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Aguas mansas, fieros raudales: canciones del río Magdalena-Parte 3

En la última entrega de este compendio, recordamos obras de Leonor Gonzáles Mina, César Botero y Martina Camargo.
Foto: Colprensa
Luis Daniel Vega

En el último viaje de Simón Bolívar, que lo llevaría de Santa Fe de Bogotá a la costa caribeña de Colombia, el Libertador vaticina el destino decadente del río Grande de la Magdalena: «Los peces tendrán que aprender a caminar sobre la tierra porque las aguas se acabarán», podemos leer en ‘El general en su laberinto’, la ficción histórica en la que Gabriel García Márquez ofrece un retrato triste del prócer derrotado.

De aquella lánguida profecía han pasado casi dos siglos y el río, a pesar de su obstinación, muere lentamente frente a nuestros ojos. Ante la resignación desolada quedan la música y la literatura para recordarnos que allí, donde solo ha quedado “… el vasto silencio de la tierra desolada”, otrora existía un paraíso esplendoroso de “selva enmarañada” y “árboles colosales” habitado por loros y micos bulliciosos, “caimanes inmóviles” “garzas asustadas” y “los manatíes que amamantaban sus crías con sus grandes tetas maternales y sorprendían a los pasajeros con sus llantos de mujer”.

(Encuentra aquí la parte 1 y parte 2 de este listado.)

A pesar de su infame ventura, aún tenemos un río de aguas mansas y fieros raudales que vuelve a ser un escenario idílico en algunas de las canciones que lo celebran como metáfora, lo convierten en escenario de amores desdichados o cantan su fulgor extraviado.

El canalete- Grupo Cuerdas Colombianas

La pesca artesanal ha estado ligada a la idiosincrasia del río Magdalena y el pescador ribereño, tan emblemático en la cultura fluvial de la zona alta del río, ha sido el protagonista de cientos de canciones dentro de las que se encuentra “El canalete”, un sanjuanero escrito por Jorge Villamil. A la atarraya, los anzuelos, el cóngolo y un sombrero, se le suma el canalete que es un remo de pala muy ancha, generalmente ovalada, con el que el buen pescador, como si se tratara de una sinuosa danza solitaria, dirige su embarcación y “en las noches de luna desafía a la corriente”.

 

El Caracolí- Silva y Villalba

Conocido como mijaguo, gusanillo, paují, chorote, merey o montañero, el caracolí es un árbol frondoso que crece a lo largo de las márgenes donde el río Magdalena sigue su curso más apacible. Bajo sus amplias frondas ovaladas el ganado, las tertulias musicales, los sancochos y los amores enfebrecidos han tenido buena sombra; además, en sus gruesas raíces los pescadores solían encadenar las barcas. Algunas de estas imágenes aparecen en la guabina de Jorge Villamil, quien deposita en un incólume caracolí la melancolía de un hombre al que el tiempo le ha despojado un pedazo de paraíso.

El pescador- Leonor González Mina

Luego de recorrer varios países latinoamericanos, José Barros regresó a Colombia en 1945 y se instaló en Bogotá seducido por el auge inusitado de la música costeña en la capital. Fue por esos años cuando Jack Glottman, el gerente de la RCA, le encargó la composición de porros y cumbias, estilos musicales a los que Barros nunca se había enfrentado, pues eran considerados vulgares. Una de esas canciones fue “El pescador”, cumbia sinuosa que habla con sencillez del oficio antiguo de echar la red a las aguas. Como no era diestro en el arte de escribir música, José Barros se apoyó en Luis Uribe Bueno y Lucho Bermúdez para lograr las partituras de una canción que fue exitosa en Colombia, México y Argentina. La versión de Leonor González Mina apareció en ‘Cantos de mi tierra y de mi raza’, disco con el que la cantante debutó en 1964 para el sello Sonolux.

Canta tus penas río Magdalena- César Botero

La depresión momposina es una cuenca hidrográfica cuyo vasto territorio de más de 20.000 kilómetros cuadrados se encuentra ubicado sobre los departamentos de Bolívar, Magdalena, Sucre, Córdoba y César. Allí, donde los ríos Cauca, Cesar y San Jorge desaguan en el Magdalena, se forma un fértil valle en el que se originó una expresión musical festiva y tribal conocida como tambora, complejo rítmico que desde hace muchos años es uno de los más representativos de las comunidades que habitan esta región. El joven cantador, bailador y compositor César Botero, nacido en El Paso, Cesar, y director del Grupo folclórico Tambores de San Marcos, es un divulgador optimista de la tambora, quien, en 2015, bajo el marco de la versión 26 del Festival Nacional de la Tambora, celebrado en San Martín de Loba, ganó en la categoría de mejor obra inédita con una canción en la que el río triste y moribundo le canta sus penas a un hombre.

Cumbia del río Magdalena- Óscar Velásquez y su Conjunto

Nacido en 1935, en el barrio Robledo de Medellín, Óscar Velásquez empezó a estudiar música en el Instituto de Bellas Artes, durante un tiempo acompañó con su guitarra a Noel Petro y, a comienzos de la década de los cincuenta, fue contratado como músico de planta por sellos como Codiscos, Ondina y Silver.}

A finales de esa misma década, junto a Edmundo Arias, grabó la primera versión de “Cumbia del río Magdalena”, una composición original de Marco Posada. La célebre canción es un recuento geográfico del paso del río por Colombia, enarbolado por un coro inolvidable: “Del Páramo de las Papas, hasta bocas de cenizas, el gran río Magdalena majestuoso se desliza”.

El Mohán- Martina Camargo

San Martín de Loba es un municipio que hace parte de la cuenca de la región Momposina, en la margen sur del Brazo de Loba, una de las dos vertientes del río Magdalena que con el Brazo de Mompós conforman la isla de Mompós. Allí nació Martina Camargo, una de las voces más reconocidas del complejo musical de la tambora.

Heredera y portadora de una tradición centenaria, la cantadora se dio a conocer con la agrupación Ale Kuma en 2002 y luego con discos como ‘Aires de San Martín’, en 2005, y ‘Canto, palo y cuero’. En este último, publicado en 2009, aparece una canción a ritmo de berroche en la que Camargo retoma el mito del Mohán, espanto ribereño que, según los cuentos viejos, raptaba a las lindas morenas que lavaban ropa a la orilla del río. En su lectura actualizada, la lobana, le implora un favor desesperado al demonio vegetal: asustar al insensato que se atreva a tirar sus basuras al río.

Estas y más historias hacen parte de La Ruta del Magdalena, 1540 kilómetros de historias, que emprendió RTVC - Sistema de Medios Públicos que puedes conocer dando click aquí

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