
Si algo tenía claro Carlos Bacca durante su infancia en Puerto Colombia, era que quería ser famoso por sus goles.
Esta convicción lo llevó a ser ese niño rebelde de la casa esquinera en el barrio Norte que se perdía de sus padres para patear balones hasta el cansancio en la cancha General Santander.
La escena de la señora Eloísa Ahumada, su madre, buscándolo para bañarlo se volvió rutinaria para los habitantes de Puerto Colombia, pues más se demoraba ella en la búsqueda que el niño regresando a la cancha: el sitio donde se sentía más letal que Romario.
Esta pasión parece que está impregnada en la esencia de los Bacca. Su padre, Gilberto, es aún hoy un portentoso arquero que se luce cada vez que en el municipio del Atlántico organizan un partido de veteranos.
Su hermano, Kiko, se dedica a enseñarles los conceptos básicos a los niños porteños con la esperanza de alguno pueda repetir las hazañas de Carlos.
Con más de 258 goles como profesional y el mote de goleador en ligas tan disímiles como la colombiana, la venezolana, la belga, la española y la italiana, Carlos Bacca se ha hecho un nombre por sí mismo que alcanza el estatus de leyenda en el municipio que lo vio nacer, sin embargo, el camino todo el tiempo fue pedregoso.
Un comienzo difícil
Durante su adolescencia, cuando apenas comenzaba a apuntarle a la práctica competitiva, la alternancia de sus estudios con el billar, el dominó y las sesiones de pesca con nailon y anzuelo con su padre Gilberto hicieron que los cazatalentos vieran en Carlos un talento indiscutible pero intermitente.
Después de probarse con 16 años en las inferiores del Pasto, el joven costeño se sentía incómodo en una ciudad tan diferente. Incluso estuvo a punto de abandonar su sueño de futbolista profesional al sentir que lejos de su pueblo no era libre.

“Él en el pueblo experimenta la libertad que no siente en ningún otro lado. Carlos se siente libre aquí en Puerto Colombia y hace lo que le gusta” dice Kiko, su hermano.
Se dedicó al futbol amateur durante estos años y liberado de la presión del profesionalismo rompió todas las redes de Puerto Colombia, mientras se ganaba la vida como recolector de dinero en los buses intermunicipales de la empresa Colombia Caribe.

Fue de tal magnitud la repercusión que tuvo como goleador imparable que el profesor Fernel Díaz de las inferiores del Junior viajó a Puerto Colombia a mirar personalmente a este prospecto que con 20 años ya era relativamente viejo para ingresar al futbol profesional.
Así, se volvió en su primera temporada el goleador de la Liga de Futbol de Atlántico, lo que hizo que el Barranquilla F.C. se fijara en él. En la Segunda división, fue goleador del semestre con 12 anotaciones y la ‘Baccamanía’ comenzaba a ser más efervescente en la ciudad.

De allí, pasaría a la segunda división venezolana en donde con el Minervén sería la estrella indiscutible, pues los ayudaría a alcanzar el ascenso como goleador del equipo, pero su sueño era ser el goleador del Junior, por lo que regresó a Barranquilla en busca de una oportunidad de brillar junto al delantero sensación de la época: su amigo entrañable Teófilo Gutiérrez.
El estrellato
La oportunidad vendría finalmente el 1 de marzo de 2009, con 23 años Carlos Bacca logró debutar en primera división en un partido contra el equipo que casi lo hace retirar del futbol: el deportivo Pasto. Y lo haría con toda la gloria, pues como suplente anotó los dos goles de la victoria.

“Pasar de ser un desconocido a una figura pública en Barranquilla fue uno de los mayores retos de Carlos, a pesar de eso, su propia convicción lo ayudó a mantenerse en el camino correcto” asegura Fernel Diaz.
En el 2010, después de ser el goleador de la Copa Colombia en la que Junior sería subcampeón, Carlos Bacca cumpliría el sueño de ser campeón con el equipo de sus amores y de paso el futbol internacional ya empezaba a escuchar los rumores de un delantero feroz proveniente de Puerto Colombia.

En el 2010 también debutó en la Selección Colombia en un amistoso con Bolivia en la Paz y lo haría con un gol de cabeza. En sólo tres años con el club barranquillero, Bacca llegaría ser el quinto goleador histórico del Junior, pero los sueños europeos de Bacca no podían esperar más, por lo que en enero de 2012 es transferido al Brujas de Bélgica.
“Fue muy dura la llegada a Europa porque no podía salir, ni hablar con nadie. Otra vez estaba incómodo” afirma Kiko.
En Bélgica, tuvo una lenta transición en la que jugó poco e invitó en varias ocasiones a sus familiares para que lo acompañaran en la fría Brujas. Sin embargo, en su segundo semestre en la ciudad y con la disciplina del pescador encontró el futbol que lo llevó a convertirse en goleador de la liga belga.
Esta temporada de ensueño le sirvió para llegar a Sevilla. En esta ciudad cálida, costera y que hablaba su mismo idioma volvió a sentirse en casa. Allí, sus dos títulos europeos continentales con la consecución en años consecutivos de la UEFA Europa League, siendo consagrado como el mejor jugador de la competencia en su edición 2014/2015.

En el Milán, sin embargo, luego de una temporada consagratoria en un gigante europeo, su nivel de juego cayó debido a los pobres resultados del equipo, por lo que regresó a España a jugar con el Villareal en donde volvió a encontrar un equipo que le pusiera la pelota redonda de cara al área.
El Carlos Bacca humilde, centrado y letal para cualquier equipo, paradójicamente la ha tenido difícil en la Selección, pues ha tenido que competir con probablemente una de las mejores generaciones de delanteros.

Con los nombres de Falcao, Teófilo Gutiérrez, Miguel Borja, Jackson Martínez o Luis Muriel siempre rondando, Bacca sabe que debe rendir siempre a su mejor nivel para conservar su lugar en la Selección y quienes conocen los ambientes internos del equipo no dudan en señalarlo como el amigo de todos por lo que esperan que en este su segundo Mundial aporte toda su experiencia al equipo colombiano.