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8 de junio: Día del Estudiante Caído, un recordatorio de valentía y lucha juvenil

Conmemorando a aquellos estudiantes que perdieron la vida defendiendo sus ideales en América Latina a lo largo de la historia
Historia y significado del Día del Estudiante Caído: Recordando a aquellos que sacrificaron sus vidas por un cambio
Foto: Colprensa
Ana María Lara

La condición de estudiante es una etapa privilegiada de la vida. En general, los estudiantes aún no tienen que enfrentar la realidad del trabajo, están ávidos de comprender el mundo y de transformarlo. Es una fuerza libertaria de la juventud, despojada de prejuicios y nutrida por la imaginación. A lo largo de nuestra historia, los estudiantes han tenido una visión crítica y han movilizado y organizado reivindicaciones sociales y políticas.

En América Latina, desde principios del siglo XX se dio la irrupción del movimiento estudiantil. En Argentina, en la Universidad de Córdoba (1918), los estudiantes lucharon largos meses por la consecución de la autonomía universitaria y el cogobierno. Lo lograron. A partir de entonces se dieron varias experiencias en distintos puntos de la región.

En los años treinta, en Cuba, la lucha contra el dictador Machado fue encabezada por los estudiantes. En Guatemala, en 1944, el movimiento que se formó en las universidades contribuyó decididamente a provocar la caída del dictador Jorge Ubico. En México, en 1968, durante el gobierno de Gustavo Díaz, estos se organizaron para protestar. Hubo una enorme manifestación pacífica de la UNAM (Universidad Autónoma de México), pero el 2 de octubre, en la concentración que se realizó en la Plaza de las Tres Culturas de la ciudad capital, el ejército acompañado de fuerzas especiales les disparó, dejando un saldo de entre 300 y 400 muertos.

En el periodo de las dictaduras militares en el Cono Sur, los estudiantes fueron víctimas de una durísima represión, tanto en Chile como en Argentina, donde se recuerda la "Noche de los Lápices" de 1976, cuando fueron arrestados, torturados y desaparecidos diez estudiantes de secundaria, todos menores.

En Colombia, meses después de la masacre de las bananeras, ocurrida los días 5 y 6 de diciembre de 1928, en una manifestación de protesta contra el gobierno del presidente Miguel Abadía Méndez, fue asesinado Gonzalo Bravo Pérez, un estudiante de derecho de la Universidad Nacional, de origen nariñense. Aquello sucedió el 7 de junio de 1929 y su entierro ocurrió al día siguiente. Desde entonces, cada 8 de junio pasó a ser el "Día del Estudiante Caído".


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Años más tarde, en 1954, durante el gobierno del general Rojas Pinilla, fue asesinado Uriel Gutiérrez el 8 de junio, en una manifestación que conmemoraba los 25 años de la muerte de Bravo Pérez. Al día siguiente, el 9 de junio, en una nueva protesta en la que participaron miles de estudiantes de distintas universidades y colegios de la capital, cayeron, por lo menos, otros diez de ellos que recibieron el impacto de balas de fusil que portaban militares del Batallón Colombia. Este grave acontecimiento pasó a anudar el simbolismo de una fecha que sigue teniendo eco hasta el presente.

Luego, la influencia de la Revolución Cubana caló en el estudiantado, la Universidad se volvió un hervidero de propuestas para cambiar la sociedad. En aquella década, el sacerdote Camilo Torres, capellán y profesor de sociología de la Universidad Nacional, sintetizaba los anhelos de transformación. Luego llegó la influencia del Mayo Francés (1968). En 1971 estalló en nuestro país una nueva ola de protestas en las que, incluso, participaron algunas universidades privadas. Se luchó por la autonomía universitaria, el retiro de miembros de la Iglesia en los Consejos Superiores de las universidades y se rechazó la presencia de la policía en los campus.

Para el paro cívico de 1977, los estudiantes se conectaron con los sindicatos y el campesinado. Juntos lograron una unidad de acción que se oponía al gobierno de López Michelsen y sus políticas de ajuste.

En 1990, el movimiento estudiantil propuso que para las elecciones legislativas y de alcaldes se incluyera la "séptima papeleta", necesaria para convocar una Asamblea Constituyente. Esta se realizó y dio lugar a la Constitución de 1991.

En 2011 empieza a tener visibilidad la MANE (Mesa Amplia Nacional Estudiantil), cuya reivindicación inicial se centró en el derecho a la educación, buscando echar abajo la reforma de la Ley 30, que implicaba la irrupción del capital privado en la universidad pública y la inversión estatal en la universidad privada. Lograron la derogación de la reforma.

En el estallido social de 2019 a 2021, los estudiantes tuvieron un papel destacado, uniéndose con otros sectores de la juventud y las organizaciones barriales. Apoyaron las exigencias generales y pidieron educación gratuita, teniendo en cuenta que buena parte de ellos tienen que abandonar sus estudios para suplir sus necesidades económicas y las de sus familias. En aquellas protestas, algunos estudiantes perdieron un ojo y varios perdieron la vida.

En la mente de los estudiantes habrá siempre sueños de transformación. A lo largo de la historia, sus exigencias y preocupaciones, más allá de buscar beneficio propio, han querido irradiar a la sociedad entera.

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