Este artículo forma parte de la sección The Conversation Júnior, en la que especialistas de las principales universidades y centros de investigación contestan a las dudas de jóvenes curiosos de entre 12 y 16 años. Podéis enviar vuestras preguntas a tcesjunior@theconversation.com
Pregunta formulada por el curso de 3º de la ESO de Aranzadi Ikastola. Bergara (Gipuzkoa)
La respuesta a esta pregunta no es sencilla, porque ni siquiera todas las personas “ven” los mismos colores. Por ejemplo, quienes tienen algún tipo de daltonismo no sólo distinguen menos, sino que perciben de modo diferente una gran parte de los tonos.
En el otro extremo están las personas tetracrómatas, capaces de distinguir hasta 100 millones de tonalidades distintas, unas 100 veces más que la mayoría de las personas.
Hace bien poquito, también conocimos el curioso caso de los habitantes de Pingelap, que ven el mundo en blanco y negro. Y aún más recientemente, nos hemos sorprendido al saber que cinco participantes en un experimento llevado a cabo con tecnología ultrasofisticada han tenido la oportunidad de percibir un nuevo color denominado ‘olo’.
De acuerdo, no vale escudarse en la variabilidad existente en los humanos para no responder a la pregunta. Vayamos por partes.
¿Cómo distinguimos los colores los humanos?
La percepción del color es la interpretación que hace el cerebro de las señales (en forma de impulsos nerviosos) enviadas a la corteza visual por un tipo de fotorreceptores. Se llaman conos y están situados en la retina, al fondo de nuestros ojos.
Existen diferentes tipos de conos. En función de los pigmentos visuales que contienen presentan sensibilidades específicas para las longitudes de onda que componen la luz o espectro electromagnético. Así, las longitudes de onda que reflejan los objetos (esto es, su color) estimulan de forma concreta los diferentes tipos de conos. Finalmente, los colores que vemos (o, mejor dicho, lo que interpreta nuestro cerebro como tales) obedecen a una combinación formada por las respuestas de los distintos tipos de conos.
La mayor parte de las personas somos tricrómatas. Eso quiere decir que en nuestra retina tenemos tres tipos de conos, denominados rojo, verde y azul. Gracias a ellos podemos “ver” y distinguir colores correspondientes a longitudes de onda que van desde el azul-violeta hasta el rojo. Es lo que llamamos “espectro visible”.
Visible para los humanos, claro. Pero ¿qué ocurre con el resto de los animales?
¿Los animales también flipan en colores?
Con la prudencia que exige la práctica científica, podemos decir que la mayoría de animales probablemente no ven los mismos colores que nosotros. Sabemos que los fotorreceptores presentes en sus ojos se presentan un número y tipo de pigmentos diferentes a los de los humanos tricrómatas.
Y teniendo en cuenta cómo son esos conos, podemos apostar a que muchos de los animales de nuestro entorno flipan más bien poco.
Así, la mayor parte de los mamíferos no primates presentan visión dicromática; es decir, en sus retinas se han encontrado únicamente dos tipos de conos. Este es el caso, por ejemplo, de los perros, los gatos y los zorros.
Esto no significa que vean en blanco y negro: los perros, por ejemplo, distinguen perfectamente el amarillo y el azul, aunque tienen problemas para diferenciar los rojos y verdes. El caso de los toros es muy parecido al de los perros, por lo que, a pesar de la creencia popular, ¡el color rojo no les atrae!
Probablemente, los mamíferos perciben el mundo como las personas con algún tipo de daltonismo. Aunque existen algunas excepciones a la norma dicromática: unas pocas especies nocturnas y los mamíferos marinos. Los cetáceos, pinnípedos y manatíes presentan en general visión monocromática, lo que limita muchísimo su capacidad de discriminar colores.
Y también está el caso de las ballenas, que sí ven en blanco y negro: los análisis realizados en los ojos de rorcuales varados han demostrado que las retinas de estos animales carecen de conos. Parece tratarse de una adaptación extrema al entorno oscuro del océano.
La de los mamíferos primates –los humanos entre ellos– es otra excepción, puesto que junto con los marsupiales y una buena parte de los insectos presentan visión tricromática, aunque los espectros de absorción de los tres tipos de conos son diferentes en cada caso.
Colores invisibles para los humanos
De hecho, algunos tipos de insectos, como las abejas y las mariposas, pueden ver en el espectro ultravioleta (UV), capacidad que comparten con muchas aves y peces e incluso unos cuantos mamíferos.
A los humanos esto nos resulta extraño; no tenemos definido el color ultravioleta porque esa parte del espectro o bien queda fuera (o cerca del límite) de nuestro espectro de luz visible, o resulta bloqueada por las lentes de nuestros ojos.
Afortunadamente, en 2024, científicos especializados en la visión del color desarrollaron una tecnología para grabar vídeos que simulan de manera realista la visión de los animales.
Ojos superdotados
Ahora hablaremos de los animales que en teoría ven muchos colores. Mientras que la mayoría de los reptiles, anfibios, aves e insectos son tetracrómatas (tienen cuatro tipos de conos), algunos insectos y aves, incluidas las palomas y las mariposas papillón, entran en la categoría aun superior de pentacrómatas (cinco tipos). El pódium de los policrómatas lo encabeza el camarón mantis (Odontodactylus scyllarus), que presenta más de 12 tipos de pigmentos visuales.
Sin embargo, y como advertíamos al comienzo del artículo, la “visión” es un proceso complejo de integración de la información sensorial enviada por los fotorreceptores. En el caso del camarón mantis, desde 2014 se sabe que, a pesar de su arsenal de fotorreceptores, posee una capacidad para discriminar los colores bastante limitada. Y es que el potencial de su cerebro para integrar la información visual no es tan complejo como el de los humanos.
Para que un animal pueda discriminar colores es imprescindible que disponga de fotopigmentos con diferentes espectros de absorción en los órganos encargados de la visión. Pero tenerlos no garantiza la capacidad de distinguir colores.
En suma, con la información de la que disponemos hasta el momento, podemos sostener que la capacidad de ver y distinguir los colores no es universal: algunos animales no los ven, otros distinguen un número variable de ellos y muchos perciben colores para los que los humanos somos ciegos. ¡Un maravilloso ejemplo de diversidad!
La Cátedra de Cultura Científica de la Universidad del País Vasco colabora en la sección The Conversation Júnior.
Miren Bego Urrutia Barandika, Catedrática de Fisiología. Profesora/investigadora de Fisiología Animal en la Facultad de Ciencia y Tecnología y en el PiE (Estación Marina de Plentzia), Universidad del País Vasco / Euskal Herriko Unibertsitatea
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.