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Chucu chucu, salsa y música tropical: orquestas del siglo XX en Colombia, parte 2

Este 31 de diciembre desde las 8:00 p.m. no te pierdas la repetición de la Noche Radio Nacional, para disfrutar de algunas de las mejores orquestas del país por nuestras 63 frecuencias, plataformas digitales, Canal Institucional y Señal Colombia.
José Perilla

“Yo quiero que tu vengas a bailar en la arena, por las malas o por las buenas” ‘Por las buenas’, Graciela Arango de Tobón

Unas semanas atrás publicamos un episodio del podcast Historias de onda larga sobre los años sesenta en Colombia. Temas como el campo y la ciudad, élites y campesinado, la violencia y el desarrollo industrial, se discuten allí en diálogo con el historiador Juan Carlos Flores, quien, para empezar, advierte: “los años sesenta en Colombia son años muy duros”. En 1964, mismo año del bombardeo a Marquetalia y el inicio del conflicto con las Farc, el presidente Guillermo León Valencia expresó en un discurso:

“Yo le atribuyo buena parte del espíritu acerbamente crítico y del disgusto permanente en que se vive en Colombia a la poca posibilidad que tienen las gentes de medianos y medios de fortuna (sic) para poder disfrutar de las ventajas de un descanso fecundo… Yo creo que debemos hacer turismo para la clase media, para la clase media de menos recursos y para la clase obrera. No es posible que, teniendo Colombia como tiene dos mares, todavía la inmensa mayoría de los colombianos no conozcan el mar…”

Lo que sí conocieron de aquella tierra prometida fue la dicha retratada en las muchas carátulas de discos que, así, se convertían en una postal del paraíso que podía el trabajador llevar a casa. Así continuaban no se sabe cuántas orquestas alegrando la vida difícil de la nación. Vamos a seguir recordando algunas.


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El rumbo rumbero del Frente Nacional

Entre los años cincuenta y sesenta la radio tuvo cambios significativos. La actividad en radioteatros empezó a disminuir, pero surgieron otros escenarios. Varias ferias, festivales y festejos surgieron en ese momento y, además, la práctica de montar un escenario con sonido amplificado, mesas y espacio para el baile se hizo común en varios pueblos y ciudades. La popular “caseta” fue el medio apto para orquestas de mediano o pequeño tamaño pero inmensa acogida. Significativo ejemplo es la Feria de la caña que se inició en Cali en 1957 y eventualmente se convirtió en Feria de Cali. En 1959 triunfó la Revolución en Cuba de manera que el mercado azucarero con los Estados Unidos se interrumpió. Eso produjo un marcado incremento en la producción colombiana y un impulso económico en el Valle del Cauca. La industria musical en su capital también se vió beneficiada, siempre en contacto con Medellín.

Agrupaciones como el Sexteto Miramar, popularizaron aún más lo que empezó entonces a conocerse como salsa. Su canción “Carruseles” sigue sigue sonando: “ya soy feliz mujeres, ya soy feliz. Porque he encontrado la diversión para mí. La diversión que hacía falta en mí país”. Este grupo tuvo varios aportes al desarrollo musical del país (¡y probablemente haya inspirado a Guillermo León!), se considera pionero de la salsa en Colombia y allí empezó a ser reconocido Rodolfo Aicardi. Así que en los discos de esta década es común que entre porros, cumbias, cumbiones, paseaitos y merengues, las agrupaciones de música tropical incluyeran guarachas, bombas, rumbas, mambos o descargas, como fue el caso de Anibal Velásquez. Según fuera necesario, a su conjunto básico de acordeón, bajo y percusiones, Velásquez añadió instrumentos de viento e incluso teclados, con lo que no estaba lejos de aquello que podemos denominar orquesta, ya por fuera del ámbito big band.

Otra agrupación salsera que ilustra el influjo de estas sonoridades en el entorno colombiano es El Gran Combo Darionex, que fue dirigida por el percusionista puertoriqueño Antonio (Toño) Pepín. Grabaron un disco a finales de los años cincuenta, El Gran Combo haciendo algo, publicado por MV Records. Un repertorio de mambo, descarga, son montuno, guaracha y guaguancó. No estaban radicados en Colombia, su sonoridad fue internacional moldeada en los estilos orquestales del momento, pero es llamativa la letra de “Descarga colombiana” con referencia a Buenaventura, puerto que, junto a Barranquilla y Cartagena, fue clave para la difusión de discos y la consolidación de estilos internacionales en las capitales colombianas.

En este proceso, sobre todo hay que referirse a Curro Fuentes sin cuyo ingenio la historia sería otra. Procedente de Cartagena, Curro se ubicó a finales de los cincuenta en Bogotá. Había aprendido desde muy joven sobre grabación de la mano de su hermano mayor, Antonio, quién había creado la emisora y sello discográfico, Discos Fuentes. Luego empezó a caminar solo y entonces, en la capital, Curro entró en relación con Discos Philips entre 1964 y 1966. De regreso en Cartagena, para 1969, sacó a la luz de los tocadiscos buena parte de la escena salsera que ebullía a oscuras en cabarets y bailaderos. Por el otro lado, también produjo grabaciones tanto de Lucho como de Pacho. Así que puede decirse que Curro Fuentes fue un pivote entre los años gloriosos de la cumbia y porro orquestal, y el arraigo de la salsa que se desencadenó en la segunda mitad de los sesenta.

Michi Sarmiento, que en paz descansa

De esa Cartagena salió Michi Sarmiento y su Combo Bravo. Olvidado por varios años, más recientemente vino a tomar nuevo impulso por la reedición de varias de sus grabaciones. Falleció Michi Sarmiento hace poco y Radio Nacional publicó una nota conmemorativa que le ahorra bastantes líneas a esta. Baste anotar aquí lo básico: Michi era el hijo de Clímaco Sarmiento con lo cual, de entrada, llevaba ventaja. Desde muy joven tomó parte en la movida de orquestas de Cartagena. Por esa vía se hizo a un lugar privilegiado en Discos Fuentes con lo que expandió la experiencia que se tenía al producir salsa en Colombia. Es decir, entre 1969 y 1973, publicó ocho discos donde incluyó, según cuenta la nota: versiones de Richie Ray, Tito Puente, Ray Barreto, The New Swing Sextet, Louie Ramírez, Sexteto La Playa, Willie Colón, Tite Curet, además de porros y cumbias de su padre y composiciones propias.

Pasó por alto este vuelo sobre los Corraleros de Majagual, archiconocido estandarte de los sesenta. Pero es preciso girar y volver sobre ellos para comentar que, con todo y los corraleros, no estuvieron lejos de la tendencia salsera. Es decir que, además de todos sus éxitos, que deben bastante a la creatividad de Pedro Laza y Clímaco Sarmiento, hacia el final de la década, en 1968, esta agrupación publicó el disco ‘Esto sí es salsa’, donde se destacó Julio Estrada, Fruko, como joven timbalero. El terreno estaba abonado. Dos años más tarde, en 1970, saldría al mercado el disco Tesura y con él iniciaría su carrera la orquesta Fruko y sus Tesos y una década rica en grabaciones que han sonado al punto que parece que no tuvieran tiempo. Y por esa misma línea, la orquesta Latin Brothers. Cada sucesiva generación las ha hecho propias y hoy siguen resonando.

No así con dos propuestas tempranas de las que solo hasta hace poco, cuando fueron reeditadas, se volvió a saber: la orquesta Los Yogas, que sacaron un disco en 1969, Cañabrava, y Los Supremos (Atiza y ataja, 1971), orquesta con la que Piper Pimienta (Latin Brothers, “Las caleñas son como las flores”) llegó a Medellín procedente de Cali. Otro cantante de gran cuantía fue el barranquillero Roberto Urquijo (víctima de covid). En 1978, su orquesta Robert y su Banda grabó con Codiscos el disco Soy la ley que incluyó “El mulato”, canción de Joe Arroyo que luego este grabaría como “Rebelión”. Antes, Urquijo había pasado por la orquesta de los Hermanos Martelo y la de Pacho Galán. Más tarde fue una de las voces del Grupo Niche y del Grupo Raíces. Orquestas y discos por montón apuntan a una explosión de la salsa en Colombia, ocurrida en los setenta.

Volviendo al desarrollo de la Feria de Cali, entrevistado por Roberto Ernesto Gyemant, Alfredo Linares recordó cómo estaba el asunto cuando estuvo allí a finales de los setenta: “Nunca antes había visto algo así en Suramérica. Tanta gente rumbeando al mismo tiempo. ¡Algo así no había sucedido en el Perú! Era algo muy distinto. Ni siquiera lo había visto en Panamá donde hacían buenos carnavales. Aquí había toneladas de mesas y pistas de baile enormes. La Cali de los 70 y de los 80 era como un carnaval todo el tiempo”.

Así las cosas, lo que pudiera verse como dos tendencias, salsa y música tropical, estuvieron en realidad entrecruzadas todo el tiempo. Entre paseaitos, paseos y cumbiones, Lisandro Meza trabajó con guaracha, rumba y guajira. En 1970, descarga y guaguancó fueron géneros característicos del disco Salsita mami, grabado por aquel corralero y su combo. “La miseria humana”, de 1976, y una versión de “Cheché Colé” con su agrupación Los hijos de la Niña Luz son ejemplos muy afortunados de los flujos musicales caribeños. Lo propio sucedió con Alfredo Gutiérrez, al frente de Los Revolucionarios, orquesta que tuvo una producción en 1974 con Codiscos. De Los Corraleros, otro que tuvo excursiones en la salsa fue Chico Cervantes con su Nueva banda y con La Sonora Caliente. Por entonces, Calixto Ochoa hizo célebre su “Charanga campesina” que eventualmente versionaría Fruko y sus Tesos. Justo al principio de la década, en 1970, se había publicado un disco de título elocuente: Salsa vallenata de Candelario y su combo. Los arreglos allí estuvieron a cargo de Enrique Aguilar, quien tuvo su propia orquesta pero además, en Codiscos, estuvo al frente de otras varias agrupaciones que nutrieron el espectro de orquestas y grupos: Alfredo Gutiérrez, Hermanos Martelo, Los Trotamundos o Los Graduados que, con su “chucu chucu”, llegaron a ser vistos como la antítesis salsera.

El “chucu chú”

Otro rodeo atrás para evocar a Los Teen Agers. Con ellos, a finales de los cincuenta, se inició un estilo que se ubicó junto a sonoridades más consolidadas como aquella corralera, la de gran orquesta y, en menor pero creciente medida, la salsera. Los Teen Agers fueron una propuesta ecléctica en principio, pero que ya en los sesenta desembocó en el repertorio tropical de moda, con las novedades de usar, en lugar de vientos, guitarra eléctrica y teclado Hammond Solovox (genuina rareza de los años cuarenta); y, por el lado de la percusión, limitarla a patrones muy básicos que en conjunto facilitaron mucho el baile con su reiterado “chucu chú” que, ya se sabe, bautizó el estilo.

Entonces, por esa misma onda y el característico uso de órgano eléctrico y guitarra, surgieron a mediados de los sesenta Los Hispanos y, de su seno, Los Graduados. Se suman en este estilo los Falcons, los Black Stars, que empezaron a grabar hacia 1968 y los Golden Boys. Estas agrupaciones perduraron hasta los años ochenta. No se trató de una renovación de repertorio o géneros. Era música tropical. Pero el sonido eléctrico de paso firme “chucu chú” fue una modernización decisiva y caló muy bien en las audiencias (menos las que aplaudieron el panfleto de Andrés Caicedo en su novela Que viva la música).

El Pacífico discográfico

A Andrés Caicedo lo que le gustaba era la salsa. De aquellos lares y lugares del Pacífico, es preciso mencionar a Julián y su combo. Se trata de un guitarrista de Guapi, Cauca, de talento excepcional y recordado ahora por haber grabado la primera versión de “Las caleñas son como las flores”. Su vida está perfilada en otra nota de Radio Nacional donde se aborda el caso de la empresa discográfica Industria Nacional del Sonido (INS). Aunque no duró mucho, INS sí tuvo mucha y muy diversa actividad. Sus producciones se dividieron en varios sellos: INS, Fabulosos, Metrópoli, Sello Negro, Info Col, Fonodiscos, Corona Records, Discos Gloria, Sonico.

Entre uno y otro de sus sellos, INS publicó discos de varias orquestas y agrupaciones de salsa nacionales, peruanas y venezolanas. Empezando por Alfredo Linares (quien fue director artístico de la empresa), Lucho Macedo, Rey Tex y su orquesta, La corporación latina, Willy Quintero (venezolano que cantó con Los Melódicos) o El Grupo V. Y también los trabajos de influyentes figuras de la música popular latinoamericana: Tito Cortés, Alberto Beltrán “El negrito del batey”, Olimpo Cárdenas, Bienvenido Granda, Billo’s Caracas Boys, Morgan Blanco, Juaneco y su Combo, Los Mirlos, entre otros. En cuanto a orquestas colombianas, su catálogo incluyó Octava Dimensión, Negua y su Gente, Carlos Carvajal y Colombia All Stars, Conjunto Miramar y Alonso Guarín.

Por otro lado, además de son montuno, guaracha y descarga, el espectro se nutrió con adaptaciones orquestales de currulaos, arrullos, jotas y rumbas chocoanas con Peregoyo y su combo vacaná. Enrique Urbano Tenorio, el director, fue a Medellín para grabar con su orquesta en 1967, luego de haberla integrado unos años atrás con músicos de diversos lugares del Pacífico colombiano. En los sesenta también estuvo activa La Sonora del Pacífico de Cachito Vidal, quien además tuvo un sello, Cavi Records, con el que produjo otros grupos musicales del Pacífico. La presencia de esta región en el espectro orquestal de la música popular se nutrió además con el respaldo que tuvo la voz de Leonor González Mina con diversas agrupaciones asociadas al sello Sonolux. Y aquí hay dos protagonistas adicionales, los arreglistas y directores Juan Carruba y Juancho Vargas, músicos de gran valor e influencia en esta historia por el desarrollo de sus orquestas, sus arreglos y el conocimiento sobre cómo producir discos.

Dando un brinco a Bogotá, otra nota de nuestra página habla de Joe Madrid y los innovadores aportes que realizó en la capital a partir de 1976, cuando volvió cargado de salsa y jazz latino, luego de su brillante periodo en los Estados Unidos. Viene al caso otro flashback para mencionar que, muy poco antes de radicarse allá, Madrid había viajado a Estados Unidos en 1965 como integrante y arreglista de la Orquesta de Chucho Fernández. También estuvieron allí el saxofonista Justo Almario, quien hizo carrera en el extranjero, y el percusionista chocoano Plinio Córdoba, que tomó parte de esa y otras tantas orquestas de la oferta musical capitalina desde los años sesenta y en adelante. Bogotá fue una ciudad orquestal en la que se dieron cita músicos de diversas procedencias. Un caso ilustrativo es la Orquesta Tropibomba, cuyo repertorio abarcó todo lo asociado con la salsa y algo de música tropical. Varios músicos pasaron por allí: el cubano Chiqui Tamayo, el tumaqueño Washington Cabezas, el guitarrista cienaguero Efraín Castro, a quienes menciono solo por dar una muestra de la diversidad.

Fueron muchos más. En la siguiente entrega, recordaremos otros tantos y los pasos dados por sus orquestas, que, según cuentan, varias veces tuvieron que ser con los ojos vendados para no saber hacia qué lugar o dónde, solo que era una fiesta de narcotraficantes.

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