Por: Ana María Lara
El 4 de diciembre es el Día de Santa Bárbara, decapitada por su padre que en castigo fue partido por un rayo. Este rayo se volvió el símbolo de los mineros y de los trabajadores que deben utilizar explosivos. Ese rayo los protege de las entrañas de un oscuro submundo en el que enfrentan a toda clase de peligros para su vida.
En el desarrollo de su trabajo, los mineros se exponen a enfermedades irreversibles y accidentes en muchas ocasiones mortales. Son, sin duda alguna, los trabajadores que afrontan las jornadas más duras, nocivas y peligrosas aún hoy, con todos los avances tecnológicos que deberían hacerlas menos inseguras: pueden ser aplastados por máquinas, se producen intoxicaciones por gases, la falta de luz y el calor en las minas son difícilmente soportables. Muchos mineros sufren de silicosis, asma, cáncer de pulmón y otras enfermedades ligadas a la obligación de andar largos trayectos con el cuerpo encorvado.
La historia de la minería en el mundo entero está marcada por derrumbes y explosiones que han dejado miles de muertos y algunos salvados, como los 33 mineros de Chile en 2010.

Aunque hay avances en la minería responsable, la situación laboral de los mineros ha sido de poca consideración por parte de sus patronos nacionales o extranjeros. Turnos extenuantes, mínima protección contra accidentes, bajos salarios. Y poca atención en salud. Los mineros constituyen el 1% de la fuerza laboral mundial, pero el 8% de los accidentes mortales ocurren en las minas, donde mueren en promedio por año 1.200 trabajadores.
China, con el 40% de la producción mundial de carbón, arroja el 80% de las muertes en este sector. Solamente en 1995 la OIT, con la Convención C 176 sobre la seguridad y la salud en las minas, trata de reglamentar el trabajo minero. Hoy, de los 9 millones relacionados con el trabajo mineros, el 15% son mujeres. Y entre los 150 millones de niños que trabajan hoy aún, muchos de ellos están en las minas.
Hay que destacar que los mineros son una fratría unida en las profundidades de la tierra y que esta cohesión explica su nivel organizativo. Han protagonizado largas huelgas por la mejora de sus condiciones de trabajo, algunas exitosas y otras reprimidas a sangre y fuego, como la de Santa María de Iquique (Chile), donde fueron asesinados más de 2 mil 500 trabajadores del salitre, en 1907. O la más larga huelga de la historia, en Gran Bretaña que duró más de un año, abarcando todas las minas de carbón del país y apoyada por la población, en rechazo a la política de privatizaciones y desmejoramiento de las condiciones laborales de parte de la primera ministra Margaret Thatcher, icono del neoliberalismo en compañía de Reagan, presidente de los Estados Unidos.

Al cabo de un año, sitiados por la pobreza y el hambre, los mineros fueron vencidos y esta victoria de Thatcher la envalentonó para profundizar su política de privatizaciones y negación de derechos laborales.
Los mineros han sido protagonistas en la lucha por la recuperación para su país de las minas en manos de empresas multinacionales. Pero además, se han involucrado en los movimientos políticos de cambio social, especialmente en Chile, en la época de la Unidad Popular del presidente Salvador Allende, y en Bolivia, con su papel hegemónico en la COB (Confederación de Obreros Bolivianos) en la revolución de 1953 y posteriormente en toda la trayectoria de la llegada al poder de Evo Morales, como líder del MAS (Movimiento Al Socialismo) y la resistencia al autoproclamado gobierno de Añez, para restablecer el poder del pueblo en octubre de 2020.
Ser minero no es solo un oficio, es una condición de vida que trae gran orgullo a quienes lo ejercen, cuando de él depende la economía de un país. No obstante, la noción de progreso que prima en nuestro contexto no ha sabido retribuir su esfuerzo y sacrificio. En tiempos de calentamiento global, la minería responsable es un gran reto, como lo es también poner a salvo y en mejores condiciones a quienes, extraen minerales en compañía de Santa Bárbara