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Media Luna, el pueblo en el Cesar que aún llora a sus víctimas

29 años después de la masacre de Media Luna, corregimiento de San Diego, Cesar, sus habitantes no logran reponerse a este hecho violento perpetrado por unos 200 paramilitares que acabaron con la tranquilidad de esta población.
Masacre Media Luna Cesar 1996
William Alejandro Julio
Dagoberto Mata

El 27 de octubre de 1996, mientras los habitantes de Media Luna, corregimiento del municipio de San Diego, Cesar, disfrutaban de las frescas brisas que llegaban desde lo más alto de la Serranía del Perijá, y escuchaban las canciones que sonaban, amenizaban con pólvora y risas las fiestas del pueblo, todo acabó cuando un grupo de 200 hombres armados irrumpieron en el pueblo en varias camionetas de las que descendieron vestidos de uniforme camuflado y con lista en mano, y la muerte que reflejaban en sus ojos, comenzaron a asesinar a todo aquel que tenía su nombre escrito en esa hoja del terror.

Los asesinos eran miembros de las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá, los mismos que, un mes antes, el 26 de septiembre de ese mismo año, habían ingresado al municipio de Agustín Codazzi, Cesar, donde se llevaron a 11 habitantes bajo la misma modalidad y los asesinaron. El propósito de los paramilitares que habían llegado al Cesar era eliminar a quienes consideraban colaboradores de la guerrilla.

El profesor William Julio Quintero, quien perdió tres familiares aquella noche, recuerda entre lágrimas cómo los alzados en armas iban puerta a puerta ubicando a sus víctimas; luego de tumbar las puertas de las viviendas, los fueron asesinando uno a uno. “Es una masacre que quedó grabada en el corazón y la mente de todos los habitantes de Media Luna”, expresó el docente.


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La masacre comenzó pasadas las once de la noche. Según el profesor Quintero, unos 200 hombres llegaron en camionetas y comenzaron a recorrer las calles. “Fueron puerta a puerta buscando a los señalados, porque una mujer que había trabajado con la guerrilla iba con ellos señalando a los que quería”, narró.

Los disparos y los golpes en las puertas con mazos transformaron la alegría de aquella noche en terror y pánico. Siete medialuneros fueron asesinados, entre ellos un niño de apenas 11 años de edad que intentó huir en medio del caos. Su cuerpo quedó tendido en una de las calles. Cuatro personas más fueron obligadas a subir a las camionetas; nunca se volvió a saber de tres de ellas. La plaza del pueblo, que horas antes había sido escenario de alegría, amaneció convertida en un campo de silencio y dolor.

“Ellos comenzaron matando al ‘Negro Cardoza’ tras tumbar la puerta de su casa. Luego asesinaron a su hermano Jesús Cardoza, a Lirio Quintero, a Yiyo Lindarte y a Ascanio Abril, mi mejor amigo, cuyo único pecado fue dirigir un festival folclórico del aguacate”, recuerda con tristeza el profesor William.

El dolor no ha desaparecido en esta población que ha sufrido diferentes formas de violencia, pero esta masacre sigue siendo una de las heridas más profundas. Muchos habitantes huyeron del lugar por miedo, dejando atrás sus hogares. Se desplazaron para otros pueblos, ciudades o el exterior. Media Luna quedó deshabitada, convertida en uno de esos pueblos fantasmas que la violencia dejó en la década de los noventa. “En esta masacre segaron la vida de muchos inocentes. Al otro día, Media Luna parecía un pueblo de película del oeste. Hasta el canto de los gallos al mediodía aturdía el silencio que había en el pueblo. La gente se fue del pueblo. Quedó fantasma y nada volvió a ser igual”, recuerda el docente.


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Detrás del ataque estaba la orden de los hermanos Carlos y Vicente Castaño, quienes enviaron desde Córdoba a Salvatore Mancuso junto a un grupo de hombres para unirse con los paramilitares locales. Ganaderos de la región habrían financiado la operación, convencidos de que la presencia armada acabaría con la influencia guerrillera. Pero lo que dejaron fue una herida profunda que, casi tres décadas después, sigue abierta en el corazón del Cesar.

 

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