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¿Qué ha pasado 10 años después de los falsos positivos?

De 838 investigaciones penales sobre ejecuciones extrajudiciales cometidas por las Fuerzas Armadas, apenas el 8,35 % llegó a etapa de juicio.

Por: Juan Ricardo Pulido

Los mal llamados falsos positivos, 10 años después

“Hubo un momento, como a la 1:30 de la madrugada, que nos paramos a hacer un receso en la audiencia. Me levanto y cuando los veo de frente. Agaché la cara y traté de evitarlo, cuando uno de ellos me dice: “Perdóneme por favor”. Yo levanté la cara, me quedé mirándolo y se me escurrieron las lágrimas”, cuenta Cecilia Arenas, víctima de un sinsentido que sacudió al país, denominado falsos positivos.

El conflicto armado en Colombia ha hecho tristemente famosos a algunos municipios de nuestro país. Muchos colombianos supimos de la existencia de poblaciones como Tacueyó, El Salado, Macayepo, o Chengue, por las masacres que allí se cometieron.

Aunque la fama de Soacha ya le antecedía por muchos otros factores, su nombre alcanzó repercusiones a nivel internacional por los mal llamados falsos positivos.

El testimonio es de Cecilia Arenas, hermana de Mario Alexander Arenas Garzón, desaparecido el 2 de enero del año 2008 y asesinado el siguiente 21 de febrero por miembros del Ejército Nacional de Colombia, Sin embargo, ella y toda su familia vendrían a conocer una fracción de la verdad a partir del 24 de agosto de 2008, cuando el cuerpo de su hermano de 33 años fue hallado en Floridablanca-Santander como un NN.

“El 24 de agosto a las siete de la mañana me llamó mi hermano de Yopal y me dijo, yo creo que Alex está muerto”.

Fue en Radio Furatena, en los 1060 AM en Chiquinquirá, donde su hermano había escuchado la citación que hacían a sus padres para el reconocimiento, probablemente, de uno de sus hijos.

Mario Alexander era el menor de los hermanos, el consentido de la otra Cecilia, su mamá. Trabajaba como maestro de construcción especializado en acabados internos. Solía tener su grupo de trabajo y muchos le buscaban para que les ayudara con un trabajito.

Foto: Cortesía Cecilia Arenas.

Los resultados de la seguridad democrática

En el año 2005 bajo la presidencia de Álvaro Uribe Vélez, se expidió desde el Ministerio de Defensa, la directiva número 29 de noviembre de 2005, la cual otorgaba recompensas por la captura o abatimiento en combate de cabecillas de las organizaciones armadas al margen de la ley.

Una de esas “tarifas” otorgaba $3´815.000 pesos por cabecillas y miembros de guerrillas, escuadras o rasos responsables de acciones a nivel local.

“Al saber que mi hermano había muerto en un combate, mis hermanos dijeron, -no Cecilia no diga nada, el Ejército no se puede tocar, el Ejército es algo muy grande y no se puede tocar, las cosas se quedan así. Pero yo no hice caso, denuncié al Ejército, peleé con ellos, peleé con los fiscales, peleé con el señor vicepresidente, peleé contra el mundo entero”.

El nacimiento de las Madres de Soacha

Ese sentimiento fue el punto de partida de un grupo de valientes mujeres, en su mayoría soachunas, madres, hermanas, esposas, abuelas, que se encontraron en medio del dolor y la injusticia.

Ellas se denominaron como las “Madres de Soacha”. Sus hijos, hermanos, esposos, nietos fueron arrancados de sus territorios, de sus familias, disfrazados para entrar en la escena de guerra y con vestuario incluido, actuar un combate, hacerlos pasar como guerrilleros y asesinarlos. O como en muchos de los casos, asesinarlos y después falsear la escena.

“Yo trataba mal al Ejército, yo les deseaba lo peor. Era el momento en que, para mí, todo el Ejército era malo, todos eran asesinos. A mi hermano le colocaron más de cien armas, me le colocaron una bolsa del ELN, me lo vistieron de guerrillero, y le colocaron dos botas izquierdas”.

Mi hermano Mario, el de las dos botas izquierdas

Los expedientes que respaldan la narración de Cecilia y que durante mucho tiempo fueron reserva del sumario, tienen una altísima dosis de irracionalidad, de hechos descabellados incluso en el marco de una guerra.

“El pelotón que estuvo en combate con mi hermano, supuestamente, eran cinco, cuatro que estaban en el batallón de sanidad, y un mayor. El que fue y los sacó prestados. Cuando él les dijo -quién quiere dispara-r, ninguno de los soldaditos quiso hacerlo. Entonces el mayor dijo, -este premio lo hago yo-, y disparó”.

Aún en espera de justicia

El asesinato de Mario Alexander Arenas Garzón fue el primer falso positivo de Soacha, declarado como crimen de lesa humanidad, basado en la confesión de los hechos. Cecilia únicamente pudo asistir a la audiencia de imputación de cargos, porque las mismas se adelantaron en la ciudad de Arauca y ella vive en Soacha.

El caso de Mario Alexander duró un año, terminó hace dos, pero es muy diferente de otros que llevan 9 años en audiencias y aún no concluyen.

“Tenemos cuatro casos que están tratando de avanzar, pero cada vez que hay un juicio, se enferma el militar, el abogado tiene tos, al otro le dolió el oído, y no se hace la audiencia. Aunque el mío ya está cerrado, yo no siento que haya encontrado justicia. Porque los militares por haber confesado tienen una rebaja de pena muy grande, la abogada estaba pidiendo 60 años para ellos, y la pena fue de 3. Entonces, ellos ya salieron”.

Con el lastre de la Impunidad

De acuerdo con un informe elaborado por 500 organizaciones sociales, presentado ante el Consejo de Derechos Humanos de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), se estima que la impunidad en Colombia alcanza el 90 % en casos de violaciones de derechos humanos.

El informe revela que, de las 838 investigaciones penales sobre ejecuciones extrajudiciales cometidas por las Fuerzas Armadas, apenas el 8,35 % llegó a etapa de juicio y el 3,22 % a ejecución de pena.

Las Madres de Soacha representan a sus 19 hijos o familiares, a los más de 3.000 casos de ejecuciones extrajudiciales que reporta Human Right Watch y los más de 4.000 que tiene la Fiscalía General de la Nación.

“Para nosotros es fundamental que nos escuchen, que escuchen la verdad de lo que pasó. Hay periodistas que toman una entrevista de tres o cuatro horas, y no sacan sino por ahí cinco minutos y no nos han dejado expresar la verdad”

La lucha continua

“Ese día estábamos en un plantón en el parque de Soacha, cuando el fiscal me llamó y me dijo: “Arenitas ganamos el caso”, su hermano no era ningún guerrillero-. Me arrodillé en la mitad del parque y dije: “Diosito, gracias por haberme mostrado la verdad”. Gracias porque le estoy mostrando al mundo que los falsos positivos no son ninguna mentira, no fue una trama de las madres de Soacha para sacar plata”.

Cecilia cerró un capítulo, o al menos un expediente, un caso. Y aunque eso le ha dejado una irregular satisfacción, también le ha recargado de ímpetu y ganas para acompañar la lucha y las lágrimas de las miles de madres que como las de Soacha, han visto a sus hijos ser arrebatados por un conflicto que parece no tener final.

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