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La reserva forestal que protege los únicos cultivos de té de Colombia

Campesinos del corregimiento de Chicoral (La Cumbre), a 40 minutos de Cali, cosechan uno de los mejores té de montaña del mundo.

Por: Adriana Chica García

A unos 40 minutos de Cali, un bosque de niebla andino de entre 1.500 a 2.050 metros sobre el nivel del mar riega cada madrugada 55 hectáreas de cultivo orgánico de té, los únicos en el país. Allí, en medio de una reserva forestal que es hábitat de más de 50 especies de aves, campesinos de Chicoral, un corregimiento rural de La Cumbre (Valle del Cauca), cosechan uno de los mejores té de montaña del mundo.

Cuando la niebla no deja ver la cima de las montañas, el té está siendo bañado por su humedad fría, que además evita la presencia de pocas plagas y enfermedades. La geografía para los cultivos es privilegiada. Están bordeados de citronelas, una planta de hojas delgadas y largas con olor fresco, que funciona como barrera natural y evita la erosión. Todo ello permite que el té sea procesado de forma tradicional.

Los cultivos de té están rodeados de citronela, una planta que funciona como barrera natural.

Se cultiva a mano, y solo se toma el cogollo de la planta, que es el que concentra las mejores características organolépticas del té. Para ello, se quiebra la rama del brote más tierno en un punto específico, si no se hace con presición no vuelve a salir cogollo en la próxima cosecha. Así lo explica de rapidez uno de los campesinos que pasa a hacer revisión de la siembra, que da cosecha cada cuatro días.

Los cultivos dan un té sorprendentemente dulce y suave, y se empaca bajo la marca colombiana Hindú y Bitaco, que se exportan en Estados Unidos, Panamá, Guatemala, Paraguay, Bolivia y otros tantos países. Pero, además, es resguardo de aves de matorrales, ranitas, serpientes y otros muchos insectos que no se comen las hojas. La zona que los resguarda fue declarada Reserva Forestal Protectora de Bitaco.

Cultivos de té en Chicoral, Valle del Cauca.

En ella, la Asociación Calidris y la Universidad del Valle realizaron una investigación que registró 256 especies de aves, 28 de anfibios, 23 de reptiles, 37 de mamíferos y 722 de flora nativa. Además, fue declarada zona AICA (Área de Importancia para la Conservación de las Aves); la sexta parte de las aves del país están representadas ahí, en alrededor de 500 km cuadrados que tiene Chicoral. O así lo asegura Fanny Echeverry, habitante de la región y quien lidera un proceso de educación ambiental.

Trogón, tucanes, tangaras, carpinteros, turpiales, colibríes, solitario andino son algunas de las especies que más llegan a avistar en las rutas que poco a poco ha dispuesto la comunidad para la actividad. Son algo más de dos horas de caminata por senderos ecológicos y con guías del mismo sector, que se han capacitado con organismos nacionales e internacionales para brindar un turismo sostenible, que además de generar ingresos a las familias protega el entorno donde viven.

Fanny Echeverry, facilitadora de educación ambiental.

“Queremos que la gente llegue de forma amistosa a la zona, y no de forma desordenada que pueda afectar el ecosistema, porque tenemos aves, mamíferos, plantas y anfibios en vía de extinción, otros endémicos y otros afectados por el calentamiento global. Los gorriones, que eran tan comunes verlos cerca a las casas, ya no se ven porque han subido a buscar zonas más frescas”, explica Fanny.

En la reserva de aproximadamente 170 hectáreas también nace el río Bitaco -principal fuente de agua del corregimiento-, donde empieza la cuenca del pacífico, el “Chocó biogeográfico”, según afirma Carlota Llanos, gerente de la Fundación Agrícola Himalaya, de la empresa Hindú. El sector es declarado corredor estratégico, y como tal, lo trabajan tanto los campesinos como la compañía familiar, que hace presencia en el sector desde 1960.

Carlota Llanos, gerente de la Fundación Agrícola Himalaya.

“Para nosotros el valor de una empresa tiene, necesariamente, que estar ligada con un concepto de sostenibilidad. Si tú no cuidas el planeta, no cuidas a la gente, no propugnas por un desarrollo rural sostenible, generar valor económico solamente no es ético ni tiene sentido”, expresa Carlota. Por eso, junto a la población, la Fundación creó un vivero de 100 especies nativas, con el que buscan crear un corredor biológico para descontaminar la cuenca alta y media del río Bitaco.

“Estamos cofinanciados por una ONG alemana, y nuestro objetivo es ser el proveedor del cien por ciento de los árboles que se necesite sembrar en Bitaco para crear su corredor biológico. El bosque regula el agua, así que si se cuida habrá vida para todos. Trabajamos con seis juntas de acción comunal para que haya un apropiamento de la comunidad sobre su territorio”, explica Carlota. En esas, sembraron 25 mil árboles el año pasado.

Vivero de la Fundación Agrícola Himalaya.

Por su parte, los cultivos de té no se ofrecen como paisaje turístico, pero son cercos vivos que conectan toda la reserva forestal y, sobre todo, y más importante aún, a la comunidad con su propio hábitat natural, como sostiene Fanny. “La gente debe conocer qué tiene, por qué está ahí y por qué debe permanecer ahí. Es la única forma de generar identidad, y con ello, que quieran proteger los ecosistemas. Crear conciencia salva el planeta, es nuestra consigna”, dice.

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