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“La escritura misma ya es un acto de fe”: Piedad Bonnett

Piedad Bonnett es una de las poetisas más reconocidas del país y hablamos con ella sobre la esperanza, el perdón y el posconflicto desde la mirada literaria.

Por: Andrés Álvarez

Piedad Bonett es una de las poetisas más importantes del país, cuya obra se ocupa de las preocupaciones íntimas y colectivas. A propósito de la nueva etapa que enfrenta Colombia con la firma del Acuerdo de Paz, hablamos con ella sobre el papel de la literatura en el posconflicto y el perdón.

¿La poesía podría tomarse como un insumo para generar esperanza en las personas?

La literatura en general trabaja sobre el tema de la memoria y también es un elemento que cohesiona, que puede apelar a sentimientos colectivos. En ese sentido, al nombrar lo que hemos sufrido, al proyectar una realidad diferente la palabra puede tomar conciencia

La poesía siempre es una ayuda, porque es un instrumento de introspección, siempre hay un ejercicio que nos lleva a mirarnos y a mirar la sociedad donde esa poesía se produce a través de la tradición que se apela a esa lengua.

Esta es la denominada generación de la paz ¿Qué herramientas tiene esta generación para hacer visible esa transición de la violencia, a la paz?

Son preguntas difíciles de contestar, pues no hay fórmulas. La palabra no se puede convertir tampoco en un arma de propaganda. Pedagógicamente la palabra hace un montón de cosas, pero desde la creación, el proceso no es mecánico, entonces no habría una manera de establecer un conducto regular.

Si hablamos a los maestros de las zonas más afectadas, sí podríamos decirles que la gente puede contar a través de escritura sus experiencias y allí se puede encontrar la posibilidad de sanar, de por lo menos distanciar y mirar las cosas de una manera más lúcida sobre aquello que han vivido.

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¿Cómo dejar que la violencia sea la identidad de la cultura colombiana internamente?

Solamente cuando ha pasado el tiempo, cuando la memoria se ha decantado y ha habido un proceso de reparación, los sitios se pueden dejar de denominar bajo la violencia.

Cuando te nombran El Salado, piensas inmediatamente en masacre, o Mapiripán, piensas en masacre. Por ello se van a pasar varias generaciones para que esa memoria de lo peor se entierre porque el dolor, el miedo, la prevención están a flor de piel y esas cosas no se borran por decreto.

Es necesario que hayan procesos profundos y para que no se vuelva a decir “Amalfi la tierra de los Castaños” porque esas referencias son tan brutales que son difíciles esconderlas y no basta con las buenas intenciones.

Foto: Colprensa. Septiembre. 2017.

En Radio Nacional de Colombia estamos en el mes de la esperanza. ¿Qué le genera esperanza?

Parece un lugar común, pero a mí lo que me genera esperanza son los jóvenes, son los que pueden generar cambios; me genera esperanza los buenos maestros, por ejemplo. Las universidades que de verdad se esfuerzan no solo en dar información, sino en plantear problemas éticos y formadores también son esperanzadoras.

Me parece que uno siempre debe tener esperanza, porque también hay seres buenos, trabajadores, gente creativa, por lo que personalmente sí tengo la esperanza que después de haber cerrado el capítulo de la guerra, nosotros podamos empezar a construir un país distinto y que esos niños y adolescentes de hoy tengan una conciencia suficiente para hacer cambios drásticos, por ejemplo, a partir del conocimiento de todos los horrores, como la corrupción.

Si en la escuela hubiera una formación consciente sobre nuestra historia y las necesidades de transformación de este pueblo, yo creo que ganaríamos mucho.

¿Cómo cree que sus letras aportan esperanza?

La escritura misma ya es un acto de fe. Uno escribe porque cree que la palabra puede iluminar, puede crear empatía. Puede ayudar a tantas cosas, a sensibilizar a la gente. En ese sentido puedo crear esperanza.

Yo por ejemplo, en lo que escribo en los periódicos, no me muestro como una persona pesimista o no destilo amargura de ningún tipo, sino más bien, construyo, me sumo a dar una idea alentadora, no a destruir.

¿Cómo hacer que Colombia reflexione en el perdón cuando ha estado tantos años sumido en la violencia?

Creo que en la medida que veamos el ejemplo de personas que han sido víctimas, que tienen la grandeza de alma para perdonar, van a hacer que otros que estén en la sombra reconsideren su posición, aunque es una decisión tan personal y tan respetable que lleva tiempo.

También tiene que haber sinceridad en esa forma de ver perdón, pues en ocasiones vemos en este proceso puro formalismo. He visto, por ejemplo, personas de alto rango de las Fuerzas Armadas, de la política, pedir un perdón que se atiene a la ley y no va lejos.

Sólo en la medida que se manifieste un perdón con honestidad y reparación, la sociedad podrá empezar a perdonar. Eso tiene que ver con la sinceridad y la verdad.

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