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Hay que interrogar los libros que hemos leído: Coetzee

El nobel de literatura 2003, el sudafricano John Coetzee, estuvo en Santander y durante la edición número 12 de Ulibro entregó al nutrido público del Auditorio Mayor de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, interesantes reflexiones sobre su obra y su proyecto más reciente: ‘Biblioteca Personal’, en el que hace prólogos de 12 de los libros que más lo marcaron en su carrera como escritor. El colombiano Juan Gabriel Vásquez lo acompañó en tarima y destacó el ritmo y rigurosidad que hay en la obra del que es considerado uno de los pensadores vivos más importantes en el mundo.

Cotzee evocó a Borges, quien fue uno de los grandes que tuvieron una obra que giró en torno a las bibliotecas. La primera: “La biblioteca de Babel”, aquel cuento inolvidable que hizo parte de su compilación ‘El jardín de senderos que se bifurcan’ (1941), y, en segundo lugar, “Mi biblioteca pública”, que pretendía abordar 100 libros que lo habían marcado, pero sólo llegó a 70 debido a que la muerte interrumpió el proyecto del argentino, en 1986.

En palabras del nobel sudafricano, su proyecto no abarca los mejores libros de la literatura universal, ni es una biblioteca privada, ni una recopilación íntima. “Es una propuesta distinta, en la que está implícita una noción del gusto y de autores señalados como amigos del alma” expresa.

Amigos a los que Coetzee ha querido interrogar nuevamente y sobre tres de los cuales entregó algunos conceptos.

Puntualmente, se refirió al alemán Henrich Von Kleist (Octubre 18 de 1777 – Noviembre 21 de 1811), autor de “La Marquesa de O”, y de quien dijo que cuenta con “una energía más que misteriosa en su prosa, la cual incluso va más allá de lo verbal y en la que el lector logra sentir que está avanzando hacia un objetivo que no se divisa”.

Sobre el autor de “El Ayudante”, el suizo Robert Walser (Abril 15 de 1878 - Diciembre 25 de 1956), aseguró que fue un hombre que pasó las últimas décadas de su vida en una clínica siquiátrica y dejó escritos que hasta ahora están siendo decodificados.

Walser, según contó Coetzee, le decía a los cuidadores del manicomio en el que se encontraba recluido: “No estoy aquí para escribir sino para ser loco” y, de hecho, según el Nobel sudafricano, la llegada a ese estado de lúcida locura se dio en el intento de ser diferente a los suizos, quienes viven una vida tan plana, la cual queda en evidencia en hechos como el no haber logrado tener un artista importante y universal en más de 600 años de historia.

Respecto al inglés Daniel Defoe (Septiembre 13 de 1660 – Abril 24 de 1731), el sudafricano dijo que ya había tenido un acercamiento a él en “Foe”, una particular versión suya de Robinson Crusoe, publicada en 1986. “Su obra no es filosófica pero tenía un genio práctico. Conocía las ventajas y desventajas de la condición humana: la derrota, la pérdida y la humillación, pero también el triunfo, la honra y evolución”.

El libro de Defoe que Coetzee prologó para este proyecto fue “Roxana” y señaló que leerlo es como “Escuchar a un gran músico improvisando en su teclado, además, que fue un adelantado en el manejo de la novela, ya que era un género que no se había consolidado en su tiempo".

Los otros títulos que hacen parte de la biblioteca personal de Coetzee son: “Watt”, de Samuel Beckett; “El buen soldado”, de Ford Madox Ford; “Relatos”, de Franz Kafka; “Las esferas del mandala”, de Patrick White; “La muerte” de Ivan Ilich; “Amo y criado” y “Hajdi Murat”, de Tolstoi; “La letra escarlata”, de Nathaniel Hawthorne; “Tres mujeres y Uniones”, de Robert Musil y “Madame Bovary”, de Gustave Flaubert.

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