Al tiempo que la llamada violencia bipartidista seguía abriendo grandes heridas, las emisoras comerciales profesaban su filiación liberal o conservadora. Así muchos de los contenidos de unas u otras se elaboraban a partir de posiciones políticas.

Sin embargo, quienes impulsaron las emisoras clandestinas no creyeron estar al vaivén de la censura. Esa clandestinidad les daba un margen de maniobra para decir lo que querían, para expresar su rabia sin límites, para convocar a la organización política e incluso a tomar las armas. El 9 de abril los improvisados locutores de las emisoras clandestinas creían estar fuera del alcance de la censura.

No obstante, el presidente conservador Mariano Ospina Pérez dio muestras de entender los efectos que los mensajes de las radios clandestinas podían llegar a tener en la población. Esos  mensajes hablaban, entre otras cosas, de hacer rodar “las cabezas de Mariano y de Laureano” o de incendiar la refinería de petróleo de Barrancabermeja. Y lo hacían “desde un lugar de Colombia que a nadie le importa”.

Es así como a la media noche del 9 de abril, Ospina Pérez invitó a un liberal a tomar la dirección de Radio Nacional de Colombia. Ese liberal, que no era gaitanista, tenía una capacidad reconocida de negociación y de diálogo con los adversarios conservadores. En distintos medios se le describía como un hombre de muy buenas maneras, capaz de sentarse a la mesa con laureanistas o con gaitanistas.

Era Alfonso Araújo. Su papel fue el de promover un llamado a la convivencia y la concordia desde Radio Nacional de Colombia, pero también de capturar las frecuencias de las emisoras clandestinas. Al capturar las frecuencias fueron quedando registrados los mensajes que hoy son un gran documento sonoro, útil para el reconocimiento del turbulento momento que se vivió tras el asesinato de Gaitán, pero también útil para reconocer la manera como los seguidores de Gaitán asumieron una bandera de rebelión.   

Hoy, escuchar las voces que por horas y horas transmitieron desde las emisoras clandestinas no deja de ser sobrecogedor. La palabra atravesada por la rabia es uno de los aspectos más notorios. Sin embargo, lo son también las reivindicaciones que se fueron haciendo, siempre remarcando la exclusión política y la marginalidad social. Escuchar los mensajes de las emisoras clandestinas nos saca de relato reiterado, e incluso mezquino, según el cual la rabia popular solo fue canalizada a través de la chicha y el consumo de licor.

El 31 de mayo de 1948 se expidió el decreto 1787. La censura tuvo su máxima expresión en el cierre de algunas emisoras comerciales y en la apertura de procesos judiciales a algunos liberales que promovieron las emisoras clandestinas. Así mismo, los radioperiódicos, que eran los espacios informativos de entonces, debieron someterse a un estricto control.

Este es uno de los episodios fascinantes de la historia de la radio en Colombia. Por ese episodio podemos tener una dimensión del poder que puede alcanzar un medio de comunicación. La censura, desde entonces, fue una medida de la que se echó mano casi de manera sostenida hace bien entrado el periodo del Frente Nacional.

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