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El vallenato de La Esperanza, cantos a la orilla de la carretera

Jian Carlos Rico y dos de sus estudiantes cuentan cómo se aprende este género en Norte de Santander.

Por: Eveling Rico

La segunda parada de nuestras Travesías Radio Nacional fue el municipio de La Esperanza en Norte de Santander. En este lugar de paso para los viajeros y transportadores, encontramos una fuerte vocación musical y cultural por el vallenato.

Roberto Peinado es habitante de La Esperanza. Nació en Chiriguaná pero desde 1978 decidió radicarse en este municipio que hoy cuenta con 12 mil habitantes. La mayor parte de su vida la ha dedicado a los cultivos de arroz, pero su pasión desde muy joven ha sido la música vallenata.

Hoy a sus 66 años es compositor empírico y desde hace 4 años se unió a un proyecto cultural del municipio, donde decidió aprender a interpretar el acordeón para acompañar sus letras. “Yo me siento agradecido porque he ido buscando la forma de conectarme con el acordeón y con los deseos que tengo de ser músico”, explicó Roberto.

A pesar de estar muy contento con el proyecto de formación musical liderado por el profesor Jian Carlos Rico, siente que aún falta más apoyo porque están tomando las clases en el parque municipal, debido a que La Esperanza no cuenta con una casa de la cultura.

Mientras tanto, don Roberto sigue alternando sus ocupaciones del día a día con la práctica del acordeón, pues su sueño es aprender para sí mismo, para deleitar a su familia y amigos en las reuniones y hacer sus parrandas.

Un encuentro entre generaciones

Luis Santiago Ortíz tiene 11 años y, así como Roberto, es alumno del programa de formación musical del profesor Jian Carlos Rico. Dice que lo que más le gusta de participar en este grupo es aprender a interpretar un instrumento nuevo y poder dar a conocer sus canciones a otras personas.

Su pasión han sido las rancheras, pero desde hace un año inició con el aprendizaje del acordeón, pues tocar un instrumento y saber cantar al mismo tiempo son sus propósitos. Para él, el acordeón y el vallenato tienen un sonido muy hermoso.

Desde los 4 años empezó a cantar, un gusto y talento que, según él, heredó de su papá. Luis Santiago ya ha dado sus primeros pasos como compositor, con canciones como ‘La situación ingrata’, donde cuenta las dificultades que han tenido que pasar sus padres para darles el sustento a él y a sus hermanitas.

Al preguntarle cuál es su sueño cuando sea mayor, su respuesta fue clara y sin titubeos: “Ser un buen cantante para tener dinero y ayudar a mi pueblo”.

Luis Santiago

¿Y qué dice el profe Jian Carlos?

Nacido en San Alberto (Cesar), este formador de música vallenata y acordeón inició su proceso de aprendizaje a los 12 años. Se capacitó en la Fundación EMI en Valledupar y en la escuela de José Nahúm Bejarano en Aguachica, donde aprendió las pautas básicas de este género. Cuenta que con el maestro Bejarano no solo aprendió a interpretar un instrumento, también recibió enseñanzas para la vida.

De tocar parrandas pasó a compartir su conocimiento con otros y descubrió su vocación por enseñar. A sus 22 años habla con orgullo de sus alumnos, como don Roberto o Luis Santiago, para quienes está presto a brindarles su acompañamiento, destacando sus talentos y primeros pasos en la música que han sido empíricos.

Jian Carlos explica que han tenido muy buenos resultados en el programa de formación, teniendo en cuenta que el municipio de La Esperanza se debate entre la música tradicional de cuerdas como la carranga, y los ritmos del vallenato que llegan desde el Caribe. Es una situación propia de un lugar que es parte del corredor terrestre que une a varias ciudades del interior del país y la costa.

Para él lo más gratificante es ver a sus alumnos en las presentaciones, ejecutando canciones que él les ha enseñado, ver los frutos de las horas de ensayo es algo que lo motiva a continuar con su vocación, pues al igual que su maestro Nahúm Bejarano, él espera sembrar en sus estudiantes la semilla de unos valores que los acompañe de por vida como músicos y como personas.

Jian Carlos Rico

Con estas historias de aprendizaje entre generaciones nos despedimos de La Esperanza, un municipio que hace honor a su nombre.

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