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La arriería, una tradición que va de generación en generación en Tolima

Una tradición que aún continua por falta de carreteras y que ha hecho que municipios de Tolima, en pleno siglo XXI, todavía usen esta bella práctica.
La arriería: orígenes, historia y cultura en municipios de Tolima
Fotos: cortesía de Estefany Castellanos y Manolo Torres
Jesús Díaz

“Algunos narran que a finales del siglo XVI llegó a ver unas 10 mil mulas entre Manizales, (Caldas), Mariquita y Honda en Tolima”, según Tiberio Murcia, historiador del municipio de Honda.
 
La arriería ingresa por Honda, Tolima, a mediados del siglo XVI y a lomo de mula se empezaron a potenciar económicamente los municipios cercanos a la cordillera central, más hacía el norte del departamento. El historiador Tiberio Murcia cuenta que los cronistas en sus líneas manifestaron que el famoso camino real entre Honda-Santa Fe construido en 1558 requiere de bestias para transitarlo.

La arriería: orígenes, historia y cultura en municipios de Tolima
 
La arriería va naciendo con la carga de los tesoros que llegaban a Honda, para ser remontados en bergantines, en champanes y así ser conducidos a Cartagena, de Cartagena a La Habana, y de La Habana a España. En dos ciudades fundadas en aquella época, San Bonifacio de Ibagué y San Sebastián de Mariquita, el intercambio de sacar el oro y plata en las minas del Sapo, de Santa Ana y Victoria hacía el río Magdalena fue a lomo de mula.
 
Con la llegada de los ingleses y con ello la comunicación férrea en Honda por el Llano de Villegas, Pericos, Yeguas, La Dorada, San Sebastián de Mariquita, Ambalema y así hasta Ibagué en 1906 y la construcción del cable aéreo, el trabajo de arriería mengua. 
 
La arriería, el café y la transición en el transporte terrestre

La arriería: orígenes, historia y cultura en municipios de Tolima
 
La colonización antioqueña, en el norte del Tolima, hizo que la producción cafetera se convirtiera en el principal motor de la economía de la cordillera central en los municipios de Fresno, Líbano, Herveo, Casabianca, Villahermosa, Murillo entre otros a finales del siglo XVI, y por tanto era sacada hacia los puertos en bestias y bueyes. Según el historiador, “llegaban al reposo en Honda, donde descansaban para continuar hacía el puerto de Caracolí donde finalmente descargan el café para ser llevado por el río magdalena hasta Barranquilla”, que en esa época era todo navegable.


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Debido a lo anterior, la arriería se repliega hacía la cordillera en los municipios de Murillo, Cajamarca, Líbano, moviendo cargas de café, plátano entre otros cultivos de pancoger para llevarlos a Ibagué, Espinal o San Sebastián de Mariquita.

Una tradición que aún continua por falta de carreteras y que ha hecho que los municipios de Murillo, Cajamarca, Anzoátegui, Casabianca y otros, sean tenidos en cuenta por poseer en pleno siglo XXI esta bella práctica de recorrer las empinadas trochas que solo los arrieros la conocen, ya sea en verano e invierno.

En otras partes el Willys desplazó a los arrieros como tal, solo dejando unos pocos rezagos necesarios que son utilizados para mover carga en muy cortos tramos de camino. 

La arriería: orígenes, historia y cultura en municipios de Tolima
 
“Todos estos pueblos donde hay vías primarías para los arrieros, pero terciarías para los que no lo somos, que aún sobreviven y tienen arriería, olvidados por la mano de dios, pero sostenidos por los arrieros, permiten que subsistan. Los arrieros son los que con su sacrificio llevan alimentos a los municipios tolimenses donde está el grueso de la población”. Puntualizó El historiador Tiberio Murcia.  
 
Rescate cultural de la arriería en Murillo

La arriería: orígenes, historia y cultura en municipios de Tolima 
Estefany Castellanos nació en el municipio de Murillo, Tolima, y es hija de padres con raíces boyacenses y antioqueñas. Orgullosa cuenta que la arriería la lleva en el corazón desde muy pequeña. Tiempo en el que veía a su abuelo materno llegar a la bodega de su padre y descargar su escuadra de mulas curtidas de barro y cargadas de papa, después de un extenso recorrido por las trochas de la vereda la Esperanza.
 
“Y aunque toda la vida no fui criada en el campo, tengo mucha cercanía con el campo”, dice Estefany al referirse que su familia siempre ha tenido finca y quiso que la educación para ella y su hermano fuera mejor y los mandara a estudiar a Ibagué y Bogotá.

A pesar de ello su relación con la arriería nunca terminó. Es tan apasionada al tema que hasta consideró incluir en su tesis de grado el tema de la arriería que no solo se desarrolla en su casa sino en su pueblo, al igual que en otros puntos del país. Un trabajo también de rescate cultural y visibilización a las mujeres que son arrieras, pero desconocidas por múltiples factores.
 
“En esa bodega de mi papá llegaban muchos arrieros y hoy en día no son tantos, por la modernización. Hoy día, las carreteras ya las han arreglado y pavimentado”, recuerda Estefany.  

La arriería: orígenes, historia y cultura en municipios de Tolima

Al tiempo que afirma que también existen zonas en Murillo donde ella está segura de que nunca va a llegar el cemento porque son de muy difícil acceso, con caminos de herradura y necesitan de los arrieros.
 
Lo anterior la motivó a no solo indagar sino a imponer el sello femenino en una práctica que perdura por siglos y que se resiste al olvido. Estefany expresa que a pesar de que las mujeres no se ven coger una escuadra de mulas por loma arriba, ellas acompañan a los hombres y saben cuidarlas, cargar, herrar, abaronar, arreglar los aparejos. Un ejemplo notable es cuando les toca cargar leña en ellas para poder darle comida a sus esposos arrieros.
 
“Es por esto por lo que para mí es tan importante trabajar en este tema, porque ya se estaba desconociendo qué era la arriería, la importancia de los precursores del transporte en Colombia, porque son las personas que se encargan de sacar el alimento de zonas donde es complicado”, dice Castellanos.
 
Murillo ha sido un municipio reconocido por su producción de papa y desde allí hasta el municipio de Honda, hombres se atravesaban el páramo muy cerca al volcán Nevado del Ruiz, sin importar las inclemencias climáticas. Un recorrido de días, acompañado de muchas aventuras y sacrificios. 

Pues en el camino no faltaba la mula rodada con la carga, el río crecido que frenaba el recorrido, la mula que cogía a muela los bultos, la que se cansaba y tocaba descargarla, dejarla en el camino y hasta la patada pérdida que se ganaba el arriero por ir acosándolas. Siempre aperadas de miel y salvado que son el fiambre preferido para después de una intensa caminata.
 
“La mula no solo es un animal de carga, es la compañera fiel del arriero, son sentipensantes y el dicho que dice que “es más bruto que una mula” es un dicho falso, “no son brutas”, ellas poseen un olfato donde pueden sentir el peligro de lejos, solo necesitan pasar una vez para aprenderse el camino, ven de noche, sienten celos, conocen a su amo y eso hace que sea el complemento y dualidad del trabajo de arriería”, relata Estefany con una pasión inmensa por el tema.
 
El trato con el animal para hacer equipo

La arriería: orígenes, historia y cultura en municipios de Tolima
 
Hoy día las jornadas de la arriería no son tan largas como en años anteriores. Pero aún se conserva la misma tradición de herrarlas y enjalmarlas para amarrarles una carga de 8 arrobas. Se distinguen por su color y sus estrambóticos nombres como: La Bavaria, Caramelo, Pinpom, Tilín, Micaela, Candela, entre otros muchos que se puedan imaginar.  
 
“Y aunque no dan crías, merecen un cuidado especial, buena alimentación, no dejarlas pelar, mantenerlas bien herradas y con los aparejos encauchetados. Así ella se sentirá a gusto cargando en sus lomos las necesidades del hombre, porque también es creída y humilde”, dice Manolo Torres, “más conocido como el asoleado” uno de los tantos arrieros del municipio de Murillo.
 
A sus 29 años a Manolo nunca le falta el machete, el perrero en sus manos, el sombrero y la ruana. Es hijo de José Manuel Torres reconocido arriero de Murillo y de ahí se desprende su experiencia y profesión. Él ya está acostumbrado al trajín diario de la arriería.

En el momento comanda 10 mulas, pero ha lidiado hasta 16 bestias de propiedad de otros vecinos, él solo. La carga la mueve por las trochas complicadas de las veredas, Las Novillas, Santa Barbara, Sabanalarga, la Vinagre y El Infierno por mencionar algunas, entre 4 y 7 horas de trayecto. La papa, el tomate de árbol, la arracacha y la madera, por lo general es el tipo de carga que transporta, cobrando diez mil pesos por mula.
 
Mientras trabajan, “si ellas se mojan yo también, si yo tomo agua ellas también y si descanso ellas también. Somos un equipo de trabajo y por eso hay que mantenerlas bien. El trato es algo rudo porque si no, el animal lo hace sufrir a uno, entonces toca tratarlas con cariño y rudeza”, dice Manolo.
 
Y así, en esta práctica hay hombres y mujeres de diferentes edades, unos con más experiencia que los otros, pero viven de la arriería y hasta se divierten. Son felices lidiando con estas bestias de carga, con retahílas en cada estación y en sus recorridos van cantando, gritando y silbando, mostrando una cara feliz, por más negro sea el barro que les maquilla sus rostros.  
 
La arriería no desconoce si es hombre o es mujer y menos los animales. La felicidad de las mulas es saber que tienen como amo, a una persona que les muestre confianza, que las sepa aparejar, cargar sin miedo y las comprenda hasta cuando se van para otros potreros de los vecinos a robar pasto.

La arriería: orígenes, historia y cultura en municipios de Tolima
 
En varios municipios del Tolima entre ellos Murillo, gracias a Estefany Castellanos, la niña curiosa por la arriería se empezó a realizar desde el año 2021 un concurso de arriería donde incluyó también la categoría de mujeres. El concurso consiste en el que sea capaz de amarrar perfectamente una carga de 8 arrobas en el menor tiempo posible.
 
Estefany, a punto de graduarse de artes plásticas en la universidad del Tolima, espera que su tesis sea motivo de inspiración para muchos jóvenes. Mientras Manolo Torres continúa moviendo carga en lo que para él es una inspiración más de vida. Ni ellos mismos como sabedores del tema y habitantes de esta región tolimense se atreven a augurar el tiempo de duración de la arriería. Por ahora lo que importa es que propios y foráneos se benefician del trabajo de la arriería, “una profesión no tan evidente” y poco compensada. 

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